Se va enturbiando a veces la esperanza
entre los nubarrones que la envuelven,
y grises y plomizas añoranzas,
acechan en los márgenes que vuelven,
y ya asoman las garras, cuando quieren,
y ya bailan sin miedo en otras danzas,
las voces van zurciendo lo que rompen,
las lágrimas bañando lo que manchan.
Ya sueña el ruiseñor con ser halcón,
y quisiera el halcón decir su canto,
ya van retoños, siendo largos tallos,
y van dando las flores su esplendor.
La vida ya se acerca y va plasmando,
matices que embellecen la razón,
y vaga enamorado el corazón,
buscando otra ilusión, siempre buscando.
Perdida entre arrebatos la conciencia,
sujeta a los vaivenes que la impelen,
dormida sin querer, a veces, sueña,
y, a veces, alterada se despierta,
deambula cual sonámbula y no cesa,
de explorar la razón de la existencia.
No sabe la razón de fantasías,
ni sabe la mentira de certezas.
El tiempo se ha cobrado su ración,
y como es tan glotón, no está saciado,
de normas, nunca sabe el corazón,
que sigue bailando sin ton ni son,
un ágil ejercicio de alterada pasión,
un devenir constante, un sin final,
piruetas y equilibrios, sin control,
un deseo de amar, de ser enamorado.
La vida pasa, incansable pasajera,
un caminar constante y tan tenaz,
que nunca da ni remansos ni treguas,
su afán, es ser juez y ser sentencia,
es ser respiración y ser latido,
es ser el diapasón, que afine el ritmo,
es ser la piel, los huesos, y es tan locuaz,
que quiere convencer y ser conciencia.
El tiempo, se ha cobrado la existencia,
y hasta en el amor, se cubre y se recrea,
quiere ser las manecillas del reloj,
y quiere ser la esfera y ser la ciencia.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri