Se fue quedando sin agua,
se fue quedando sin tierra,
como se queda sin aire,
el pecho que no respira.
Las sabias palabras vuelven,
como retorna la lluvia,
al vientre de donde era,
y va llenándose el fondo,
vacío de duermevelas.
El viejo miró de frente,
nebulosas las pupilas,
en la mirada, presente,
está el joven de aquel día.
Se fue quedando sin tiempo,
se fue quedando sin ira,
y en su pasos se adivina,
el presente que transita.
Borrones entre las hojas,
como sombras entre líneas,
en las páginas en blanco,
del libro que el tiempo pisa,
caminos intransitables,
donde la trampa camina,
y miradas que se pierden,
entre las letras que giran.
En silencio quedo el viento,
sin voz quedo el instrumento,
y los torrentes callaron,
al contemplar su belleza.
Ribeteada la silueta,
de resplandores de sueños,
y hasta el aire se arrodilla,
ante el brillo de su pelo.
Soñar, que el verso es la sangre,
que da a los cerebros vida,
que es latido y es pulsión,
que restaña las heridas,
soñar, que la vida es rima,
plasmada en una canción.
Soñar, que el verso camina,
por donde pisa el amor.
Se fue quedando sin pena,
sin amargura y sin ira,
se hizo leve la condena,
por las penas infringidas,
se hizo un hueco en el espacio,
para albergar sus desdichas,
y se fue pasando el tiempo,
sintiendo día tras día.
Amor que vive y respira,
eternamente inconsciente,
constantemente suicida.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri