domingo, 8 de noviembre de 2020

LO QUE JUNTOS PUDIMOS SENTIR.

El despertar de mi sueño

se hizo realidad,

lo quisimos con empeño

y con toda intensidad.

 

Bailamos muy abrazados,

nuestros deseos ardientes

estaban los dos juntados

con emociones latentes.

 

Me besaste de improviso

y mi boca se cerró,

donaste un primer aviso

y el beso en ella quedó.

 

Fue un gozo haberte oído

decir con tímido "sí"

querer compartir mi nido

despertando el frenesí.

 

Son dos cuerpos empapados

en el fragor de la ducha,

sentimientos deseados

de pasiones en su lucha.

 

Tus delirantes latidos

golpeándome mi pecho,

de lujuria poseídos

retozando por el lecho.

 

Tu intenso amor alocado

cabalgando en un corcel,

sin riendas y desbocado

y asediándome en tropel.

 

Y tu extenuante jadeo

reverbera sobre mí

encendiendo mi deseo

y en tu ardor yo me perdí.

 

Tu corazón palpitando

sincronizado en el mío,

nos estamos entregando

a nuestro libre albedrío.

 

Percibí lo que me diste

pues tu cuerpo y alma a mí

con gran pasión me ofreciste

y yo la misma te di.

 

El cielo por ti tocaba,

Tú me dejaste sentir

lo que tanto deseaba

poniendo mi ingenio a fluir.

 

Mi empeño es seguir sintiendo

lo que esta noche sentimos,

y así continuar viviendo

el romance que vivimos.

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN EL FONDO SIN FONDO.

Se ha asomado al abismo,

a la oscura mazmorra,

al fondo de la fosa,

donde se oculta el karma.

Se balancea en la sombra,

de la clara mañana,

y bucea en lo más hondo,

donde el agua es más clara.

 

Salta el vértigo errático,

donde se acuna el ansia,

errantes pensamientos,

caminantes sin pausa.

Se ha vuelto el peregrino,

sobre la senda andada,

y se abren los caminos,

preñados de añagazas.

 

La canción se hace eco,

de la hambruna que abrasa,

dando voz a las voces,

dormidas en el alma.

Veloz entre las notas,

que el corazón agranda,

y unos ojos atentos,

que miran al mañana.

 

Se ha asomado al abismo,

donde vive la rabia,

y viajó entre los mitos,

que la verdad tapaban.

Se acercó a la pobreza,

golpeándole en la cara,

y la recia evidencia,

transformó su mirada.

 

Se ha alejado la noche,

el sol mira sin ganas,

soslayando las sombras,

que a la luz atenazan.

Miradas de reproche,

con rayos de esperanza,

mientras levita el tiempo,

sobre el amor que pasa.

 

Sonetos en el aire,

de esencias perfumadas,

amando lo que sueña,

bañando la conciencia,

de verdades que hablan.

Se quedó ente las nubes,

con el alma al socaire,

del amor que esperaba.

 

Se ha asomado al abismo,

buscando en la negrura,

la verdad que le falta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

LO DISTINTO Y AUTÉNTICO.

De rejas constreñido,

enjaulado y contrito,

preso y reo de sí mismo,

alter ego ficticio,

de cadenas fruncido,

solo la mente es libre,

en su libre albedrío,

de su ser fidedigno.

 

Va versando el poeta,

con los cinco sentidos,

mientras la vida ruge,

en su eterno hemiciclo,

canta en la rama el mirlo,

la sombra da el olivo,

y la rima se escurre,

pronta en los intersticios.

 

El poderoso ríe,

despreciando al distinto,

y el eco de su risa,

se eleva al infinito.

Las razones son muchas,

y son muchos los mitos,

y una pátina cubre,

a quien ahoga su grito.

 

Verdes valles que brillan,

de la luz de los siglos,

enamorando el aire,

dando vida a lo vivo.

Una voz en sordina,

ha llamado a los niños,

para que den lecciones,

del valor de lo mínimo.

 

Más grande es lo pequeño,

duele más lo finito,

y va soñando el necio,

que es sabio entre los listos.

Lo diminuto es grande,

si es grande su cariño,

y en el ser más pequeño,

cabe un mundo infinito.

 

Va versando el poeta,

con su zurrón ahíto,

de pasiones y errores,

de aciertos, de acertijos.

El amor se hace cargo,

de valorar lo mínimo,

e impregna con su esencia,

lo auténtico y distinto.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

AMOR DE SINRAZÓN.

Hecha de sol,

la enamorada vida,

de luna la nostalgia,

de tibio resplandor,

de luz y bruma,

de voz enmudecida.

Un sonoro clamor,

desde la cuna.

 

Amor a contraluz,

de voces desmedida,

pletórica de carne,

de sangre enfebrecida.

Amor de esclavitud,

o libre cual locura.

Adverbio la razón,

de saciedad y gula.

 

Cordura intransigente,

voraz, tenaz cordura,

memoria intolerante,

que decrece sin más,

fiel calentura hirviente.

Sensato el corazón,

entre la espesa bruma,

sembrado de simientes.

 

Arropa el corazón,

a la locura volátil,

que en el éter se esfuma,

como la espesa espuma,

esponjosa e inhábil,

que arrebata y abruma.

Se viste y se desnuda,

se espesa y se diluye.

 

Siempre construye,

la vida en carne viva,

sin viles ataduras,

sin grilletes con nombre,

libre y desnuda.

A flor de piel la aurora,

en el pecho fruncida,

de textura de sangre.

 

Flor cautiva y presa,

en la oquedad oscura,

donde se acuna el hambre.

Versátil y traviesa,

pasión que se desliza,

meteoro que arrasa,

tormenta que acuclilla,

de apariencia perversa.

 

Amor de corazón,

y de amapolas llena,

la razón que le expresa.

Una leve pavesa,

que al viento reta.

Amor de sinrazón,

y de nobleza.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

NO HAY CORAZÓN MÁS GRANDE.

No hay corazón más grande,

que el más pequeño gesto,

que una vida salve,

no hay luces más brillantes,

que la luz de un lucero,

ni amor que se compare,

con la entrega constante,

de lo noble y sincero.

 

La verdad se abre paso,

asoma entre los huecos,

a zarpazos emerge,

repta entre las mentiras,

hasta enseñar los dientes,

el poder que la impele,

va rompiendo estructuras,

floreciendo entre ortigas.

 

De la vida que pasa,

como un veloz cometa,

susurrando al oído,

ideas y promesas.

De la luna que mira,

el deambular con miedo,

arrebatando el ánimo,

amando entre recuerdos,

sollozando y riendo.

 

No hay corazón más grande,

que el que se entrega entero,

como entrega la vida,

ante el fuego el bombero.

De la vida el respeto,

una voz que se funde,

con el amor sincero.

Un corazón más grande,

en el ser más pequeño.

 

La corriente la arrastra,

como a un frágil velero,

zarandeando su cuerpo,

envolviendo su ego,

un destello entre sombras,

disfrazada entre miedos,

que navega en silencio.

La verdad entre las olas,

del delicado cuerpo.

 

Del cariño que nace,

del amor que se cuida,

y una suave caricia,

que vislumbra la dicha.

Del derecho que grita,

camuflado entre risas,

y una leve sonrisa,

contagiosa y ladina.

 

Suave cual terciopelo,

recia como arpillera,

la mano mata o mima,

como un brutal flagelo,

o una pluma en la brisa.

Una lágrima vívida,

que rueda de alegría,

o de dolor desliza.

 

No hay corazón más grande,

que no tiene cabida,

en el pecho que sufre,

ante el hambre y la insidia.

No existen corazones,

más grandes si no gritan,

ante tanta barbarie,

que a otro ser sacrifica.

 

Se ha quedado dormida,

soñando en los dobleces,

arrebujada en calma,

entre sábanas nítidas,

viviendo entre los sueños,

de realidad ungida.

La verdad no despierta,

si el corazón se achica.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

DEL LIBRO DE LA VIDA.

Hojas en blanco,

de inquisitiva ausencia,

retadora mirada,

que exige la presencia,

huecas están sin letras,

como vacías ánforas,

del manantial sin agua,

que la humedad espera.

 

Del corazón el aire,

donde se oculta el aura,

solitaria en la estepa,

llena de encrucijadas,

en guerra sus entrañas,

que dudan y que aciertan,

hoja en blanco sin nombre,

que se vacía y se llena.

 

Se desnuda y se viste,

la esperanza que medra,

entre triste y contenta,

de transitar la senda.

En ciernes la sospecha,

en blanco la mirada,

de la esperada senda,

a lo lejos plasmada.

 

Como aves migratorias,

emprenden las palabras,

un camino entre notas,

marcando las distancias,

un devenir de sueños,

que abrumados se agostan,

perdidos en la nada,

del vacío de las hojas.

 

El corazón se ha vuelto,

del revés, como el alma,

que de su ser se pierde,

cual volátil mirada.

Una sombra se cierne,

sobre la blanca hoja,

del libro de la calma,

de su esperado encuentro.

 

Soneto tras soneto,

amar amando el verso,

ha llenado la página,

con personal acento,

se ha cubierto su cuerpo,

de palabras de magia,

bailando como elfos,

alegres y enigmáticos,

rimando al mismo tiempo.

 

Como queda la hoja,

que al vaivén de los vientos,

se balancea sin habla,

así vaga el recuerdo,

que quisiera plasmarse,

en la furtiva página.

Huye el tiempo que fluye,

de la mente inspirada.

 

Amar sin subterfugios,

de la mirada clara,

que los ojos destapan,

llenando los vacíos,

de amores que se marchan.

Un destello elegante,

inmerso en el refugio,

de la sombra adorada.

 

En blanco están las hojas,

para poder llenarlas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

DE LA VIDA ...

Cerrar el vació que te llama,

beber de la conciencia que reclama,

sentir de la inocencia, fértil llama,

de los amores, digerir su esencia.

Así, seguir viviendo en la inocencia,

de la temprana vida que comienza.

Amar desde el valor, que impele,

la vida en su extensión, y su mirada.

 

Sentado en el pretil de la nostalgia,

soñar sin despertar en la espesura,

de penar, de amargura y de fragancia.

Volver sobre los pasos de la luna,

desaprender bebiendo de la cuna.

Una gota de luz, un torrente de magia,

un manantial de auroras y de albas.

El murmullo del agua que te cura,

una emoción sentida y espontánea.

 

La vida en su devenir, de por si extraña,

como una extensa y sutil telaraña,

entretejida de verdades y añagazas,

fiero volcán o apacible mañana.

De sortilegios cosida la esperanza,

zurcida de colores, variopinta, adornada.

Vergel o árido desierto ausente en nada,

una sombra fugaz, una profunda calma.

 

Partir por la mitad, unir las almas,

oler y respirar, de placer despertar,

sentir la brisa abrazando la cara,

aspirar con fruición tierra mojada.

Mirar la inmensidad del océano,

la Naturaleza dejarte sin palabras.

Así el atardecer será mañana,

la noche será, cada día más clara.

 

Doblar la esquina, donde vive el alma,

oír los manantiales, en su rumor retándola,

retando a la ignorancia y a la rabia.

Volver al corazón, ausente a veces,

amando cada instante en cada etapa,

de la vida que llega y la que marcha.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

COMO EL AGUA ...

Entre los recovecos se desliza,

agua servil que al hueco abraza,

corazón que se enlaza,

al latido mortal que le atenaza.

Se acuna en el rincón el viento,

besa la brisa enardecido anhelo,

un soplo que en el aire habita,

bailando el sentimiento.

 

Lento caminar que ama la tierra,

hollada a golpes de cordura,

ignorante y curiosa criatura,

bordada en los granos de la arena.

El sol abrasador ha sucumbido,

fuego de vida y de alimento,

un devenir de soledad sintiendo,

en la hoguera, la gélida locura.

 

Que no calle el cantor que vive dentro,

en los resquicios del amor inmerso,

que no silencien voces de deseo,

en las mazmorras de los sueños.

Amor mortal de carne y versos hecho,

que amordacen las entrañas,

que gritan silenciosas sin consuelo,

que no callen el hambre y sus derechos.

 

Caricia que se enrosca como el aire,

al sentido errático envolviendo,

fiera pasión que al sentir devora,

calando su furor hasta los huesos.

Entre las grietas vive el tiempo,

al socaire del deseo y al acecho,

burlón azar que es hoy u otrora,

y juega al escondite con el verbo.

 

Medrando entre las carnes el asfalto,

bofetada mortal que las desarma,

un huracán de voces y zarpazos,

en la vorágine fatal de su arrebato.

Amar la piedra de hiedra revestida,

amar entre las notas de un piano.

Un florecer de ideas que se cruzan,

volcadas del ayer y tan temprano.

 

Amor carnal de tierra y voces juntas,

amor de soledad y de tortura,

amor sin más, sintiendo la locura,

como el agua que se abraza,

a la tierra que inunda.

Amores de verdad, sin desmesura,

amor natal, de sangre la criatura.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

domingo, 1 de noviembre de 2020

DESDE LA QUIETUD.

Desde la quietud de un mar sereno

todo es más claro en el horizonte

pues toda paz que la noche esconde

le da vida a mi sentir más viejo.

 

Es llama que enciende lo que llevo

lo que me acompaña transparente

y al silencio del mar que me envuelve

me acorralan vivos los recuerdos.                

 

 Desde la quietud de un mundo en sueño

me estrecha sedosa la nostalgia

y al sentir sus brazos que me abrazan

en mares del pasado me duermo.

 

Es un mar recubierto de espejos

el que arrastra mi vida apagada,

figura de gloria iluminada

y me asalta su luz en reflejos.

 

Desde la quietud de los momentos

que nacen con el anochecer,

abro mi conciencia y toco a ver

cerca lo lejano y a él me entrego.

 

Todo deja marca en el recuerdo,

nada nos borra lo ya vivido,

como una estatua hecha de granito

es el pasado que vive eterno.

 

Vuelven los detalles del misterio

de lo que nada es pero lo fue,

 el hoy mañana será el ayer

 y yo lo escribiré desde la quietud del tiempo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

SOLEDAD QUE TE REQUIERE.

Soledad que te acompaña,

palomas que vuelan dentro,

vibran nobles sentimientos,

como lúcidos sonetos,

la voz interna te llama,

cargada de pensamientos,

y hasta se conmueve el alma,

al descubrir sus secretos.

 

Voz eterna de nobleza,

arrebatada a los sueños,

vertida en los viejos ríos,

de corrientes sin regreso.

Voz interna que te llama,

perlada de los defectos,

de verdades superpuestas,

de nuevos descubrimientos.

 

Un sentimiento colgado,

de las cuerdas del encierro,

sumido en las controversias,

entre fracasos y aciertos,

emociones que se cruzan,

con pasiones de otros tiempos,

y van dejando volutas,

disueltas como deseos.

                                               

La locura impreca al pálpito,

que vive de los recuerdos,

y alimentándose de ellos,

llena el interior de dudas,

en la soledad inmersos.

Canciones que acuden prestas,

como ágiles sortilegios,

para soñar el deseo.

 

Crespones blancos y negros,

guirnaldas multicolores,

brillantes luces titilan,

oscuras sombras que nublan,

fugaces y vivos sueños.

La vida entera que pasa,

en la soledad, sin freno,

amores y sentimientos.

 

Soledad que te acompaña,

vaivenes de las nostalgias,

que acuden como bandadas,

de febriles pensamientos,

voces que gritan solícitas,

reclamando sus derechos,

amores adormecidos,

matizados por el tiempo.

 

Soledad que te descubre,

soledades que te abducen,

en solitarias mansiones,

donde el amor no es secreto,

susurros entre las notas,

del dolor que vive dentro.

Versos cuajados de historias,

vividos y descubiertos.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri