domingo, 22 de noviembre de 2020

ESPERANDO EL MAÑANA.

Colgado en los recuerdos,

vive el otrora, ayer resumido,

un marasmo de sueños,

de ideas un compendio,

entre efluvios de olvidos,

de certezas compuesto,

se alternan entre ensueños,

verdades y delirios.

 

Roja aurora que nace,

de noches que fenecen,

resplandecientes soles,

que en lontananza lucen,

un destello sublime,

hace hueco entre grises,

y la sospecha crece,

de un futuro inminente.

 

Grita en mudo silencio,

la verdad entre dientes,

y se apropia el recuerdo,

de la mente silente,

mientras la vida sigue,

en la ardiente vorágine,

y se pudren las voces,

en el grisáceo encierro.

 

Sensaciones fugaces,

que anticipan los hechos,

y un rosario de voces,

como murmullos yertos.

Diluye la idea el tiempo,

fútiles pensamientos,

acomodadas noches,

agitados encuentros.

 

El poder se aglutina,

veloz, casi en secreto,

y enquistándolo todo,

va ignorando los hechos.

Sentimiento sin nombre,

camuflado, sin alma,

pululando entre sombras,

inmerso en la rutina,

en una falsa calma.

 

Amor entre los dedos,

entre suspiros baila,

en la mirada beodo,

de secretos se empaña,

en el ímpetu absorbe,

excitante en la calma,

sobrecoge y acoge,

cuando su fuerza abraza.

 

Roja aurora que nace,

noche oscura que calla,

corazones al borde,

de la voz que los llama.

Clara luna que mece,

con su faz plateada,

y unos ojos cerrados,

esperando el mañana.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

COMO UN FIBROSO DOGAL.

Viaja el miedo entre los huecos,

donde vive la esperanza,

y va ocupando lugares,

lugares entre los huesos,

el miedo atenaza el nervio,

que titila cual estrella,

centelleando en el Universo,

como un suspiro de viento.

 

Una ráfaga en el aire,

un temblor entre los dedos,

y la erección de las pieles,

que se encogen como arrugas,

como arrugas en la hiel,

en la hiel de los adentros.

Pálpito que se hace el dueño,

de temblores venideros.

 

El miedo asombra y abduce,

un insondable agujero,

un abismo que seduce,

si al fondo se mira atento.

La voz cuajada de espinas,

de palabras sin acento,

y una pálida sonrisa,

fantasmal como en un sueño.

 

Temblores de indignación,

sembrados de sentimientos,

que atenazan lo que falta,

lo que arrebató el temor,

dejando al aire los huesos,

helando las coyunturas,

que agrietan el corazón,

dando pábulo al desprecio.

 

Amor que al miedo acompaña,

vistiéndole de valor,

cicatrizando las grietas,

restañando el corazón.

Se burla del miedo el tiempo,

ya no es de miedo el temblor,

si es de amor el sentimiento,

si es de nobleza el temor.

 

Rimeros ruedan sin pausa,

de las sanadoras lágrimas,

de la furtiva esperanza,

que se eclipsa y que se asoma,

que mira observa y se va,

o de repente se plasma,

en los ojos que perdonan,

entre los pliegues del alma.

 

Miedo que engrilleta y faja,

como un fibroso dogal,

que solo el amor desata,

que solo el valor vital,

deshace el terror que mata.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN LA FRONTERA LARGA.

Una fina línea los separa,

dolor y amor reunidos,

inestable equilibrio que levita,

cimiento firme a veces,

otras, leve pluma al socaire,

de tiempos y de embates.

Así, por fin unidos,

en un anochecer, de vigor renacen.

 

Sempiterna canción, que el viento acerca,

a oídos de ilusión que se recrean,

plegadas las pestañas a los ojos,

sin ver, que por latir el corazón,

en ocasiones, al sentir no piensa.

Un vaivén de temores y sospechas,

una locura que arrastra la razón,

un vendaval que abraza y que se aleja.

 

El mar sin compasión te abduce,

en su vientre te acoge y te desangra.

Pasión, que cual tifón arrasa,

que seduce, que liba y desfallece,

que zarandea sin piedad y sin plegarias.

Un torbellino, que atrae y desmadeja,

un polvorín pendiente de la brasa,

una pasión que explota y que despeja.

 

En la frontera de la carne se aposenta,

bailando entre los surcos de la mente,

tejida la pasión de los amantes,

en la urdimbre de los hilos que la cosen.

Frontera de deseos y caricias,

en las lindes del amor que se desea.

La fina línea, que la ilusión traspasa,

buscando la esperanza que la impele.

 

Busca insaciable el norte el caminante,

perdido en las burbujas de su encierro,

cárcel y prisión de sus anhelos,

en las jaulas mortales que le cercan.

No se cansa el amor de estar presente,

tozudo, pertinaz y resistente,

flotando sobre el mundo penitente,

en el viento sutil que le desea.

 

Amores y pasiones siempre amantes,

de dolores y pesares revestidos,

de locuras y aventuras recubiertos,

en las frágiles neuronas de sus mentes.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

DESAPRENDER LO APRENDIDO.

Veloz se oculta entre celos,

simulando las carencias,

y va dejando regueros,

de perdidas experiencias.

Frunció los labios el tiempo,

iracundo en su impaciencia,

y devoró con sus horas,

a la efímera inocencia.

 

Leve nota que se escapa,

del concierto de los días,

y estando libre desata,

los nudos que la afligían.

Verso al aire que destaca,

buscando otro verso amigo,

y en su pasión vive y ama,

con la libertad de un niño.

 

Veloz nace la palabra,

que va dejando sonidos,

entre las voces hermanas,

en labios que anuncian gritos.

La sed cuajó en la mirada.

atenta en su sacrificio,

y sus notas son las olas,

que en las orillas son ríos.

                                       

Amar a pesar de todo,

ante el odio el desafío,

con las ventanas abiertas,

aunque viaje dentro el frío.

Amor sobre las tormentas,

el dueño de los sentidos,

amor que a golpes despeja,

de hojarasca los caminos.

 

Veloz el mundo da vueltas,

aunque es lento el estribillo,

y va perdiendo la fuerza,

por el castigo infringido.

La dignidad se ha perdido,

disuelta en el torbellino,

que arrebata la inocencia,

de golpe, como un bramido.

 

Tierna voz que en la vorágine,

parece un simple gemido,

y al acariciar el ruido,

nacen de esperanza notas,

que dormitaban inanes,

en auténticos sonidos.

Voz etérea que al instante,

vence al odio, habla al distinto.

 

Veloz escapa quien huye,

sin mirar atrás, sin ruido,

aprende a desaprender,

sin despreciar lo vivido,

la mirada en lontananza,

sin olvidar lo aprendido,

y un amar en la esperanza,

para dar al amor brillo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ENTRE ESENCIAS.

En el lugar preciso,

en el momento justo,

en el instante óptimo,

en un bello segunda,

se ha plasmado la vida,

a la verdad vislumbro,

en una brizna lúcida,

en un instinto ínfimo.

 

En selváticos tiempos,

un sendero se esconde,

un atajo entre sueños,

vericuetos sin nombre.

Se despeja el camino,

de brozas enredado.

de marañas de vidas,

que entrecruzan sus halos

 

Gritos son las caricias,

reclamando su sitio,

de besos alaridos,

exigiendo su espacio.

Grita así la mirada,

que el derecho reclama,

y libera la voz,

de la palabra amada.

 

Grietas entre los ojos,

como simas sin alma,

en las cabezas vanas,

en cerebros que albergan,

vacíos en sus canas,

fisuras en los ojos,

de lágrimas airadas,

de miradas que embisten,

de reflejos que aman,

 

De negro viste el alba,

de blanco la mañana,

de claroscuro el verso,

que despertó entre sábanas.

De azules firmamentos,

de fuego viste el alma,

como de gris las noches,

entre visiones mágicas.

 

Verde quedó la aurora,

de rojo son sus simas,

en su interior bañada,

de brasas encendidas,

resplandores que olvidan,

pesadillas pasadas,

y un conato de sueños,

balbuciendo sin granas.

 

El derecho se extingue,

cuando el poder se afana,

nebulosas de vidas,

procesiones famélicas,

de cansados andares,

de almas derrotadas,

transitan entre sombras

de luces matizadas.

 

Amor entre los grumos,

de pesadas palabras,

en busca de la vida,

que entre fisuras habla,

a manotazos ama,

entre brumas lo alcanza,

al otro amor que nace,

entre esencias que manan.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

UNA FRACCIÓN DE TIEMPO.

Día y noche se fusionan,

de abrazo fetal preñadas,

anocheceres y auroras,

de vorágines reposan,

de amores y odio impregnadas.

Sutiles encrucijadas,

donde luna y sol se acoplan,

guerra y paz mudan y tornan.

 

Tibia luz tornasolada,

de matices irisada,

sutiles son la miradas,

que de reflejos se embriagan,

penumbras que quieren ver,

con la luz de la mañana,

y despertar las sospechas,

que acechan aletargadas.

 

Clamor que llama y reclama,

de sutilezas variadas,

rumor que acude y se agranda,

tornando voz en soflama.

Hay voces que como espadas,

cercenan, rajan y matan,

el clamor muta y exclama.

 

De sol a sol la siembra,

manos de puro acero,

surcadas de penurias,

de luces y aguaceros.

Preñada está la tierra,

de sangre de los dedos,

de cicatrices múltiples,

de cada aliento nuevo.

 

Día y noche de la mano,

contemplando al humano,

con los ojos perlados,

del rocío de los vicios,

amores en los dedos,

en el rostro los rictus,

de pasión o de enojo,

de ternura o suplicio.

 

Se va yendo la aurora,

dando la espalda al mito,

de soslayo mirando,

de los sueños sus hijos,

un ráfaga de aire,

un paternal suspiro,

una emoción cambiante,

amor en el solsticio.

 

Amores entre luces,

en las sombras translúcidos,

como estatuas de bronce,

se han quedado sus mimos.

Una fracción de tiempo,

un cariño infinito.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

CON LAS FAUCES ABIERTAS.

Maldita la riqueza,

que la miseria inspira,

poderes que arrebatan,

la dignidad y la vida.

Una hoguera infinita,

en los pechos se gesta,

gritos desde el silencio,

llamando a las conciencias.

 

Las gargantas se abren,

reclamando pitanza,

cuando engorda la panza,

del mafioso que medra.

Sufre el pobre en silencio,

mientras la vida cambia,

llenándose las arcas,

de quienes se aprovechan.

 

Medra el necio sin causa,

contento en su ignorancia,

y prebendas obtiene,

cuidando su apariencia.

No repara en halagos,

no respeta la ciencia,

y sobando los lomos,

fabrica su riqueza.

 

Camino de la sombra,

viaja la luz sin miedo,

lúcidos son sus gestos,

como la faz que alumbran,

va mordiendo la sombra,

con voraz sentimiento,

y destapa las trampas,

que se esconden en ella.

 

Como fugaz estrella,

vive el loco sin freno,

la prisa en las miradas,

para perder lo auténtico.

Las manos bailan trágicas,

del veloz sentimiento,

la sombra va más rápida,

que el resto de los cuerpos.

 

Maldita la riqueza,

cortada de los huesos,

en la sangre bañada,

exigua de derechos.

Las voces engoladas,

van coartando el acento,

y se mofa el que nada,

sumergido en dinero.

 

Se fue buscando el aire,

se fue buscando el tiempo,

y se quedaron solas,

las miserias por dentro.

El camino es extenso,

tachonado de encuentros,

y al flotar la ignorancia,

se evapora lo bello.

 

Se ha amputado la idea,

aflora el sentimiento,

y el amor ya galopa,

buscando a su gemelo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ESPEJO DE LAS NOCHES Y LOS DÍAS.

La imagen reflejada se apodera,

como imagen veraz y verdadera,

de la imagen fugaz que se desvela,

difuminada vista que se vela.

Perdida la razón pierde la vida,

que esconde el corazón,

que queda malherida en un rincón,

cual sombra pertinaz entristecida.

 

Sin luz en el zaguán de la esperanza,

ceñida a la ilusión que la desangra,

quiere entrar desesperada la nostalgia,

en un atardecer de fantasías,

invocaciones, letanías y plegarias.

Esperando impaciente vive y ama,

el cuerpo y la pasión que la reclama,

amar sin corazón, fútil falacia.

 

Espejo de las noches y los días,

condicionado reflejo de sospecha,

verdad que sin tapujos se refleja,

tratando de esconderse sin defensa.

Verdad que se camufla noche y día,

entre sábanas, trincheras y codicias.

Espejo que reflejas lo que olvidan,

las imágenes patentes que revelas.

 

Ausente la razón se quedan solas,

las falacias, aranas y mentiras,

un largo devenir de viles fantasías,

cargadas de artificios y artimañas.

Así la sinrazón transita y campa,

sin respeto en las mentes aniñadas,

pueriles y carentes de criterio,

presentes, pero ausentes sin remedio.

 

Extrañas son las horas que llegando,

y quedándose a la ilusión se entregan,

cargadas de pasión se van moldeando,

en el atardecer, al fin acomodadas,

en el rincón donde el amor se afana,

donde bailan sin pudor y sobrevuelan,

aventureras y atrevidas ganas,

caricias y ternuras aromáticas.

 

La imagen reflejada se detiene,

levitando como un sutil fantasma,

y mirando de soslayo al yo que siente,

se mofa sin remedio al contemplarla.

Espejo de los días y la noches,

fiel testigo sin rubor ni trabas,

juez justiciero que juzga al reo,

sin dudarlo, con el mazo y la balanza.

 

Amor entre las notas al unísono,

del alma que deambula con soltura,

el viento se ha quedado detenido,

al ver enrojecer a la criatura.

Amor cual diapasón que vive al ritmo,

de la vida entre las vidas que maduran.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

VIEJOS Y NUEVOS SUEÑOS.

Un carnaval de rostros,

filigranas de gestos,

rimero de sonrisas,

como lluvia de enero.

Palidecidas sombras,

rictus que se prodigan,

muecas de sensaciones,

que el haber determinan,

que enjugan los pasiones.

 

Hablan sobre el silencio,

sobre el hielo caminan,

en el aire sospechan,

las conciencias fustigan.

Un clamor de recuerdos,

un devenir de sueños,

la veleta justicia,

que se aleja sin verlo.

 

Verbos que no claudican,

aunque se pare el tiempo,

aunque sangren las manos,

aunque tiemble el cerebro.

Bocas que sacrifican,

con los nervios de acero,

corazones de piedra,

condenados sin serlo.

 

Viejos y nuevos sueños,

realidades de ensueño,

fantasías que terminan,

al final y al comienzo.

Besos que no culminan,

manos que nunca llegan,

palabras que se esfuman,

cual fumata en el viento.

 

Corazones de acero,

sin alma ni cerebro,

sentenciando la hambruna,

cercenando derechos.

Cabalgatas del hambre,

nómadas de sueños,

trashumancia de vidas,

ilusiones sin dueño.

 

Se ha quedado girando,

entre amores y anhelos,

y ha sembrado el camino,

de atractivos señuelos.

Se ha marchado sin rumbo,

buscando entre los huecos,

sin la sangre precisa,

sin mochila ni sueños.

 

Corazones de carne,

donde el amor es dueño,

donde palpita el tiempo,

donde nace el deseo,

donde se agita el nervio,

donde el deseo es eterno.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri