jueves, 4 de marzo de 2021

LA NAVE YA PARTIÓ.

Arreció el oleaje de la mar iracunda,

largos brazos airados de premura,

luengos dedos de agua irritados,

masa acuosa, como profunda tumba,

la nave, sobrevive apenas al embate,

de las altivas y orgullosas olas,

recupera la arena la lengua poderosa,

la que le fue arrebatada de su carne,

de su líquida carne con deshonra.

 

En un amanecer se fue marchando,

yendo se fue de la quemada tierra,

sabor metálico en los sinceros labios,

ronca voz de los cansados órganos,

lágrimas perlando las mejillas flacas,

cansinos pasos, cargados de arrebato,

la rabia va por dentro, muy adentro,

donde solo la verdad se salva,

la curtida piel, de puro tensa sabia.

 

Caminos transitados sin demora,

la prisa empuja sin paciencia otrora,

y es tan intransigente ahora,

que a fuer de no mirar a lo que vive,

solo se ve lo que se prueba y toca.

Senderos escabrosos que aún persisten,

cargados de esqueléticas auroras,

en el tórrido Sol no sobreviven,

ni la sangre, las vísceras o el alma.

 

La mar, levanta acuíferas murallas,

farallones de la ira que la embargan,

clama a los cuatro vientos su derrama,

y cesa, el ser humano, o ella no para.

Cansada ya la Tierra de ser tierra,

de ser tumba ya está, la mar cansada.

Partió la nave, pero queda el ruido,

que ensordece palabras y miradas,

queda atrás el invierno de la ira.

 

Amor, que va al compás de la mañana,

y enredado en la venas que le ensalzan,

no quiere descender a negras simas,

quiere vivir en paz en asonadas,

con la fuerza vital en la que viva.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

UNA INTRÉPIDA LÁGRIMA.

Un sentido suspiro,

una mano se acerca,

unos brazos levantan,

un corazón se vuelca,

y al palpitar derrama,

como una fuente mana,

de las pupilas llenas,

de lágrimas que bañan.

Intuitivas palabras,

que presienten y aman.

 

Brota la hoja sin sueño,

a la rama aferrada,

de la savia libando,

del tronco que la ampara,

cuelga la verde nota,

de irisadas cascadas,

da fuerza la más débil,

da la fuerza a la rama.

Brinda su mano el aire,

el roció da la cara.

 

Amanecer de luces,

en somnolienta calma,

atrevidos bostezos,

que alivian la añoranza,

circunspectos y etéreos,

como blandas almohadas,

despertar de los párpados,

despejando la estancia,

libre ya el escenario,

en los labios la danza.

 

Ha llegado la aurora,

de la mano del alba,

se despereza el cántico,

hace la luz su entrada,

y juguetean los claros,

con las ágiles sombras,

y el perfume que emana,

del despertar que agranda,

que ensancha la garganta,

la prístina mirada,

irradia nuevas caras.

 

Ha sentido la brisa,

suavemente aniñada,

una leve sonrisa,

escondida entre sábanas,

se adueña la caricia,

de la piel ambarina,

vuelta a tornasolada,

coloreando los gestos,

de morenas semblanzas,

abduciendo su karma.

 

Amanecer de bocas,

sutil adivinanza,

en la profunda sima,

que el amor esperaba,

la belleza nacida,

de la versátil alma,

cada gota es un bálsamo,

que purifica y sana,

una intrépida lágrima,

se ha disuelto, ya baila.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

MÁS ALLÁ DE LA MIRADA.

Más allá de las miradas,

detrás miran las entrañas,

en el jardín de los ojos,

más allá de lo que miran,

otros pensamientos manan,

se deslizan otras vidas,

entre nebulosas viven,

cautivas sueñan y danzan.

 

Se fue acercando el poeta,

con pasos que llevan pausas,

y en las costuras se quedan

para descoser las trampas,

de puntillas se deslizan,

constante paso que avanza,

en las trincheras descansa,

en la verdad vive y ama.

 

Surgió del sueño la vida,

del sueño que apenas habla,

y renaciendo atrevida,

sobre el precipicio baila,

no sabe de sinsabores,

casi no ve, pero ensancha,

los corazones que palpa,

su voz no guarda gramática.

 

Más allá de la mirada,

hay otra vida que aguarda,

esperando entre los velos,

que sus emociones tapan,

más allá de las fronteras,

se van quedando las almas,

presas entre los barrotes,

de celdas de oro y de plata.

 

Se fue acercando el poeta,

se aproxima a la palabra,

va deshojando las páginas,

que vibran como pavesas,

que la lumen grita y llama,

sigue sembrando la tierra,

con la esencia de sus ganas,

y bebe su propia sangre,

para sentir lo que falta.

 

Nació el fuego de la nada,

del vacío creció el tiempo,

de la materia las brasas,

y en el fondo del misterio,

nació la verdad sin mácula.

La voz se quedó en el rictus,

de una palabra callada,

y el amor creó su nombre,

de la esencia que le falta.

 

Más allá de aquellos ojos,

va despertando el mañana,

despabilando los órganos,

dando a cada cual su azada,

para sembrar la cosecha,

que alimentará su alma.

Más allá de las miradas,

está el amor, a su espalda,

esperando a que se abra.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

DE LA IDEA QUE SUENA.

De la vida que pasa y no frena,

a la injusta e inútil condena,

del aroma que emite la rosa,

al hedor de las palabras huecas,

a la peste de mentes enfermas.

De la vida que nace y se crea,

al hermoso nenúfar que flota.

No resiste la enconada pena,

la caricia que rozando alienta.

 

Una flor en el jardín destaca,

entre miles de otras flores bellas,

es más largo su tallo y más firme,

son más bellas sus hojas y pétalos,

y su olor es tan denso que llena,

de perfume la carne y las venas,

no se rinde si el viento la alcanza,

no se parte si el vaivén arrecia,

no se arruga, ni su aroma cesa.

 

Canta el mirlo y su trinar si llega,

a los huecos más negros y hondos,

a las oquedades mucho más recónditas ,

a las mentes marmóreas y pétreas,

a cabezas más recias y prietas,

a los inhóspitos abismos de la tierra.

No se rinde su cantar ni espera,

a que pase el tiempo, tampoco se arredra,

cuando sin cesar, su figura tiembla.

 

Se ha dormido la ola en la arena,

ha cesado la recia tormenta,

se apaciguan los airados gritos,

de la vida que a la calma increpa,

de la tierra que ensancha las grietas.

Se ha quedado sin agua la acequia,

y el labriego sin tiempo se queda,

ya perló de sudores su frente,

en el trágico estío que le seca.

 

De la idea que al sonar pervierte,

pues de su origen, ya no queda esencia,

a la sombra que alargada medra,

en atomizadas y esclavizadas mentes,

que sin parar, aletargadas quedan,

en sí mismas silentes, como muertas.

Rosa que no florece en la reseca tierra,

en la estepa de su raíz desértica,

de su color vahído que se pierde.

 

Se ha despertado el viento que levanta,

ya el amor lo ha resuelto,

ya los gritos al fin se despiertan,

ya las voces, no se quedan yertas,

ya ruge el silencio, en las bocas resecas.

El tiempo, ya azota las conciencias,

ya sabe el corazón, que es el momento.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

LA VERDAD ES MÁS FUERTE.

No sabe la violencia,

la mano que la ejerce,

pero si sabe la víctima,

la fuerza de su ira,

de la fiera embestida,

más duele la impotencia,

que la herida infringida.

No tan solo la ciencia,

resuelve la diatriba,

la verdad se despeja,

si apela a la conciencia,

y es más noble ser ave,

que la piedra que humilla.

 

Primaveras que vienen,

primaveras que llegan,

con el rostro radiante,

de la vida que flota,

aureolas de sueños,

en las flores que brotan,

como anuncios de vida,

de venideras olas.

Se ha colmado el deseo,

cuando el hambre no azota,

más la ambición se acuesta,

con el poder a solas.

 

No sabe la mentira,

como nace una estrella,

la ignorancia no duerme,

vestida de oro goza,

mientras la verdad vive,

desnuda, siempre sola,

con la mirada limpia,

en la honradez se arropa.

No sufre quien golpea,

la dignidad es rea,

de la servil violencia,

de la consciente ofensa.

 

El verbo se contrae,

mientras caen las hojas,

hojas que van cayendo,

ajadas por el tiempo,

mientras sufre la aurora,

al despertar del sueño,

donde la vida es otra,

donde reina el silencio,

en la recia mazmorra,

donde el verdugo es dueño.

No se aplaca la herida,

si es febril el encuentro.

 

No cesa la violencia,

si la violencia arrojas,

sin la conciencia nítida,

del poder que la ostenta,

no se detiene el aire,

ni la verdad se afloja,

ni la razón se aburre,

ni los gritos se ahogan.

Del camino las fosas,

de estiércol se desbordan,

la verdad es más fuerte,

que la pesada losa.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

AMANDO SE DESBORDA.


 

Hay quien se va,

sin apenas ruido,

como quien en un suspiro,

deja solo la ausencia,

la mágica presencia,

que despacio se aleja,

una leve guedeja,

que en la brisa navega.

Hay quien se va,

sin proferir queja alguna,

como la efímera espuma.

 

Ya se está pergeñando,

se vislumbra a lo lejos,

la ráfaga de luz, cautiva,

asoma levemente con recelo,

y su luz es tan tímida,

cual voluta minúscula,

la diminuta brizna,

que va dejando el humo,

una señal perdida,

en el ancho desierto,

en la inmensa llanura.

 

Porciones de memoria,

entre finas ranuras,

se deslizan sin prisa,

como someras culpas,

retazos inconexos,

que giran en la vida.

Es la amalgama eterna,

de pasadas locuras,

que acuden al presente,

como una antigua herida,

en un arcano tiempo.

 

Hay quien se va deprisa,

del sueño arrebatado,

desprendido del hábitat,

donde anida su hado.

Una garra sinuosa,

mordió mentes y cuerpos,

y devoró la carne,

doblegó el pensamiento.

Hay quien se va deprisa,

quienes se van despacio,

repletos van sus fardos.

 

La encrucijada llega,

el autor se ha agotado,

de escribir sobre el lienzo,

de plasmar su pasado,

se va alejando el hueso,

de la vida que flota,

y levitando acaba,

perdiéndose la sombra.

Hay quien vive despacio,

y hay quien deprisa mora,

quien al tiempo derrota.

 

Amor entre las notas,

de un futuro que llega,

cargado de misterios,

ahíto de encerronas,

proclives a la vida,

se aferran a su sombra,

para que no se pierdan,

las carnes que lo forman,

y un cántico se oye,

como un chirrido llora,

amando se desborda.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

jueves, 25 de febrero de 2021

NO SABE, A VECES, QUIEN SÍ SABE.

No sabe el corazón de vaguedades,

ni sabe quien ignora, que no sabe,

no sabe que lo insípido, no sabe,

ni sabe quien no siente, que ni llora.

Los dados se lanzaron a deshora,

y al tiempo que se dicen las verdades,

de respeto la mentira nunca sabe,

que sabe la razón lo que se sabe.

Si sabe el corazón de terquedades,

y sabe de emoción y de martirios.

 

El tiempo no detiene su camino,

inalcanzable cual suspiro al infinito,

no sabe de lo improbable de lo eterno,

ni sabe de lo irremediable y lo maldito,

no resiste cualquier odio ningún juicio,

ni sabe de sacrificio el poderoso,

inmerso en el poder tan solo sabe,

acaparar más poder y desatinos.

El tiempo no detiene su andadura,

pues no sabe de leyes ni de juicios.

 

Como en una procesión van desfilando,

suceso tras suceso, vida a vida,

y nunca sabe el tiempo de dolores,

pues sigue impertérrito su sino,

ausente de emoción y de fatigas,

se va llevando sueños, sin medida,

arrastrando lo que sobra, a quien respira.

No existe amanecer ni anochecida,

el tiempo inalterable se prodiga,

pues, al final, siempre gana la partida.

 

Si sabe el corazón de las miradas,

sabe de melodías y sentimientos,

no sabe de medidas y consejos,

pero sabe, lo que vale lo que siento.

El viento nunca sabe lo que arrastra,

ni sabe a quién azota o a quien roza,

su fuerza no distingue ni la edad,

ni la miseria, la riqueza o la derrota.

El tiempo se desliza sin disfraz,

desnudo, sin esfuerzo y sin demora.

 

Al borde del abismo se ha quedado,

la bella libertad de lo distinto,

No sabe la negrura del instinto,

ni de amor sabe el canalla o el bellaco,

tan solo de aparentes simulacros.

que de amores si sabe el egoísmo,

y de anhelos fantasías y rencores.

Amores de verdad saben de olvidos,

y tiembla el corazón al describirlos.

Sabe el amor de entrega y sacrificio.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

jueves, 18 de febrero de 2021

EL SUEÑO SE HA DORMIDO.

Con cariño para Marta.

 

 

Sol y Luna van juntos,

unidos danzan siempre,

en el paso se alternan,

como buenos amantes,

en un canto a la Tierra.

Luna de los deseos,

Sol de las primaveras,

locos enamorados,

danzan, viven y penan,

en liza permanente.

 

No se ausenta quien siente,

al dolor no se acerca,

del rencor se arrepiente,

quien en sus carnes yerra,

se alejan quienes mienten,

quien de soslayo observa,

y de la vida ausente,

solo en su dicha piensa.

No se aleja el silente,

que sin hablar acierta.

 

En el filo de un hilo,

el viviente camina,

a la vida prendido,

como al vaivén la brisa,

el vestido le encubre,

le tapa el estribillo,

de tonos sin medida,

la levedad le agrede,

en su cáscara medra,

y en equilibrio sueña,

con lograr lo que anhela.

 

Loca carrera emprende,

pronto quien huye frena,

desbocados sentidos,

que al galope atropellan,

Se cerraron las puertas,

y se abrieron las mentes,

floreciendo la idea.

Sempiterna corriente,

que arrastra vidas plenas,

que con ímpetu impela.

 

Sonoras son las voces,

que su quejido elevan,

y asonantes respuestas,

ignoran su cadencia.

Amor entre los pliegues,

de las pieles maltrechas,

a flor de piel el viento,

de la febril marea,

estrambóticas formas,

que al devenir recuerdan.

 

Amor de contrabando,

amor de pura cepa,

amor entre las sábanas,

perlando el sueño tibio.

Amor en las trincheras,

al socaire del tiempo,

amor entre las ruinas,

amor en cualquier época.

El sueño se ha dormido,

cuando el amor despierta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

QUE TORNE A OLOR A TIERRA.

Se fue oxidando el aire,

ajadas las miserias,

de hollín las mentes llenas,

de herrumbre están cubiertas.

Soeces son las formas,

las voces no veraces,

se extienden, se confunden,

con la verdad auténtica,

y un carrusel de odios,

como la peste, medra.

 

Sigue sonando el grito,

malditas alambradas,

que a la tierra cercenan,

ya se oye el lamento,

allende las fronteras,

y en el cielo plomizo,

se destaca una estrella,

luz en el infinito,

que ni alcanza ni llega,

y al levantar las manos,

en el éter se aleja.

 

De tiempo encrucijadas,

de acero las pisadas,

de cimitarra el filo,

en el que andan y penan,

unos ojos de vidrio,

una mirada pétrea,

y la vacía morada,

donde ni el aire entra.

Vallas como cuchillos,

que en las carnes penetran.

 

Cuando se aclare el día,

se despejen las nieblas,

y el velo de los ojos,

se caiga por vergüenza,

volverán a coserse,

las vergonzosas grietas,

las sombras serán luces,

será fiel la promesa,

no habrá color de piel,

que sirva de frontera.

 

Se fue aclarando el día,

la verdad será dueña,

de alimento serán,

las palabras sinceras,

se irá yendo la bruma,

que a la visión encierra,

y se abrirán las mentes,

que el odio salga fuera.

Serán blancas las nubes,

de amor las vestimentas,

y volverán los cánticos,

dando al oído belleza.

 

A azufre huele el aire,

que torne a olor a tierra.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

VOLVERÁN, SIEMPRE VIVAS.

Volverán las aves migratorias,

a llenar con sus trinos los espacios,

alegres melodías en sus cantos,

de colores pintando las memorias,

y son sus aleteos mariposas,

que aplauden a la vida generosas,

pintorescas criaturas que despiertan,

los sentidos dormidos en la niebla,

diminutos corazones que palpitan,

con los ritmos ancestrales de la vida.

                       

No termina la senda, no se acaba,

no se detiene el mar y no se para,

el ímpetu que impulsa a la cascada,

no fenece la vida, se transforma,

y devorando el fuego, quedan brasas,

cenizas y rescoldos que recuerdan.

Ya se vistieron las noches de ternura,

recuerdos son efímeras locuras,

de caras de temores asomadas,

se visten ya de gala las violetas,

pintando de colores la llegada.

 

No cabe el corazón en las cunetas,

no cabe en las entrañas ni un lucero,

volver sobre los pasos ya grabados,

enseña los errores y los retos,

para surcar las venideras sendas.

Volverán en el alba y las auroras,

las coloridas y brillantes primaveras,

una minúscula brizna siempre vuela,

al son de la canción que el aire toca,

al ritmo de la inmensa y bella tierra.

 

Como una enrome feria se alborota,

bulle como el volcán, que también llora,

lágrimas de fuego que derrocha,

arrasando lo que toca y lo que abarca.

Una lengua voraz lame la vida,

una serpiente, a su poder se enrosca,

y una procesión de vanidades,

desfilan por la sangre y por las costras.

Ya llegan, ya se acercan, ya retornan,

las luces matutinas de las sombras.

 

El cerco de la vida se ha cerrado,

atadas a las carnes recias cinchas,

se rompió la verdad, se ha encadenado,

al libre pensamiento que volvía.

Un coro de leyendas se aglutinan,

dando a la feria, la alegre algarabía,

de reflejos de luces y de espejos,

que reflejan lo deforme que transpira.

El eco de los dioses se ha perdido,

sumido en lo profundo de la sima.

 

Un nuevo corazón se ha reencarnado,

surgido de los vientos y las brisas,

en un atardecer de azufre y fuego,

nacido de la muerte y de la vida.

Nacerán nuevas carnes revestidas,

de las brasas que quedaron en la orilla,

en la orilla de los tiempos ya pasados.

Amanecer de primaveras, siempre vivas,

las rosas del jardín de las delicias.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

UN RAMO PARA MI AMOR.

Con cariño para Marta. 



He impregnado con mi amor

un ramo de bellas flores

para que al oler su esencia

sepas que son mis amores.

 

La frescura de sus tallos

le da vida a esta ilusión

es la savia que alimenta

las raíces de esta unión.

 

Sus pétalos son sentimientos

que brotan del corazón

sus olores la alegría

que refleja la pasión.

 

Quizás faltaba a ese ramo

el detalle de unos versos

esos que yo te dedico

para que lleguen los besos.

 

Quise adornar con un lazo

el motivo de las flores

en sus letras se leía

"Al amor de mis amores".

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri