miércoles, 23 de diciembre de 2020

QUE NO SE DETENGA EL VERSO.

Bebe el tiempo,

del insondable infinito,

raudo, veloz y maldito,

dueño y señor, de lo vivo,

traicionero o permisivo,

siempre tenaz y abusivo,

en su inmensa sombra vive,

agazapado, tranquilo,

en su guarida escondido.

                                       

El verso cruzó la esfera,

lejos su aliento a su ritmo,

sembró el orbe con su canto,

paro el tiempo en su delirio,

y fue marcando jalones,

al albur, como un sonido,

presto a responder al tiempo,

naturalmente ofendido.

 

Sembrando ideas se desplaza,

en las alas de su sino,

locuaz, vivaz y sinfónico,

el verso encuentra su sitio,

no se detiene ante el odio,

no le frenan los cuchillos,

y va dejando regueros,

de la esencia de sus giros.

 

La senda marca el camino,

ni atajos ni encrucijadas,

ni vericuetos ni mitos,

no hay leyendas que detengan,

al verso en su sacrificio,

la voz va dejando huellas,

en el recóndito olvido,

no ceja de ser el mismo.

 

Las penas son de nosotros,

el tiempo siempre es el mismo,

con el mismo nivel marca,

a todos mide con tino,

su voz es un carrusel,

que enloquece al más altivo,

y no hay muros ni castillos,

que se defiendan de él.

 

Tiempo voraz y ofensivo,

a veces como la hiel,

otras burlón y ladino,

a nadie concede venia,

no reconoce al cautivo,

su sangre es color de miel,

pero su aliento es nocivo,

su corazón puro vidrio.

 

Así danza cada ser,

al ritmo que el tiempo marca,

no sabe el tiempo de risas,

solo el amor le detiene,

y a veces, es tan soez,

que se burla hasta del hambre,

junto al amor le combaten,

la sabiduría y el arte.

 

Que no se detenga el verso,

para que el amor se salve.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

QUE CURA Y MATA.

Ilumina la llama,

también quema,

fresca la sombra,

también tapa.

Sol que ilumina,

también abrasa,

agua que limpia,

o que envenena.

 

Rosario de palabras,

en la mente colgadas,

abrasadoras voces,

que aman o matan,

un rimero de alientos,

que en vida llaman,

como sutiles cantos,

como plegarias.

 

El amor ennoblece,

más también hiere,

como el hielo conserva,

hasta a la muerte.

Corazón palpitando,

que parado fenece,

también la vida es bella,

y también duele.

 

Es de justicia,

dar lo que es justo,

pero anda la injusticia,

mordiendo el mundo,

placeres que enamoran,

más también matan,

como envenena el aire,

de infectas cloacas.

 

¡Ay!, quien pudiera,

llenar de vida,

la vida prematura,

que no culmina,

retornar la hermosura,

a la flor que marchita,

dar luz en las tinieblas,

que el mal abrigan.

 

Magia que engaña,

pero que atrapa,

viento que amaina,

pero que espera,

sueño que aplaca,

pero que inquieta,

si es pesadilla,

cual la mirada,

que grita o ama.

 

Amor que duele,

amor que agranda,

amor que humilla,

amor que ensalza,

amor que nubla,

o amor que aclara,

amor sin dudas,

amor que llora,

que purifica.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN EL AMOR QUE TE RESUME.

En el correr de los años,

en cada huella plasmada,

en cada ínfima muesca,

en cada sutil pisada,

se queda un rastro indeleble,

que en la memoria se guarda,

una tenue pincelada,

que cambia el lienzo del cuadro.

 

La vida sortea el obstáculo,

desvela el velo que cubre,

salvando la incertidumbre,

la vida va interpretando,

actor que en el escenario,

con el libreto clamado,

va la vida desvelando,

con el acento adecuado.

 

Una destacada nota,

de la melodía destaca,

y en el tono que señala,

pone matiz a la voz.

Una sinfonía de notas,

como un torrente te atrapa,

al ritmo del diapasón,

al albur del pentagrama.

 

Huella que a la vida marca,

como una muesca de luz,

una señal que clavada,

da textura a la pisada,

a la vida la señala,

la imagen a contraluz,

va retratando las almas,

vistas desde un tragaluz.

 

Ama el tiempo la locura,

que en la mente se detiene,

en filigranas de ideas,

va creando adivinanzas,

sortilegios que deslumbran,

resortes lucen y apagan,

del pensamiento la luz,

del transitar las mañanas.

 

Corre el tiempo ante la duda,

y la certeza desnuda,

en el dilema trasciende,

perpleja la mente siente,

que se escapa la cordura,

y en tan frágil singladura,

busca inconsciente una isla,

donde calmar la locura.

 

Busca el amor entre brumas,

encuentra la luz silente,

y amando la vida siente,

en la sutiles costuras,

del traje que le concierne,

viste la duda desnuda,

y así, el amor convierte,

la fealdad en hermosura.

 

Huella que queda plasmada,

con el amor que la plasma,

en la memoria perdura.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ENTRE LA HERRUMBRE SE AMA.

Salvando las distancias,

el poderoso salta,

con las alas forjadas,

con la sangre de otros,

en su poder cabalga,

y en la hambruna se sacia,

arrebatando todo,

lo que su vista alcanza.

 

Una música se oye,

en un remoto silencio ,

donde el corazón es puro,

donde es puro el talento,

el silencio que te abraza,

la muda nota que atrapa,

el silencio que se siente,

en lo profundo del alma.

 

Si el viento supiera el tono,

que sale de las entrañas,

lo llevaría al infinito,

para que el tiempo cantara.

La cosecha sería nuestra,

serían nuestras las palabras,

y el yantar sería de todos,

fuere cual fuese su raza.

 

Que no se rompan los puentes,

que a la libertad conducen,

y que se partan las penas,

por la mitad si es posible.

Que no se callen los pobres,

y que el silencio no calle,

que no se esfume la vida,

como el aliento en el aire.

 

Figuras de porcelana,

frágiles manos sin nombre,

esqueletos que deambulan,

ojos tallados en bronce,

semblante que de hambre habla,

boca que entreabierta llama,

con el silencio cuajado,

de la pena que arde y clama.

 

Una tonada se oye,

allende la mar salada,

y los nervios se desgarran,

cuando la corriente arrastra,

la fuerza del poder hunde,

el empuje no descansa,

y se quedan en silencio,

en el estío las cigarras.

 

El sol se ha vuelto de espaldas,

y entre las nubes la luna,

se asoma, más no es de plata.

Los ojos miran al cielo,

y en el suelo la mirada,

encorvada la cerviz,

por el fardo que la aplasta,

cae rendido el infeliz.

 

Amor que anida en el hambre,

amor que no tiene nombre,

amor, que aún entre las herrumbres,

se eleva entre las desgracias,

amor entre las miserias,

que a su pesar, se levanta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

lunes, 14 de diciembre de 2020

REFLEJOS DEL TIEMPO.

Sorprende la mañana,

cuando el sueño termina,

entre brumas dormida,

perezosa desgana,

desperezando el verbo,

de su inquieta soñada,

en la mental inercia,

que te abduce y arrastra.

 

En el rostro se refleja,

en el gesto se concreta,

y la mirada es el alma,

que habita bajo las cejas.

La voz, el mudo secreto,

del corazón que palpita,

y los labios son las puertas,

hacia el deseo que se agita.

 

Corazones a destiempo,

latiendo al ritmo que obliga,

el aire que hinchando el pecho,

el poder se magnifica.

Amor entre las costillas,

escribiendo sus secretos,

y un corazón a medida,

de la pasión que le excita.

 

Secretos entre tinieblas,

cincelados en acero,

forjados entre las vidas,

que se esconden en los hechos.

Burlando la misma vida,

baila alrededor el tiempo,

clandestinamente incierto,

acechando entre los huecos.

 

Queda entre medias la luz,

que parpadea ente los sueños,

retrepada en el alud,

del torrente de deseos,

así, vive el corazón,

derramándose en anhelos,

descompasada ilusión,

que va diluyendo el tiempo.

 

Amor de múltiples ecos,

tatuado de deseos,

a golpe de tiempo frágil,

fuerte si es libre y sincero,

grabado sobre la piel,

la impronta que lleva dentro,

la verdad que le hace cierto,

el tiempo, que se abraza a él.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

LA ESPERANZA QUE FLUYE.

Se busca la esperanza,

que se escurre y esquiva,

sortea las tormentas,

los tornados elude,

y vendavales cruza,

como veloz saeta.

Mira de frente al tiempo,

que sin freno se esfuma,

amante inalcanzable,

la esperanza que abruma.

                                                    

Bebe del tiempo el orbe,

yanta del orbe el Hombre,

y seduce quien ama,

al esquivo Universo.

Al infinito mira,

el vacío que le envuelve,

y en un frágil momento,

se ha disuelto la vida.

 

Cancionero de sueños,

de esperanzas dormidas,

como si un tierno arrullo,

acunara la vida.

Miró entre las estrellas,

con los ojos que miran,

y descubrió entre ellas,

donde el secreto anida.

 

Entraron en tropel,

en las entrañas mismas,

en cada poro abierto,

de la piel que transpira,

donde la vida late,

arrítmica y cautiva,

donde el amor se duerme,

en las suaves caricias.

 

No se escapa la luna,

ni el sol busca la huida,

es un secreto a voces,

la magia que cautiva,

del sueño al despertar,

del ocaso a la vida,

al ser la pesadilla,

cambiante y reflexiva.

 

La esperanza te envuelve,

con su manto de brisa,

una aureola que brilla,

un resplandor suicida,

incomprensible y mística,

incolora se siente,

se devora y se extingue,

una llama infinita.

 

Entre el amor y el tiempo,

se ha quedado la prisa,

de rodillas gritando,

su veloz embestida,

entremedias bailando,

la esperanza se anima,

y un coro de momentos,

se han pausado en el tiempo,

contemplando la vida.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EL TIEMPO QUE TE MIRA.

Plácido es el caminar,

pensador, libre e intenso,

pasos firmes pero leves,

cuasi ingrávidos y místicos,

pasos serenos y efímeros,

andar sin pausa el camino,

torna a etéreo el meditar,

libre de cargas y mitos.

 

El viento rozó la piel,

como el mar besa la arena,

y cobró vida el vergel,

de la carne que le llena.

Besó la cara la brisa,

bailó al aire la sonrisa,

y vibró el labio de pena,

cuando huyeron las caricias.

 

Sentó en su mesa al respeto,

dio cobijo a la nobleza,

alimento a la conciencia,

y al amor dio de beber.

Invitó en su corazón,

a la alegría y la belleza,

dio posada a la ilusión,

y rechazó a la tristeza.

 

Caminante sin rencor,

pasajero de sus penas,

constructor de las ideas,

de sus mejores momentos,

protagonista y actor,

de sus errores y aciertos,

vigilante de su amor,

esclavo de sus deseos.

 

Tranquilo es el transitar,

cuando ennoblece al viajero,

y más bello es el mirar,

que tan solo ver el cuerpo.

Anda el pobre y anda el rico,

camina el sabio y el necio,

y la muerte va con todos,

en la sombra de sus hechos.

 

Plasmó en el lienzo su obra,

verdad que nace de dentro,

como lágrimas del alma,

bañando los sentimientos.

Dibujó el amor quien sabe,

amar dentro del respeto.

El tiempo mira tu sombra,

que camina junto al cuerpo.

 

Las dos mitades se unen,

para construir lo bueno,

con dos fragmentos de amor,

se puede amar a lo ajeno.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

AMOR QUE LLEGA Y SE QUEDA.

Cicatrices en las carnes,

de las heridas pasadas,

heridas que irán llegando,

cicatrizando mañana,

surcos en la piel caliente,

de cada ilusión truncada,

flecos en el corazón,

de las cosechas sembradas.

 

Poco a poco o velozmente,

como un suspiro, una brisa,

un instante o una prisa,

una fracción que se acaba,

un momento que termina,

la levedad de la risa,

la instantaneidad del habla,

la transcendencia precisa.

 

Reguero de sueños vacuos,

como lágrimas sin brillo,

posesos de los escándalos,

de alocados estribillos,

dormida en sueños la calma,

vacía de amor la soñada,

y duermevelas de ensueño,

para aliviar a quien ama.

 

Heridas en las costuras,

de noches atormentadas,

pavor en las pesadillas,

que retuerce las entrañas.

Amor que asoma y se esconde,

porque se apaga la brasa,

enfebrecidas la voces,

que ante la tormenta callan.

 

Cicatrices en las manos,

de aferrarse a lo que agrada,

diluyéndose en la piel,

las caricias ya pasadas,

guarda memoria la piel,

de las heridas causadas.

Amor de pálido a etéreo,

apasionado e infiel.

 

Un paraíso que se fue,

una aventura que pasa,

aquella mirada fiel,

de aquella clara mañana,

aquel hermoso vergel,

ahíto de frescas viandas,

y amor que viene y que va,

escrito sobre la nada.

 

Heridas que no cerraron,

impresas con un troquel,

que cada mañana sangran,

un abismo sin tapar,

profundo, negro y sin alma,

ese vacío que abduce,

que a su oscuridad te arrastra,

no cicatrizan las llagas.

 

Amor de plausibles notas,

de mágicas filigranas,

en sus bordes de algodón,

amores que nunca sangran,

temores que se disipan,

como niebla en la mañana,

amor que llega y se queda,

cuando encuentra libre el alma.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

PRISIONEROS DEL MIEDO.

Sorprende la mirada,

de miedo, que subyuga,

en unos ojos tiernos,

que no saben que pasa.

Numen que desata,

indignados sentidos,

un torrente de lágrimas,

un sentimiento íntimo.

 

Un poder que arrebata,

lo más noble de lo ínfimo,

un brillo que relata,

un suspiro de alivio.

Palpitantes las alas,

del brutal sacrificio,

la dignidad robada,

un mazazo asesino.

 

La atmósfera pesada,

del sudor que la empapa,

la ira de lo injusto,

que el corazón aplasta.

Se dilatan los poros,

de las pieles que hablan,

y se mastica el aire,

espeso, que ahoga el alma.

 

Unos ojos bañados,

de lluvia de las lágrimas,

gotas de sentimiento,

de la agria amenaza.

El terror se ha adueñado,

de las pupilas que hablan,

con el silencio humano,

del miedo que atenaza.

 

Prisionero del tiempo,

el amor se desplaza,

entre los sentimientos,

presos en la mirada.

Un inaudible ráfaga,

de un amor sempiterno,

una corriente mítica,

de sutil esperanza.

 

El sendero es estrecho,

no cabe una mirada,

el amor, como el agua,

a las carnes se adapta,

y en el horror sin nombre,

la vida se levanta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri