Fluye la idea en la mente,
semilla que así germina,
y se aposenta tranquila,
vive, pero tenuemente,
mientras la carne palpita,
sutil sin parar camina,
transita pausadamente,
y corre o viaja sin prisa.
Viejo batel que navega,
desconchadas sus cuadernas
orgullosamente erecto,
desafiando a la galerna,
velas henchidas de auroras,
aventuras en la quilla,
timonel que observa y sueña,
delirantes pesadillas.
Camina, siempre camina,
regio, recio y decidido,
enarbolando entre olas,
la silueta de sus ritos.
Camina, siempre camina,
hendiendo surcos de vida,
y va dejando moléculas,
en cada ola que salpica.
Fluye vacilante idea,
extraña entre las que medran,
y va flotando sin rumbo,
sorteando a las que reptan.
La genialidad se oculta,
en la maraña que impera,
y como un batel da tumbos,
ante la intensa marea.
El tiempo ha dado la espalda,
silencioso, terco y ciego,
a la mirada y la voz,
a la exclamación airada,
no sangra ni siente enojo,
perdona y a veces cura,
otras flagela a su antojo,
no descansa ni se altera.
Batel que hincha las velas,
con el soplo del dios Eolo,
en las carnes de la mar,
hiende el cuerpo con arrojo,
en su andadura a bandazos,
busca el rumbo con los ojos.
Roe el tiempo la cubierta,
oxida el tiempo su rostro.
Camina, siempre camina,
pausadamente o veloz,
buscando amor entre nieblas,
y en la vida una razón.
Camina, siempre camina,
sobre ascuas o algodón.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri