Inmerso en atrevidos pensamientos,
vive sin pausa el singular poeta,
cargado de emociones y sentidos,
convulso el devenir de su presente,
el insistente pasado que trasciende,
en un atardecer que nunca llega,
envuelto entre mayúsculas probetas,
probando sin cesar nuevas recetas,
que sepan comprender sus sentimientos.
Canciones de emoción y de protesta,
hermanas son de versos y poemas,
perdidas o encontradas en los restos,
que va dejando el tiempo en las cabezas,
bordadas entre luces y tinieblas,
latentes o presentes como ideas,
que vibran con las notas de sus letras.
Una canción sencilla pero auténtica,
que llega al corazón y lo libera.
Amor a contraluz que nunca llega,
tejido con los mimbres de otros mundos,
mirando al universo se distingue,
el lienzo en el que pintan los poetas,
un dulce diapasón que siempre afina,
los desafinados instrumentos de la vida,
vibrando al mismo son que sus talentos,
sonando al mismo ritmo que sus letras,
en ese devenir que nunca cesa.
Promesas de emociones que se sienten,
vaivenes de la vida que se estrena,
en ese paraninfo abierto a los que saben,
en esa gran pradera de los sueños,
donde lo más posible nunca llega.
Se van quedando solos los poetas,
viviendo entre los dientes sus tragedias,
henchidos los sentidos como huérfanos,
que sienten en sus órganos la pena.
Ya sabe el corazón que no hace falta,
que sigue con sus pálpitos la vida,
y siente en sus latidos la esperanza,
uniéndose a los gritos que protestan,
por todos los derechos que se pisan,
y vibran en su piel en carne viva,
todas las contradicciones que se palpan,
en esa encrucijada que se extiende,
en ese deambular por las esquinas.
Silencio, dijo tercamente la existencia,
sumergida en los gritos de la Tierra,
zaheridas sus carnes y sus venas,
y al borde del abismo está el poeta,
mirando lo profundo de las grietas,
buscando en las heridas sus poemas,
soñando con la vida que desean,
aquellos que perdieron sus cosechas,
los mismos que andan solos, como a tientas.
Inmerso entre los límites del tiempo,
vive el hambriento amor que nunca cesa,
colándose en los huecos que le dejan,
el odio y la traición, con sus ropas de
fiesta,
junto a él camina en silencio como un halo,
que sigue eternamente a la silueta,
el atrevido poeta que le abraza,
para darle el valor que le enriquezca,
para soñar junto a él entre las nieblas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri