martes, 20 de octubre de 2020

SENSUALIDAD.

Esbeltez al andar, tentación, un toque de superficialidad, una mirada profunda sin perder el control.

Del tacto no habrá necesidad, la fragancia penetra por los poros de la piel, para quien es presa de la sensualidad tuya.

Gusto a dulce labial con amargo sabor al final, la penitencia no lo valdrá, será dolor y susceptibilidad.

Miradas que atrapan a través del placer, con secuelas de inestabilidad, castigos terribles tendré que soportar.

Querrás obtener el dominio y quizás poseer cada pensamiento naciente de mi sensibilidad, piedad.

Arrebatar es causa de satisfacción, la vitalidad se ausentará, la persuasión causa tanto mal, tu sensualidad.

Una prisión en comparación, sería un refugio ideal, pues la aparente libertad es esclavitud abstinente de tranquilidad.

Piedad, ruego por una tregua entre mi alma y tu sensualidad, una permisión para el camino retomar, no es merecido un final así.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ME ALEJARÉ.

Es medianoche, solitario y pensativo,

se acumulan tristezas y vacíos en mí,

yo sé que existo, que aún estoy vivo,

pero todo es tan frío, no estás aquí.

 

Admito mis errores, soy un simple mortal,

que solo quiso amarte, profundamente,

no tenerte conmigo, es para mí fatal,

persisten tus recuerdos en mi mente.

 

Sucumbir ante el dolor, a veces quisiera,

es inevitable no sentir está soledad,

recuperarte de nuevo, tal vez pudiera,

pero la decisión fue tuya, esa es la verdad.

 

Implorar tu regreso, es algo imposible,

no puedo forzar algo que ya no existe,

trataré de ser feliz, en lo posible,

acordándome lo bella que fuiste.

 

La tinta de nuestro amor, ha sido agotada,

solo han quedado páginas en blanco,

el fin de esta historia, ha sido consumada,

lo que construimos, se ha ido al barranco.

 

Siendo franco, tú no tienes la culpa

solo pasó, y tendré que olvidarte,

déjame ofrecerte una disculpa,

y decir que nunca dejaré de amarte.

 

"El sentimiento persiste, y lo guardaré,

Seguiré mi camino, y me alejaré".

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

QUÉ TIENEN ESOS OJOS.

 

que tienen esos ojos

que cuando me miran

me dejan temblando;

que tienen esos ojos

que su mirar destella

más que dos luceros de lo alto.

 

que tienen esos ojos

que en su mirar me dicen

me dicen todo sin palabras;

que tienen esos ojos

que me roban hasta la calma.

 

que tienen esos ojos

que cuando me miran

me invitan a sumergirme

en el océano divinizado

de su dulzura

tan fémina y sublime.

 

que tienen esos ojos

que cuando me miran

me dejan temblando...

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

SIEMPRE CONTIGO.

Los árboles ya no se mueven

y el sol tampoco descansa

el viento ya no se siente

las hojas ya no se arrastran.

 

La gente ya no camina

los pájaros ya no cantan

el silencio atemoriza

la vida quebrantada.

 

El dolor que incinera

la boca que ya no habla

los ojos tristes a la arena

opacos, miraban, lloraban.

 

Con soledad de compañera

una taza vacía tocaba

la música triste suena

y ella, en silencio recordaba.

 

Un amor que ya no existe

eterno estará esperando

aquí hecho sus raíces

y ahora, cuánto es extrañado.

 

Siempre contigo no existe

palabras que se llevaron

el viento y las sombras grises

dejando la hiel y el llanto.

 

Siempre contigo y te fuiste

aquí por siempre, estaré esperando.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

LA SANGRE SABE LOS NOMBRES.

Los ojos abiertos bailan,

bailarines de puntillas,

al ritmo de las pestañas,

rítmicamente vigilan.

Como dos amaneceres,

la luz refracta la vida,

hondas cuencas los acogen,

vivaces son las pupilas.

 

Deshojando las verdades,

flor que al mirar se deshoja,

como un rosario de cuentas,

del hilo que las engarza.

Profunda sabiduría,

que las cadenas aflojan,

que a las razones liberan,

libres presas reprimidas.

 

El sendero queda lejos,

entre colinas sin vida,

canciones que llegan sordas,

rajando como cuchillas.

Verde sombra entre lo negro,

del amor que vive y grita.

Senderos entre las notas,

transitados de rodillas.

 

El corazón se acelera,

fuego ardiente en las orillas,

mensajero de emociones,

correo de las noticias,

del sentimiento que habita.

Sepulturero de sombras,

gladiador de las mentiras,

timonel que al ser impulsa.

 

Como luciérnagas brillan,

en la oscuridad profunda,

y van señalando el rumbo,

por el camino que habitan.

Las emociones se suman,

como rimeros se apilan

y van dejando señales,

en cada paso que brilla.

 

Amaneceres de alondras,

regazo de las delicias,

abanico de los aires,

de vientos que no claudican,

en la titánica fuerza,

del vientre que las sublima.

Auroras de nuevas vidas,

emergiendo de las sombras.

 

La vida cruzó la puerta,

fértil rayo en la tormenta,

entre algodones y riscos,

entre caricias y espinas.

La sangre sabe los nombres,

de las penas y alegrías.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN EL VIENTRE QUE PALPITA.

El mundo se revuelve,

retorcido en sí mismo,

convulso vomita fuego,

de sus entrañas heridas,

en sus quejidos terráqueos,

alerta a las fuerzas vivas.

Voz agónica de enfermo,

que de sus males avisa.

 

El terror dobló la esquina,

en el hambre que se aviva,

y negros anocheceres,

despliegan su negras alas,

palpitando las cabezas,

la fiebre que las sublima.

Pasa de largo el respeto,

huyendo de la embestida.

 

Aletean las ideas,

vivas y gráciles ninfas,

recitando letanías,

machaconamente activas.

La rama sacude al árbol,

masa que tiembla y respira.

La sangre fluye a raudales,

para ayudar a la herida.

 

Corazones desechables,

embadurnados de inquina,

presos en una cordada,

de razones que se enquistan.

La voz cuajada y espesa,

de una posesa sin rima,

agrietada en sus acentos,

en claroscuros perdida.

 

La mar solloza en las carnes,

masa líquida que grita,

enarbolando los brazos,

como látigos fustigan.

Respira agitado el nervio,

de su corriente continua,

y se desarbola el mundo,

como aves despavoridas.

 

La frente al sudor acude,

para drenar lo que agita,

sempiternas sensaciones,

colgadas en las reliquias.

El amor mira su vientre,

colmado de primaveras,

y se despierta la fiera,

que en sus adentros anida.

 

Viejo mundo fragmentado,

en el verso que le mima,

ahíto de anocheceres,

impregnado de almas vivas.

Amor bailando en el centro,

donde la verdad habita,

enmudeciendo los gritos,

de la justicia que obliga.

 

Mundo que al ser amamanta,

con la tierra que vomita,

prendidas en las gargantas,

las esencias de sus vidas.

Destila amor en su vientre,

abrazando a quien le cuida.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

domingo, 18 de octubre de 2020

CARICIAS DE PAPEL.

 

𝑆𝑖 𝑎 𝑣𝑒c𝑒𝑠 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑡𝑖

... 𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑎𝑙𝑚𝑎 𝑠𝑒 𝑟𝑒𝑠𝑞𝑢𝑒𝑏𝑟𝑎𝑗𝑎

𝑠𝑒 𝑡𝑜𝑟𝑛𝑎 𝑜𝑠𝑐𝑢𝑟𝑎 𝑦 𝑠𝑒 𝑝𝑜𝑛𝑒 𝑎 𝑙𝑙𝑜𝑟𝑎𝑟,

𝑒𝑠 𝑖𝑛𝑢𝑛𝑑𝑎𝑟 𝑙𝑎 ℎ𝑎𝑏𝑖𝑡𝑎𝑐𝑖𝑜𝑛 𝑑𝑒 𝑎𝑙𝑔𝑢𝑖𝑒𝑛

𝑞𝑢𝑒 𝑦𝑎 𝑛𝑜 𝑒𝑠𝑡𝑎,

𝑒𝑠 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑟o𝑚𝑝𝑒𝑟𝑠𝑒

𝑒𝑛 𝑚𝑖𝑙 𝑔𝑟𝑖𝑒𝑡𝑎𝑠 𝑦 𝑟𝑒𝑠𝑝𝑖𝑟𝑎𝑟...

𝑚𝑎𝑙𝑒𝑠𝑡𝑎𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑑𝑢𝑒𝑙𝑒 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟.

 

𝑄𝑢𝑒 𝑚𝑎𝑙𝑜 𝑒𝑠 𝑎𝑚𝑎𝑟 𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑙𝑒𝑛𝑜

𝑑𝑒 𝑟𝑒𝑐𝑢𝑒𝑟𝑑𝑜𝑠 𝑦 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟 𝑞𝑢𝑒 𝑏𝑙𝑜𝑞𝑢𝑒𝑎𝑟

𝑙𝑎𝑠 𝑚𝑖𝑙 𝑙𝑎𝑔𝑟𝑖𝑚𝑎𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒

𝑞𝑢𝑒𝑑𝑎𝑟𝑜𝑛

𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑡𝑖𝑛𝑡𝑒𝑟𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑜𝑛...

𝑠𝑢𝑓𝑟𝑖𝑒𝑛𝑑𝑜 𝑖𝑛𝑓𝑎𝑟𝑡𝑜𝑠, 𝑎𝑟𝑟𝑖𝑡𝑚𝑖𝑎𝑠,

𝑑𝑒𝑠𝑖𝑙𝑢𝑠𝑖𝑜𝑛...

𝑦 𝑢𝑛𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑜𝑡𝑟𝑎 𝑔𝑟𝑖𝑒𝑡𝑎 𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑎𝑏𝑟𝑖𝑜.

 

S𝑖 𝑎 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠 ℎ𝑎𝑏𝑙𝑜 𝑑𝑒 𝑡𝑖

𝑒𝑛 𝑝𝑜𝑒𝑚𝑎𝑠 𝑖𝑛𝑐𝑜𝑛𝑐𝑙𝑢𝑠𝑜𝑠

𝑜 𝑐𝑎𝑟𝑡𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑎𝑚𝑜𝑟... 𝑠𝑜𝑛 𝑡𝑎𝑛 𝑠𝑜𝑙𝑜

𝑐𝑎𝑟𝑖𝑐𝑖𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑝𝑎𝑝𝑒𝑙

𝑞𝑢𝑒 𝑟𝑜𝑛𝑑𝑎𝑛 𝑒𝑛 𝑚𝑖 𝑎𝑙𝑚𝑎

𝑦 𝑐𝑜𝑠𝑞𝑢𝑖𝑙𝑙𝑒𝑎𝑛 𝑒𝑛 𝑚𝑖𝑠 𝑚𝑎𝑛𝑜𝑠

𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑝𝑜𝑑𝑒𝑟𝑡𝑒 𝑡𝑒𝑛𝑒𝑟,

𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒 𝑝𝑢𝑛𝑡𝑜𝑠 𝑦 𝑐𝑜𝑚𝑎𝑠

𝑦 𝑢𝑛 𝑝𝑒𝑑𝑎𝑧𝑜 𝑑𝑒 𝑣𝑖𝑑𝑎

𝑞𝑢𝑒 𝑠𝑒 𝑚𝑒 𝑓𝑢𝑒.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri. 

ANOCHECERES DE DÍA.

Marmórea faz incolora,

faz sin gestos acuñada,

un imperceptible rictus,

de gélida y congelada.

Rostro entre enjuto y estático,

inmóvil como una estatua,

unos diamantinos labios,

en la granítica cara.

 

La sencillez del asceta,

frugalidad en su pitanza,

la honradez de pensamiento,

que su espíritu resalta.

El profundo sentimiento,

maduro y rico, sin grietas,

la voz plegada hacia adentro,

emergiendo con templanza.

 

Petrificada se queda,

la verdad de quien engaña,

un encaje de bolillos,

ensimismando a quien pasa.

Treta de engañosa facha ,

oculta en los dobladillos,

de pérfidas alabanzas,

color de moneda falsa.

 

La cerviz dobla el labriego,

agacha el rostro el sumiso,

siembra el labrador su sangre,

pierde el rendido su sitio,

vence al gigante el valiente,

el necio mira su ombligo.

Así, entre héroes y villanos,

gira el mundo en torbellino.

 

La mediocridad se extiende,

ponzoñosa plaga bíblica,

parasitando las mentes,

en una corriente cíclica.

El pensamiento se enquista,

el sentimiento se agosta,

el mediocre vive y grita,

y en su ignorancia se ahoga.

 

Beber del cálido néctar,

de la fragancia que emana,

sucumbir a las caricias,

de una mano edulcorada,

sentir la brisa escurriéndose,

por la sonrosada cara,

oler con fruición la tierra,

de un manantial empapada.

 

Aterciopelado rostro,

de tersura delicada,

de miel canela los ojos,

de plumíferas pestañas,

labios de sedosas carnes,

como invitando a besarlas,

y pupilas bailarinas,

dando luces a la cara.

 

El necio busca la sombra,

preñada de ideas falsas,

refocilándose en ella

enlodada de añagazas,

mientras el respeto danza,

en la luz de la alborada.

 

El amor se va posando,

sobre pétalos de vida,

deshojando margaritas,

llenando vidas aciagas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ENTRE BASTIDORES.

Y detrás de la tramoya,

laberínticos rincones,

donde medra la avaricia,

tramas y oscuros rumores.

Cadencia de las codicias,

enrejadas situaciones,

y una garganta que grita,

señalando los errores.

                                                  

Camino de la aventura,

sigue el caminante el norte,

lleva en su alforja la vida,

en sus ojos los resortes.

El Sol sigue su andadura,

fiel reflejo en sus pupilas,

y un caminar sin premura,

paladeando sus andares.

 

La mar, extendida lámina,

sólido cristal de vida,

un espejo cristalino,

una madre que cautiva,

un airado torbellino,

que amamanta a la criatura.

Sangre de agua, carne viva,

un gigantesco latido.

 

Placer que el instinto acucia,

instinto que se desata,

placentero amanecer,

entre pálpitos que hablan.

Escondido entre la bruma,

el instinto se soslaya,

al acecho cual felino,

agazapado en la nada.

 

Apoyado sobre el tiempo,

vive el soñador sin habla,

elucubrando emociones,

enamorado en su magia.

Entre vapores nostálgicos,

pasado que le arrebata

y un presente sin fisuras,

emocionando su alma.

 

Senderos cruzan los sueños,

caminos de la esperanza,

netas notas que se agolpan,

cúmulo de encrucijadas,

atajos entre las sombras,

de una verdad que se agacha.

Va despertando el sentido,

de la modorra temprana.

 

Entre bastidores quedan,

enredaderas de sueños,

rancias imágenes viejas,

entrelazadas cordadas,

diapasón de realidades,

nostalgias y nuevas almas.

La voz en off recitando,

la conciencia de quien habla.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

AMOR QUE CRUZA LA SOMBRA.

En el interior se fragua,

dentro nace y se deshace,

por dentro se mezcla y yace,

en el exterior ingrávido.

Viejos sueños, nuevos hábitos,

efluvios de contrabando,

mezclados quedan placeres,

con el regusto de agravios.

 

Giran como una peonza,

los amables y desabridos

sentimientos, que pululan,

como latidos al pairo,

de corazones de plástico.

Como vórtice que abduce,

las esencias que supuran,

de amores y desagravios.

 

La flor prendida en el pecho,

tormenta que al fin amaina,

que remite desde el centro,

el centro de las corrientes,

de fragorosos deseos.

La faz hueca como el eco,

de sus infinitos gestos,

regueros como serpientes.

 

En el interior se rompen,

ataduras y entrecejos,

las bridas y los grilletes,

que ahogan la voz que hierve,

el sentimiento que nace,

el pensamiento que crece

y la libertad emergente,

de la fuerza que la impele.

 

Torbellino de emociones,

vorágine de recuerdos,

arrasadoras imágenes,

con la impronta de su celo.

Huracán de sentimientos,

que se agolpan en el centro,

de los corazones ciegos,

bandadas de nuevos sueños.

 

El yunque ordenó al martillo,

que golpeara con respeto

y los golpes arreciaron,

caso omiso a sus deseos.

En el cuerpo dolorido,

se fue amoratando el nervio

y el alma quedo agostada,

ante tamaño desprecio.

 

Amor que fluye cual rayo,

de las entrañas del trueno,

fogonazo fulminante,

en un delirante fuego.

Amor que sigue girando,

aunque le someta el tiempo.

Amor que cruza la sombra,

para seguir al lucero.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri