En el fondo de mis sueños,
quiero construir una aldea,
donde no exista el cacique,
donde todo el mundo tenga,
un techo que le cobije,
y una nutrida despensa,
donde la armonía sea reina,
y la vida duradera.
Quiero un jardín de recuerdos,
donde los bellos florezcan,
sus multicolores pétalos,
saluden a quien los vea,
donde vivan los recuerdos,
con las ya pasadas penas,
y el amor riegue los granos,
de la generosa tierra.
En el núcleo de mis sueños,
quiero construir un santuario,
donde los seres sin voz,
se refugien del malvado,
y me elijan portavoz,
de sus derechos pisoteados,
donde convivan en paz,
con el animal humano.
Quisiera ser un ciclón,
que arrase a los que masacran,
la dignidad de los otros,
y gritar al poderoso,
que no es el dueño de todo,
vencer la hambruna que diezma,
a los más menesterosos,
y una existencia sin dolo.
Vivir de frente a la vida,
construyendo nuevos puentes,
para buscar la nobleza,
dejar atrás la pereza
y al otro lado sentir,
que mejor vida es posible,
más sinceras sean las mentes,
las promesas más creíbles.
Quisiera ser el suspiro,
de una pasión desbordada,
viajar a lomos del tiempo,
para frenar su arrogancia,
y en los labios que le expelen,
esperar palabras sabias,
y vivir en cada sílaba,
con la emoción en el alma.
Y en el néctar de mi sangre,
amar sin prisa y sin pausa.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
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