lunes, 8 de febrero de 2021

NUEVAS SENDAS.

Reconocible esencia,

que deja la presencia,

de exquisita fragancia,

perfumada conciencia,

del aliento que emana,

de la fugaz ausencia.

Un efluvio que embriaga,

un suspiro que alienta.

 

Primavera de encuentros,

que el retoño florezca,

que crezcan sus anhelos,

sus esperanzas nuevas,

elaboradas notas,

que un instrumento enseña,

delicados matices,

que su crecer concretan.

 

Atardeceres locos,

y madrugadas frescas,

bordadas de enseñanzas,

de anochecidas plenas.

Profundizando el nervio,

en su delirio aumenta,

y es más cálido el beso,

cuando la noche tiembla.

 

Anocheceres místicos,

de aparente pureza,

salpicados de incógnitas,

complicidad excéntrica,

de inconclusas dialécticas,

y una caricia efímera,

que nace en la refriega,

y el sabor que enajena.

 

Ha nacido el retoño,

ha cruzado la puerta,

del epicentro mismo,

que gestó su presencia.

Del vientre de los tiempos,

ha nacido un camino,

un rocoso sendero,

una escabrosa senda.

 

Amaneceres mágicos,

que al corazón despiertan,

que bebe de las noches,

que a las luces se aferra,

con el dolor del parto,

del día que se queja,

sonoro es el bostezo,

con el que el día despierta.

 

La música se eleva,

cruzando la materia,

va dejando las notas,

en cada mente abierta,

y al olor de los siglos,

de inmaterial presencia,

se han quedado los versos,

mirando hacia el planeta.

 

Amor de atardeceres,

de amanecer amores,

de anocheceres muecas,

mirar de renaceres,

que observan nuevas sendas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

YA SE VAN, YA SE VAN, PERO SE QUEDAN.

Ya cobró la justicia su tajada,

ya salió de los sueños la criatura,

ya voló buscando el nido la paloma,

ya colmó con sus frutos la cosecha,

ya la luz fundió las sombras en la aurora.

Ya se arraiga en las almas la esperanza,

si acaba la tortura, si el hambre acaba.

 

Ha templado el acero con el fuego,

ha sembrado con paciencia la confianza,

en la serena pasión de sus anhelos.

Ha pagado la deuda quien afana,

y ha nacido en cada sombra la mañana.

Ha volcado en los demás sus alegrías,

y su gozo ha compartido con templanza,

dando al sueño el reposo merecido.

 

La canción de la verdad suena en el nido,

donde crecen los retoños que sollozan,

y una voz en lo más hondo se ha erigido,

entre truenos, tormentas y algaradas.

Ya se cobra la vida de otras vidas,

la parte elemental que así le toca,

y el mar de la tierra ya se cobra,

la carne arrebatada de sus tripas.

 

Ha soñado el corazón con la aventura,

ardiente de pasión se ha aventurado,

ha llamado a la puerta la fortuna,

la fortuna de sentir que el ser soñado,

se ha tornado en realidad entre la bruma.

Han pagado su errores quienes yerran,

se ha colmado de verdades su sapiencia,

en el lento caminar de su andadura.

 

Ya se alejan, verdad que ya se alejan,

cargadas las mochilas de asperezas,

de sueños, de trampas y experiencias.

Ya se van, ya se van y ya se quedan,

la noria va girando sin clemencia,

y se van, pero se quedan las esencias,

impregnadas en los huesos que retiemblan.

Ya se alejan, ya se van, pero se quedan.

 

Un brisa se ha colado en las rendijas,

de las vidas en sus largas caminatas,

y en caricias sofocando la partida,

va librando de amarguras viejas grietas,

restañando de sus carnes las heridas.

Con su aliento a cosido las costuras,

y pintando en el lienzo de la vida,

ha plasmado el amor, a manos llenas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

NO LE FRENA ...

Restos del naufragio van quedando,

flotando entre las vidas sin saberlo,

ignorantes los fragmentos indelebles,

entre sueños y apócrifos recuerdos.

La aurora se ha quedado ensimismada,

contemplando atónita al sujeto,

el sujeto que navega entre dos aguas,

entre mares de dudas y de aciertos,

cabizbajo o erigido como un cedro.

 

No comprende el necio lo que pasa,

sumido en verborreas y desacuerdos,

más sigue cual lacayo letanías,

cediendo dignidades y derechos.

Ya asoma la verdad en aquel cerro,

de hojarascas cubierta y de deshechos,

con ojos de razón y sin desprecio,

inmersa en el olvido como un sueño.

 

El verso convertido en melodía,

ha vuelto a recordar lo que es auténtico,

marcando pertinaz sus sintonías,

en su lento devenir pero certero,

o en el rápido suspiro, que es la chispa,

que enciende la verdad como un lucero,

entre rescoldos aparentemente muertos,

el verso así desvela la mentira.

 

Los restos van quedando sumergidos,

partículas arrancadas de los sueños,

esquirlas del pasado en el olvido,

de hechos, de matices y de gestos.

Un carnaval de sueños redivivos,

el veloz carrusel de un torbellino,

ahíto de promesas y de mitos,

de rescoldos de unos fuegos fenecidos.

 

Llega el poder, a inhóspitos lugares,

se cuela en impensables orificios,

en las mentes distraídas, a raudales,

envueltas en ropajes de oro fino,

en vidas transitorias y aplazadas,

de palabras que nunca dicen nada.

A la vida el poder haciendo ojales,

que abrochan sin decoro a otras ideas.

 

Un largo devenir de sentimientos,

de los miedos la vidas se alimentan,

haciendo poderoso a quien los crea,

un largo suceder de pensamientos,

preñados de consignas y etiquetas.

Un lento transitar entre reliquias,

de sus pasos, un caminar sin tregua,

y un largo amanecer que nunca llega.

 

El amor se va posando cual aurora,

en las almas que pululan como sombras,

dando luz a los rincones más oscuros,

dando calor a los helados huesos,

cruzando las fronteras y los muros,

las verjas, alambradas y mazmorras,

no le frena ni el dolor cuando te toca,

ni una pena, un quejido o una condena.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

MÁGICO EN LA PAZ Y EN LA TORMENTA.

Amores van sonando cada día,

envueltos en la magia de su canto,

el son de su cantar es melodía,

igual que su canción eleva el ánimo.

Sus acentos no son la mercancía,

que se cambie sin más por el dinero,

que en la cálida caricia de su aliento,

tan solo es canjeable en armonía.

 

Amores en la espina y en los pétalos,

en la carne de su suave terciopelo,

es el esbelto tallo que se yergue,

en el reflejo cristalino de su espejo.

Los ojos enroscados en su aureola,

seduciendo al verse en sus colores,

la veraz hermosura hasta en sus formas,

o sean plantas carnívoras que devoran.

 

En las carnes y en el ánimo se inyectan,

los amores de pasada que transitan,

como alma atormentada así levita,

impregnando de pasión como una estela,

una estela de placeres y de olores,

inmersa en los efluvios de sus venas.

Un coro de famélicos temores,

hollando cada paso que se aleja.

 

Amores que flotando se marcharon,

entre las nubes de una vida intensa,

dejando entretejidas en las manos,

el espíritu vital de sus esencias.

Se quedaron prendidos en los ojos,

en recuerdos bordados de guedejas,

desprendidos de sus bellas cabelleras,

de la piel de la armadura que se quiebra.

 

En sus miradas sucumbieron y lloraron,

tibias lágrimas que en los ojos se recuerdan,

cicatrices que quedaron en los órganos,

que palpitan en la sangre y en las venas.

Corazones desprendidos de sus pálpitos,

soñadores en sus lóbregas cavernas,

verdes fueron y transparente fueran,

más en espejos, al fin se convirtieran.

 

Amores de hojalata o de madera,

de carne de pasión y de tormentas,

amor sin compasión en las mareas,

donde airados al corazón atentan,

o en la suaves travesías de ese lago,

de tranquilas aguas que te mesan.

En la mar de los amores ya navegan,

en las velas de las risas y las penas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

jueves, 21 de enero de 2021

LATENTE CORAZÓN.

Desde el latente corazón,

sabe el latido,

del sentido y la pena,

late según el son del sentimiento,

del importante matiz de su latencia.

Y es su latir,

una melódica o alocada canción,

que sobresalta o serena.

 

Turgente corazón,

que se desboca o frena,

en el pecho sus golpes,

ensancha la emoción,

y es tanta la pasión cuando golpea,

que infla las venas,

en su ímpetu arrollador,

y sale al exterior cuando el amor llega.

 

Corazón, que latiendo se condena,

al impulso irrefrenable de la vida,

late apaciblemente,

o se sale del pecho en su carrera.

Es tanta la emoción, cuando se altera,

que hasta nace el sudor,

la lágrima se licua y se desvela,

a las mejillas, llega la pasión.

 

Corazón de algodón o de madera,

grosero o sutil, libra o condena,

son sus latidos como sentencias,

o voces que anuncian el perdón,

de tal manera,

que es juez o sanador,

que alivia o impertérrito desprecia,

sabe también, de hambres y miserias.

 

Ardiente corazón, que ríe y llora,

acompasados gritos cuando afloran,

armónicos latidos que perdonan.

Sabe de fantasías el corazón,

que sin saberlo se enamora,

y es tan voluble su canción,

que, a veces, quiere reírse y llora,

pero enseguida, se aprende la canción.

 

Latente corazón, que en su mazmorra,

va de la realidad a la ficción,

a veces, se amodorra,

más, casi siempre, se abre al exterior,

y es el amor que se acomoda,

a cada latido, de su febril canción.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

LA ARMONÍA QUE SOLLOZA.

Sangran las manos,

del hábil artesano,

fibrosas las ideas,

artesanales sueños,

labrados en la roca,

artísticos recuerdos,

con los cinceles mágicos,

de sus goces auténticos.

 

Entre cuerdas fantásticas,

los dedos se entrelazan,

dando sonido al mundo,

que al sentimiento alcanza.

La armonía que solloza,

entre los sueños cósmicos,

cual alma levitando,

en las humanas notas.

 

Ha visitado el mago,

a la indecisa mente,

y ha dejado la magia,

en la perlada frente.

La armoniosa cosecha,

que de sus manos sale,

un manantial que nace,

de sanadoras músicas.

 

Arranca del sentido,

los acordes del tiempo,

que al sentir se diluye,

entre los sentimientos,

una lágrima rueda,

una perla sonora,

un amor sin fronteras,

en las mágicas notas.

 

El alma se desgarra,

se conmueve y se apena,

desprendiendo la esencia,

que de sus manos mana,

y la paz deslizándose,

sobre la piel desnuda.

Directo a las entrañas,

el amor vive y muda.

 

Las olas musicales,

acarician el alma,

y el sentimiento fluye,

armoniosa cascada,

va arrancando los versos,

que escondidos estaban,

temerosos soñando,

cada nota una lágrima.

 

De amor el artesano,

sus manos ha esculpido,

en sus ojos de lienzo,

ha pintado su aliento,

ha dibujado el tiempo,

con la sombra a su lado.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

NAVIDADES SABÁTICAS.

Lejos del calor y del abrazo,

distancia que separa la cordura,

metro y medio,

o la total distancia,

la inmensa eternidad de la locura.

 

Palabras inalámbricas huidizas,

digitales imágenes que vibran.

Se ha adueñado del tiempo,

la malvada y maléfica.

Una sombra chinesca,

pletórica de dudas.

 

No importa el nombre,

ni el color, ni la raza,

ni el acento siquiera,

volátiles palabras.

No importan los ropajes,

ni vestimenta alguna,

ni importa la estatura,

ni el color del cabello,

ni las manos huesudas.

 

En la audaz singladura,

se ha quedado en el centro,

en el profundo núcleo,

en el vértice opuesto,

en el abismo lóbrego,

en el íntimo instinto,

en el leal sentimiento,

se ha quedado la vida,

replegada hacia adentro.

 

No hay banderas ni símbolos,

ni furiosas trompetas,

ni siquiera un suspiro,

ni una voz que se altera.

Una esperanza asoma,

llamando tras la puerta,

con los nudillos rotos,

con el alma dispuesta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

QUE EL AMOR NO TERMINA.

Que no tapen las sombras,

la alegría que llevas,

que no se congele el gesto,

que la pasión no fallezca,

que la emoción no se hiele,

en la mirada sincera,

y que no cesen las lágrimas,

ante la injusta condena.

 

De la pena tal vez olvidada,

con las prisas y locas tareas,

en la risa que todo ilumina,

en los ojos de mirada auténtica,

ha quedado la sutil sonrisa,

en los labios sinceros callada.

La mirada que todo lo dice,

aunque el resto del rostro no habla.

 

Que no rinda el peligro tu arrojo,

no se pierda la esencia que brilla,

que el amor que reflejan los ojos,

no se empañen con burdas mentiras.

Que no venza el desprecio a la vida,

ni el valor de lo bueno sea antojo,

que aunque sea la ambición la premisa,

no se vuelva el respeto un despojo.

 

Que los vientos no frenen los pasos,

que de firmes van dejando huella,

una huella indeleble se quede,

en el tránsito de tu andar sin tregua.

Que no huya el amor a la tierra,

ni se rinda tu cuerpo a la pena,

que las penas con ser dolorosas,

son lecciones que la vida enseña.

 

De la dicha y el amor sinceros,

se desprende una luz ambarina,

una luz que sanando ilumina,

una lucha que nunca termina,

unos ojos, que de solo verlos,

hasta el odio en amor termina.

Que no quede la esperanza rota,

que no rompa la ilusión la inquina.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

AMOR QUE EN LAS SOMBRAS VIVE.

Los sueños son como vidas,

en la fantasía soñadas,

nostalgias arrebatadas,

realidades constreñidas.

Soñadores, que despiertos,

van vistiendo de colores,

la realidad que fustiga.

Soñando la duda gira,

en un tormento suicida.

 

Canciones que se subliman,

en sentimientos sinceros,

y van dejando recuerdos,

entre las células vivas.

La sangre en un carrusel,

calienta, y en un no parar,

los sentimientos lubrica.

No frena lo que palpita,

ni el desprecio, ni el amar.

 

Auténticos van soñando,

soñando viven despiertos,

los recordados pedazos,

entre los recuerdos presos.

Caleidoscopios que giran,

en un febril torbellino,

de colores imprecisos,

que desvaídos se olvidan,

entre los soñados tiempos.

 

Latidos dictan presagios,

alientos sueñan y aspiran,

mientras impelen los vientos,

las dichas y las fatigas.

Preludio que anuncian nuevas,

nuevos ritos, nuevas formas,

nuevas miradas cautivas,

nuevos ojos que cautivan,

nuevas y mágicas vidas.

 

Los sueños, como palomas,

aletean entre las sábanas,

en las mullidas almohadas,

en las cabezas dormidas,

entre las mentes aladas,

que hasta el universo vuelan,

en las guedejas de vida,

de sus mentes volanderas,

surcando cielos y cimas.

 

Llegó la noche deseada,

frunció los labios la vida,

y en un sonrisa tímida,

plasmó la esperada dicha.

Cantó el ruiseñor sin nombre,

porque sin nombre es la vida,

y sin nombre van quedando,

las pasadas alegrías.

Las voces quedas se hablan,

entre las almas que gritan.

 

Amor entre las costuras,

de vestiduras que brillan,

besando las cicatrices,

de encarnecidas heridas.

Amor que entre sombras vive,

y en las luces se reaviva.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

PROMETEDORAS PROMESAS.

En aras de la razón,

vive quien piensa y medita,

y no renuncia quien grita,

que quiere más libertad.

 

Brocal del pozo del sueño,

en el fondo de su cuerpo,

la oscuridad hace daño,

sentido oscuro soñado,

latente en el corazón.

 

Procaz anhelo sin rumbo,

un pasajero desnudo,

caminando sin cesar.

Volver la vista sin miedo,

ver la sima sin decoro,

y ahondar en los viejos ojos,

que de sapiencia se van.

 

Descerrajar los cerrojos,

saltar los muros el sueño,

y ver el alba sin sueño,

para poder avanzar.

Corrientes como torrentes,

que arrastran lo malo y bueno,

voces que vienen y van.

 

Estrambóticos placeres,

fantasmagóticos cuerpos,

visionarios hechiceros,

desarbolando recuerdos,

quemando en la hoguera incienso.

Lunáticos próceres locos,

rompiendo eternos derechos.

 

Sombras de ajados deshechos,

envueltos en celofán,

como dulces caramelos.

Cansados, solos y viejos,

van surcando los maderos,

los mares de la ilusión,

volutas de vientos negros.

 

Enamorarse del aire,

del rayo y de la tormenta,

beber de la rosa el néctar,

y amar todo cuanto nace,

de la tierra que se preña.

Amantes de lo que crece,

en la extraordinaria Tierra.

 

Calidoscópica imagen,

variopintas son las sendas,

entretejidos caminos,

atajos que no se encuentran,

verdades que se perdieron,

amores que nunca llegan,

a los arcanos rincones,

de corazones que esperan.

 

Esperanza entre los cirros,

de las nebulosas crestas,

que el viento sin tiempo arrastra,

hacia tiempos sin fronteras.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri