Perdidos en los rescoldos,
de profundas reflexiones,
van quedando entre los sones,
promesas que nunca fueron,
en su propia esencia diluidas,
perdidas en sus errores.
Se depositan los posos,
en mentes secas y frías,
donde viven de por vida,
en enredados despojos.
No siente quien no padece,
no comprende quien no cede,
y en la hojarasca se pierde,
quien sin saber, despotrica.
Quien no arriesga no conoce,
no recoge quien no siembra,
y es difícil que se salven,
quienes la verdad no entiendan,
el minúsculo detalle,
encierra toda la ciencia.
Se quedan en el olvido,
quienes tan solo medraron,
sin vivir su propia vida,
y se van quedando atrás,
quienes nunca se quejaron,
exigiendo libertad,
y en esa senda perdida,
viven sin haber vivido,
quienes sin pensar se olvidan,
de que pensar, no es olvido.
El tiempo juega a favor,
de quienes frenan la huida,
y es más leve la caída,
si es más liviano el temor,
la vida, sin ton ni son,
no vive, tan solo habita,
y se escapa con las prisas,
creyendo que es lo mejor,
es como una acordeón,
solo suena cuando achica.
Perdidas entre las brumas,
se van quedando las risas,
explosiones de sonrisas,
que sin poder esperar,
en el éter se prodigan,
de la brisa al vendaval.
El corazón se hace trizas,
y cada pequeña esquirla,
deja una muesca, una herida,
que no se puede borrar.
Amores cual diapasón,
que en distinto tono vibran,
afinando melodías,
que llegan al corazón,
sones de amor que cautivan,
en la cruda realidad.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri