Un intenso olor,
inundó la estancia,
cargada de secretos,
moderna y rancia.
Un aroma sutil,
agridulce que acalla.
Perfumes de caricias,
de besos y arrumacos,
delicadas fragancias.
Como el beso que huye,
de la boca que aguarda,
fugitivo el aliento,
que de la voz escapa.
Un suspiro que pasa,
como una suave brisa,
que quisiera besarla,
en la mejilla oculta,
de la Luna plateada.
Se ha escondido en el alba,
entre efluvios de nácar,
soñando ensoñaciones,
que el deseo desatan.
Vigilante de ausencias,
que no dice ni habla,
entre los pliegues grises,
de la aurora que calla.
Se fue sin la mochila,
repleta de añoranzas,
con la ligera ausencia,
de quien no dice nada.
En los cabellos plata,
de argentíferas vainas
y la voz que acuchilla,
si la mesura falta.
Un rincón se aproxima,
queriendo ser estancia,
la luz arrinconada,
en las sombras heladas.
El amor a hurtadillas,
se hace el rey de la casa,
con su eterna prestancia.
Caminante de noche,
con paso firme avanza.
Una música se oye,
que te besa y abraza.
Caminante nocturno,
pisando sin palabras.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
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