Y del odio,
que arruina la vida,
al desprecio,
que al distinto olvida.
Con el alma,
de rencor podrida,
no se aprecia,
del amor su savia.
Se vencieron,
los agrios agravios,
de las mentes,
soeces y ruines.
En las fútiles,
horas perdidas,
de nefastas y vidas inútiles,
con el alma,
colgada sin vida.
No se vence al amor con venablos,
de falsarias palabras nocivas,
ni se compran amores auténticos,
con regalos y fútiles dádivas.
El valor de las cosas sencillas,
no se viste de sedas ficticias.
La belleza de hermosura viste,
porque es ella misma.
La palabras,
que causan heridas,
que al respeto producen fisuras,
van pudriendo,
la mutua confianza
y derriban,
la sutil templanza.
Cicatrices,
que quedan hundidas,
para siempre intactas.
No se vence de soslayo al tiempo,
que requiere el sentirlo,
preferible es vivir,
aunque sea contra el viento.
Una ráfaga es más fuerte,
que el febril estruendo,
del imperioso trueno.
La verdad en su fluir,
arrebata el aliento.
Del error al vivir,
de su fracaso aprendo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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