La poesía se halla en ti, mujer, en toda tú;
en tu cuerpo vestido
con prendas ajustadas,
ornato solamente,
pues la imaginación
unida a la libídine,
mediante rayos X
en los ojos,
trasciende más allá de tu silueta
y tus obvias formas curvilíneas, voluptuosas;
la imaginación cargada de lascivia
penetra y deja ver incluso
tu grácil esqueleto,
bella estructura ósea.
La poesía se halla bien
en tu cuerpo vital semidesnudo,
invitación a la fiesta del placer
ꟷentre dos solamenteꟷ,
preámbulo de amor,
exordio de la cópula;
momento en que brota la tersa poesía
de tus pequeñas manos delicadas
dadoras de caricias
y surge la poesía lúbrica e ígnea
de tu boca
ꟷestímulo y deleite
con su sabor a mentaꟷ,
el beso imprescindible,
el íntimo beso francés.
Pero es en tu cuerpo
totalmente desnudo,
donde con mayor énfasis
encuentro yo la lírica,
pues en el coito,
libertad de piel a piel,
radica la suprema belleza.
Aparece entonces
la poesía más erótica:
En tus péndulos senos,
montada sobre mí, encima de mi falo,
a horcajadas,
inclinando tu pecho
para dar a mi boca
tus pezones eréctiles,
que se ponen más duros
en respuesta a mi ansiosa
y salaz lamedura
y a mi ávida y grata succión.
Ardiente es la poesía de tu vulva
por el estro enrojecida,
con sus labios mayores hinchados
y sus labios menores salientes
y su clítoris ufano y erecto
provocando a mi boca,
inducción a la chupada lujuriosa.
¡Ay, mujer!, tu vulva … tu vagina …
tu sexo y sus orgasmos y los míos … tan
sabrosos.
Maravillosa es tu lengua rica y suavecita
recorriendo mi cálido cuerpo,
pero sobre todo mi zona pubiana,
deslizándose, desde la parte baja de mis
testes,
por el tallo de mi túrgida verga
hasta llegar a su cúspide,
para regodearse en mi balano,
saboreando el transparente lubricante.
Tu boca … tu boca es otra vulva
haciendo sexo oral;
su saliva compite en lubricidad
con la lubricación de tu vagina …
En un sesenta y nueve, mujer,
reciprocamos complacencia.
Tu boca y tu vulva son lo mismo …
pero tu boca … ¡ay, mujer, tu boca!
en ella caben mis testículos henchidos.
Tu boca parece retribuir con los máximos
orgasmos,
pues sumamente hermoso y placentero
es ver cómo devoras mi falo
hasta el punto de venirme en tu boca
y ver cómo disfrutas la ingestión
de mi blanca y espesa ambrosía.
Los orgasmos proporcionados por tu boca,
sin duda, son comparables pero inigualables.
Tu boca es mi locura de amor;
podría volverme un erotómano tu boca …
tu boca … tu boca … tu boca …
tu boca sumamente deliciosa.
Extensa es la poesía de tus nalgas y en tus
nalgas,
sí, de tus nalgas y en tus nalgas,
pues, además de ser correcta la voz,
ahí en la intimidad,
cuando uno hace el amor
no anda con eufemismos,
poniéndole a las cosas un nombre inadecuado.
Tus nalgas, llenas y lozanas,
motivo del deseo y el antojo:
marcarlas con mordidas y palmadas
y en ellas estampar mi seminaria rúbrica.
Tus nalgas, mujer, fémina, hembra,
carnosas, abultadas,
tan hechas a propósito
para acoger los fúricos embates
previos al auge de la copulación
y los últimos impulsos eyaculatorios.
En toda tú ꟷen tu sexo, en tu carneꟷ
hay elación de la poesía;
en todos los conductos de tu cuerpo
que sirvan al deleite,
en todos tus placibles orificios…
¡Esfínteres femíneos hay de una magnífica
poética!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.