No sabe el corazón de vaguedades,
ni sabe quien ignora, que no sabe,
no sabe que lo insípido, no sabe,
ni sabe quien no siente, que ni llora.
Los dados se lanzaron a deshora,
y al tiempo que se dicen las verdades,
de respeto la mentira nunca sabe,
que sabe la razón lo que se sabe.
Si sabe el corazón de terquedades,
y sabe de emoción y de martirios.
El tiempo no detiene su camino,
inalcanzable cual suspiro al infinito,
no sabe de lo improbable de lo eterno,
ni sabe de lo irremediable y lo maldito,
no resiste cualquier odio ningún juicio,
ni sabe de sacrificio el poderoso,
inmerso en el poder tan solo sabe,
acaparar más poder y desatinos.
El tiempo no detiene su andadura,
pues no sabe de leyes ni de juicios.
Como en una procesión van desfilando,
suceso tras suceso, vida a vida,
y nunca sabe el tiempo de dolores,
pues sigue impertérrito su sino,
ausente de emoción y de fatigas,
se va llevando sueños, sin medida,
arrastrando lo que sobra, a quien respira.
No existe amanecer ni anochecida,
el tiempo inalterable se prodiga,
pues, al final, siempre gana la partida.
Si sabe el corazón de las miradas,
sabe de melodías y sentimientos,
no sabe de medidas y consejos,
pero sabe, lo que vale lo que siento.
El viento nunca sabe lo que arrastra,
ni sabe a quién azota o a quien roza,
su fuerza no distingue ni la edad,
ni la miseria, la riqueza o la derrota.
El tiempo se desliza sin disfraz,
desnudo, sin esfuerzo y sin demora.
Al borde del abismo se ha quedado,
la bella libertad de lo distinto,
No sabe la negrura del instinto,
ni de amor sabe el canalla o el bellaco,
tan solo de aparentes simulacros.
que de amores si sabe el egoísmo,
y de anhelos fantasías y rencores.
Amores de verdad saben de olvidos,
y tiembla el corazón al describirlos.
Sabe el amor de entrega y sacrificio.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri