Se desprende en racimos dorados
con fulgor de preciosa sonata
y parece trinar de jilgueros
el amor que nos viene del alma.
Con el suave ondular de palmeras
el columpia en el aire sus alas
y nos mece con suaves vaivenes
en estambres de blancas gencianas:
¡Se desprende en racimos dorados
el amor que nos viene del alma!
En sus notas melódicas lleva
de la aurora sus lindos reflejos
convirtiendo en un céfiro suave,
del amante, sus tiernos anhelos.
Los arrulla con fresca caricia
transformado en ingente lucero
que le ofrece la luz más brillante
que prodiga el magnífico cielo:
En sus notas melódicas lleva
del amante sus tiernos anhelos.
Aprisionan sus suaves cadenas
con la gracia de hermosa atalaya
que despiertan promesas de amores
con repiques de regia alborada,
que la espina la vuelve dulzura
con aromas de rosas tempranas;
y llenando la vida de sueños
con estelas de mágicas flamas
aprisionan sus suaves cadenas
con repiques de regia alborada.
Nada puede igualar sus celajes
con sus rayos de luces tan áulicas
que despliegan ensueño divino
que ilumina con fe la esperanza.
Es Cantar de Cantares que tiene
la llovizna de música sacra,
y por eso les digo inspirado:
¡Nada puede igualar sus celajes
que iluminan con fe la esperanza.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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