Un espíritu burlón,
danza siempre alrededor,
burla burlando se ríe,
del necio que se encontró.
Va recitando poemas,
saltando sin ton ni son
y resbala entre las notas,
de un violonchelo de amor.
Baila el duende ilusionado,
sobre el espíritu inquieto
y escribe sus fantasías,
en circunspectos cerebros.
No conoce de codicias,
ni de odios, ni recelos,
su baile anuncia las vidas,
que crecen a ras del suelo.
El viento al bobo acaricia,
como al sabio y al viajero,
no mira el color de piel,
ni si es flaco o gordezuelo,
si es poderoso o mendigo,
si es gentil o si es grosero,
su caricia, iguala siempre,
al ricachón y al obrero.
Así, el viento y el duende,
son más sabios que el humano.
El espíritu es consciente,
del honrado y del villano,
su efluvio al mundo se extiende,
dando a cada cual la mano,
más rebelde u obediente,
con desprecio o con agrado.
La musa baila en las teclas,
en el infinito piano,
del instrumento que toca,
con su talento a quien piensa,
quien da armonía a sus pasos.
Dando piruetas voltea,
ideas, pensamientos sabios
y no se rinde jamás,
aunque el camino sea largo.
Duendes, espíritus, musas,
necios, villanos y honrados,
pero en la misma marmita,
todos ellos cocinados.
El Sol a todos calienta,
aunque sean tontos o sabios.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.