No, no me mires.
Ya no soy el mismo de ayer.
El rosal de mi jardín se ha marchitado.
Las rosas no paran de caer.
No, no digas nada.
Ya no hay palabras.
La plata adorna mi cabello
y las penas surcan mi cara.
Y mi alma, sí, mi alma,
ya no se consuela,
ya no espera, ya no anhela.
¿Qué si te quiero?
Claro que te quiero.
¿Y cómo no hacerlo si diste a mi vida magia?
Pero eres primavera, yo otoño.
Estamos en dos polos.
Yo soy campo de cielo gris
y hojas caídas,
que gimen y claman con tu partida.
Soy jardín de ramas y leños secos.
Mis flores se han marchitado.
El invierno ya no está lejos.
Y tú, primavera en flor,
de abejas que se deleitan con tu dulce néctar,
brisa suave, aromas que llenan.
¡Oh, primavera!
Que con tu magia diste vida a mi mustia hierba.
Tú eres sol que ilumina mi agreste tierra.
Yo soy luna que palidece el día
y llena todo de melancolía.
Los pétalos caen uno a uno cual flor marchita,
con ellos se van mis anhelos, se va mi vida.
No, no me mires.
Sigue tu camino.
Que tu primavera lleve a otra su calor.
Tanto te quiero,
que no puedo condenarte a mi otoñal amor.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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