Señala el tiempo al traidor,
fija el final la partida,
y se hace un hueco la vida,
para alcanzar el valor.
Se duermen las pesadillas,
despierta al tiempo el suicida,
y se abre camino el sol,
brasas entre las cenizas.
La aurora llamaba al sol,
para alumbrar lo que brilla,
y la luna se ocultó,
reculando de puntillas.
La voz ronca se afinó,
y se afinaron las vidas,
para despertar mejor,
y ver renacer el día.
Caprichos del corazón,
verdades que se maquillan,
mentiras que se acuclillan,
para engañar al amor,
el nervio canta a la vida,
vibrando cual diapasón,
y crece al fin la semilla,
que la lágrima bañó.
Amor que cruza la línea,
que traza el miedo sin prisa,
que va cercando la envidia,
fronteras de odio y rencor.
Torna a vendaval la brisa,
y una minúscula esquirla,
corta de cuajo la flor.
Volar sin miedo el gorrión,
inmerso en su canto prístino,
cantar sin miedo el cantor,
contra quien saquea y exprime.
Soñar libre y sin temor,
vivir sin trabas inútiles.
El mar brama su canción,
para que el respeto prime.
Señala el tiempo al ladrón,
que entre bambalinas ríe,
y se destapan las fosas,
de podredumbre que existen,
despierta el verso, que exánime,
vuelca su voz mientras vive.
Amores sin condición,
para ser amante y cómplice.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri