Parece que el tiempo se hace eterno
y que las estrellas se toman un descanso,
cuando miro fijamente a tus ojos
y bebo en paz de tu remanso.
Los árboles cantan quietamente, y con dulzura
contemplan el silencio de las gráciles colinas,
que a su vez describen nuestra metáfora
en una nocturna y delicada sonatina.
Las palabras vienen y van, formando un collar
que a nuestros corazones abriga,
declarando a los cuatro vientos
que hoy, por el amor somos poesía.
La luna, coqueta y silenciosa navegante
nos mira como intrépida testigo,
iluminando con calidez tu blanco rostro,
en el que hallo el tesoro de mi lira.
Luego, la noche se vuelve sueño
y el sueño es idilio que no se termina,
pues cada vez que me sumerjo en tus ojos
hallo escrito este nocturno, hecho poesía.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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