Si la mente supiera,
lo que el corazón siente,
corazón y cerebros,
amantes para siempre,
caminarían atados,
con un lazo tan fuerte,
que ni la misma vida,
lograría deshacerle.
Corazones de piedra,
de siniestra textura,
mente que no madura,
corazones que medran,
pisando la hermosura.
Poderosos que ahogan,
con su poder la vida,
necios grandilocuentes.
Como cambia la idea,
cuando la herida es propia,
cuando el dolor no es suyo,
que a todos nos afecta.
Como cambia el sentir,
si es nuestro el sentimiento,
y no cabe la duda,
que es de todos la vida.
Marionetas de alambre,
que vibran al socaire,
del poder que las guía.
Lacayos de fortuna,
que como avaros priman,
más la existencia envuelta,
que la belleza misma,
esclavos son sin duda.
El placer es legado,
de la vida sencilla,
y lo bello está dentro,
erguido entre las tripas.
El amor es el néctar,
de la flor que titila,
y es más dulce la esencia,
cuando el poder se humilla.
Corazones de mármol,
en cuerpos con espinas,
esqueletos sin alma,
que transitan sin vida.
Marmóreos son los gestos,
de roca las sonrisas,
y los ojos dos piedras,
talladas con aristas.
Amor de los encuentros,
de pura carne viva,
de auténtica materia,
de goces que palpitan.
Corazones de seda,
de textura que brilla,
de latidos que miman,
de pasiones que gritan.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri