martes, 18 de mayo de 2021

PROMETE VOLVER MAÑANA.

Las ramas, ya son más altas,

las hojas, son más lozanas,

y el tallo, se yergue ufano,

mirando al mundo con ganas,

como tallado en el tuétano,

en la esencia de las cosas,

el Sol, brillante le admira,

con la mirada orgullosa.

 

La mar rizada se encona,

el lago plácido en calma,

en el remanso los ríos,

descansan de su algarada,

la fuente sin pausa mana,

y el manantial cristalino,

alimenta las cascadas,

no descansa el torbellino.

 

Plácida tarde que acaba,

que se amodorra y se encastra,

dando a los verdes naranja,

colores que se contagian,

de la paz que sobrenada,

en las cristalinas aguas,

de bronce se viste el cielo,

de bermellón se disfraza.

 

Verdades que se aglutinan,

entre las hierbas más altas,

en la realidad prendidas,

como reales guirnaldas,

se mueven, como perdidas,

cual aves atolondradas,

despejando la maraña,

asoman tímidas caras.

 

Viento gélido que enfría,

rocío de la mañana,

perladas las hojas brillan,

como translúcidas nácares,

que en los profundos glaciares,

ven espejos, como caras,

descubriendo los secretos,

que entre las grietas aguardan.

 

Promete volver mañana,

la sombra que se desplaza,

hacia los etéreos sueños,

a las mullidas almohadas,

cede a las lúcidas luces,

el sitio que ella ocupara,

y radiante el Sol relumbra,

para calentar las almas.

 

La tundra aviva los líquenes,

el bosque al suelo amamanta,

la flor al ojo embellece,

y el ruido de las cascadas,

cánticos de amor parecen.

Se viste de ébano el aire,

de gris la sien envejece,

pero, todo nace y crece.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

ENTRE ARPEGIOS Y NOTAS.

Arpegio, tras arpegio,

van burlando las notas,

las cuerdas de los tiempos,

filigranas de ensueños,

abalorios que adornan,

las retorcidas formas,

en el cantar melódico,

de su quehacer a solas.

 

La canción se ha extendido,

ha abrazado a las ondas,

y ha besado las pieles,

que al vibrar emocionan.

Cada nota es un pálpito,

de la vida que pasa,

la que pudo haber sido,

la que llega sin pausa.

 

Se ha amodorrado el niño,

que subyace en la sombra,

cuando el cuerpo ha crecido,

y la voraz vorágine,

se apropió de las notas,

aniñados los gestos,

infantiles los rictus,

que el eco los devora,

cual voluta en la atmósfera.

 

Arpegio, tras arpegio,

van bordando las horas,

en cada instante mágico,

donde palpita el nervio,

reclamando las notas,

la autoría que las nombra,

y en el sueño pautado,

cada nota, rebota.

 

Cambia el ritmo maléfico,

torna el vibrar sincero,

y se antojan los dedos,

cual vivaz aleteo,

de un millar de palomas.

Cambia el rimar del verso,

vuela al viento la estrofa,

viaja el ojo a la aurora.

 

Nota tras nota aclaman,

las voces en las sombras,

y el amor entre ritmos,

al corazón se amolda,

se ha despertado el alma,

que entre velos soñaba,

y el amor se apodera,

de los cinco sentidos.

 

Amor entre las fauces,

arpegios que desbordan,

y nota a nota llegan,

nuevos versos y estrofas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

EN CUALQUIER PARTE QUE MIRAS.

Canción de cuna que calma,

palabras firmes que aquietan,

gestos que ofrecen promesas,

y miradas que en sus brillos,

prometen, llaman y alientan.

La mano tendida aprieta,

la voz que grita no piensa,

la garganta, que en su gritos,

mensajes de justos lleva.

 

Pobre la caricia mía,

que flotando entre los vientos,

quedó en la nada perdida,

cruzó mares, cordilleras,

se enamoró de una estrella,

y en el cielo dejó esquirlas,

de la pasión que llevaba,

caminos fue recorriendo,

dejó su impronta, sin prisa.

 

Y en el tiempo insoslayable,

que cambia la noche en día,

se fue quedando en los sueños,

pedazos del alma mía,

sudores entre las sábanas,

temores y pesadillas,

ideas sobre la almohada,

disueltas como la brisa,

proyectos que nunca fueron,

esencias entre vigilias.

 

La voz pautada se duerme,

como una extinta reliquia,

y una letanía se extiende,

entre suspiros que brillan.

Plácidas quedaron solas,

durmiendo en la lejanía,

aquellas suaves miradas,

aquellas tibias caricias.

 

Canción de cuna que besa,

sincera palabra prístina,

generosa mano auténtica,

que entrega, más no claudica,

mirada que abarca océanos,

de nobleza que cautiva,

voces, que siendo murmullos,

en verdades se prodigan,

amor que todo lo liga.

 

Pobre la palabra mía,

que entre los rincones rota,

se va quedando sin rima,

de tanto clamar justicia,

el amor se fue corriendo,

pero dejó la semilla,

otros amores llegaron,

de mañana y de puntillas,

a todas partes se extiende,

porque en todas partes brilla,

en cualquier parte que miras.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

sábado, 8 de mayo de 2021

AMOR DE NUBES Y CLAROS.

No reniega el corazón,

a seguir a la conciencia,

ni la vida al valor niega,

su desafiante existencia,

niega el reo la sentencia,

pero sufre la condena,

a veces, en la inocencia.

 

Vive oculta en la maleza,

en lo oscuro también medra,

la realidad es el mundo,

de misteriosas vivencias,

en la oscuridad cohabitan,

entre elaboradas reglas,

extraordinarias materias,

inertes o siempre en vela.

 

Olor a azufre y a pólvora,

olor a odio y a traición,

dolor en el corazón,

que se conmueve y se agota,

verdor que huye de la sombra,

más, no se extingue el aroma,

de la libertaria voz,

en la oscuridad más honda.

 

Terremotos de pasiones,

emociones que se ahondan,

en las fibras más remotas,

donde el nervio vibra y mora,

estrambóticas pulsiones,

que aceleran o aminoran,

sentimientos que desbordan,

corazones y memorias.

 

Cruza el viento la gaviota,

planea en su ser y aletea,

buscando en tierra las sobras,

de su acento no reniega,

de las excéntricas formas,

sus ojos ven la existencia,

grita, pero no se altera,

aunque latente es su ira.

 

En la oscuridad se acepta,

y en las luces se desprecia,

luz y sombra viajan juntas,

una descubre, otra oculta,

y así, anda entre tinieblas,

buscando el amor a ciegas.

Cara y cruz de la moneda,

humano o sombra que medra.

 

Amor de naturaleza,

que entre sudores camina,

en equilibrio deambula,

buscando la línea recta.

Amor de nubes y claros,

de claroscuros que imitan,

de corazones que tiemblan,

amor de dolor y fiesta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

¿DONDE ESTÁS?

¿Dónde estás? No sé lo que busco,

si un relleno, tal vez una cavidad,

Pero ¿dónde te encuentras?

¿En un pueblo, o quizás en la ciudad?

Estoy confundido de lo que voy en búsqueda,

si una persona, lugar o edad,

Y me tienes ignorante,

sin dejarme si quiera en el camino una huella.

Si es que mi mente no me traiciona y no es un él, sino una ella

Sinónimo de lo que busco,

sea una estrella, sea acaso una botella

Sea la conclusión, el final, sea vil o sea bella.

Prometo no ahogarte con el llanto anudado en mi garganta.

No obstante, dime lo que pasa!

mi marcha se siente más atrasada que avanzada.

Cada que doy un paso más cerca, te siento más y más alejada.

Entre tú y yo, aunque desconozco qué o quién,

olvido quién está más acorralado.

Si ya no me ayudas a conocerte,

ayúdame entonces a saber en quien o dónde podrás estar

 

Soy agua

en tu boca.

Soy latido

en tu pecho.

Soy savia

en tu vientre

y en tus cabellos

soy viento.

Soy alba

en tus noches.

Soy murmuró

en tu silencio.

Soy sudor

en tu piel

y en tus brazos

soy fuego.

¿Dónde estoy?

¡¡Estoy en ti!

 

Mi cariño se enfría,

vacía está mi casa,

te espero y tú no vienes

a aplacar mis desgracias.

Mi jardín que era un canto

no suena ahora a nada.

Solo un plato en mi mesa,

solo un cuerpo en mi cama.

¿ A quién darás tus besos ?

Caricias olvidadas

con el paso del tiempo;

después una mañana

azul de primavera

evitarás miradas...

Surcarás otras aguas

que lleven a otras penas.

Ven, devuélveme mi alma...

regresa sin tardanza.

 

¿Dónde está mi complemento?

¿Dónde, en qué parte?

¿Dónde encontrarte?

¿En dónde, en qué firmamento?

En sueltos suspiros pienso

romper tiempo y el espacio.

pues tú me alcanzas despacio

Mi arritmia está un poco loca

¿estarás debajo de una roca?

¿Deberé besar a toda rana?

¿o te encontraré mañana?

 

¿Dónde estás?, ¿En el silencio de tus labios,

O acaso en el callado grito de tu mirada?,

Ese que restringe el sentir de tu pecho,

¿Estarás en el palpitar de mi corazón?

Si cada latido, dice un te amo,

¿O estarás en el recuerdo imborrable de mi ser?

De una noche estrellada, besando los ojos de mi amada,

¿Dónde estás?, dice mi Alma enamorada.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

jueves, 11 de marzo de 2021

RIMANDO EN CADA LATIDO.

En el núcleo se resume,

en el centro se concreta,

y en el amor se concentra,

la esencia que le redime.

La frente al amor abierta,

manos, que extendidas, sientan,

a quien caído se encuentra,

y en la diversa existencia,

un amor que la culmine.

 

Pasajeros de ese tren,

que no rueda en vías muertas,

sobre raíles se asienta,

deslizándose cual río,

en los cauces que alimenta.

Siente la vida correr,

sobre los pasos perdidos,

y espera al amanecer,

para sentir lo vivido.

 

Cruza fronteras y aspira,

al espacio conquistar,

y sin mirar donde habita,

quiere viajar más allá,

dejando sin arreglar,

el terreno donde pisa.

No aprende quien tiene prisa,

y más se acorta la vida,

si es más veloz la carrera.

 

Viajeras en el amor,

las penas más tibias suenan,

más débil es la condena,

y es más liviano el calor,

la mirada se recrea,

en el más nimio detalle,

menos pesa el equipaje,

que soporta el corazón,

y es más suave el oleaje.

 

Así, va la sombra andante,

recorriendo los caminos,

junto al cuerpo dolorido,

vira observando el paisaje,

torna y retorna en el traje,

que viste a los seres vivos.

Andar, creando destinos,

sentir en el alma el niño,

que se rebela a crecer.

 

Vive en el núcleo lo vivo,

y en la corteza la ofensa,

vive en el pensar la esencia,

y en la piel, lo ya vivido,

en la sangre vive el grito,

junto a la intensa pasión,

y en el centro habla el amor,

con la voz de adulto y niño,

rimando en cada latido.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

ENTRE CERTEZAS Y DUDAS.

No se entiende la razón,

no se comprende la duda,

no duda, quien sin pensar,

cree que la razón es suya,

y así, entre duda y razón,

vive avanzando quien muda,

el tiempo da la razón,

a quien dudando escudriña.

 

Carreteras sin asfaltos,

tierra auténtica y fructífera,

de sol a sol la aventura,

empaparse de cordura,

y unas gotas de locura,

para poder avanzar.

El tiempo no tiene dudas,

impertérrito, no muta.

 

La duda habita en la mente,

pero entre órganos transita,

y cada duda es la fuente,

de la que bebe la vida.

Entre certezas y dudas,

sigue el viajero la ruta,

y en cada metro que avanza,

la duda asalta, sin duda,

la mente del caminante,

no cabe la menor duda.

 

El canalla, nunca duda,

en aplicar la tortura,

sin la menor empatía,

carente de sentimientos,

mira atento al sufrimiento,

en el dolor, se refocila,

y sin dudarlo lo aplica,

no tiene remordimientos.

 

No comprende el corazón,

lo que la mente le explica,

e ignorándola se olvida,

lo que indica la razón,

siempre el latido adelanta,

cuál es la senda elegida,

que impulso elige la vida,

la razón o la pasión,

o ambas sin duda procura.

 

Es el camino la duda,

para alcanzar la verdad,

en el raciocinio está,

y buscando la certeza,

más sabe quien siempre duda,

y quien la verdad encuentra,

no se sume en la pereza,

quien, en cada instante, duda.

 

Entre dudas y certezas,

va el amor, a impulsos vira,

ama entre dudas quien medra,

solo en al materno amor,

no existe duda ninguna,

nace y crece en su interior.

Hay amores que torturan,

otros, llenan de belleza.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

VIVIR SIN MIEDO ...

Mira al frente, mira atrás,

pero nunca de soslayo,

al origen un vistazo,

y unos caminos que hollar,

no tan solo es caminar,

hay que contemplar lo andado,

para poder madurar,

para corregir lo herrado.

 

El viento sopla sin miedo,

sin miedo planea el águila,

no hay miedo cuando se ama,

ni lo hay cuando se abraza,

no teme el noble al desprecio,

el sabio no teme al necio,

ni el ser en la pubertad,

pues desconoce su acento.

 

Vive sola la verdad,

flota en el éter mirando,

mira atenta a quien andando,

sigue sin miedo el sendero,

es más fuerte que el acero,

no se arredra ante el dinero,

nunca cede ante la trápala,

ni ante el tiempo se soslaya.

 

Mira al interior y al verbo,

mira hacia afuera también,

mira lo que van sufriendo,

mira cuanto padecer.

Y mira, como el amor,

no solo vive hacia el centro,

la vida, en un santiamén,

cambia por fuera y por dentro.

 

Hacia atrás y hacia adelante,

mirando hacia el infinito,

o mirar solo el ombligo,

observar algo crecer,

o recrearse en el olvido,

escalando a lo más alto,

puede verse lo sencillo,

si es tan hermoso de ver.

 

Tiempo que azota sin ver,

pero cetrero en su tiro,

presto en el amanecer,

en la noche cambia el ritmo,

quiere el amor detener,

pero el corazón henchido,

frena al tiempo con su hacer,

y no se deja vencer,

sobre todo, sin motivo.

 

Verde verso, roja rima,

mirar sin miedo a quien mira,

amar sin miedo de amar,

y sin temor de sentir,

vivir sintiendo y sin prisa.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

QUISIERA SER LA VIDA.

Quisiera ser del árbol sus raíces,

del fuego las brasas y las chispas,

quisiera ser la esencia de la vida,

y de su renacer bosque frondoso.

 

Quisiera ser la eterna melodía,

que va de la mirada hasta los ojos,

la bella flor que edulcora la vida,

del trino del cantor, su voz sencilla.

 

Quisiera ser la mano que acaricia,

y de las propias venas que la enredan,

ser el calor en la frente aterida,

la voz del ruiseñor que ama y respira.

 

Quisiera ser del sollozo la cuna,

y de las lágrimas su acuosa desventura,

y en una grácil pirueta de locura,

enajenar sus ojos de ternura.

 

Quisiera ser ese suave clamor,

del baile de las hojas con la brisa,

la auténtica sonrisa de una faz,

la canción que te abduce y te mitiga.

 

Quisiera ser de la aurora, solo una brizna,

ser un rayo de sol en la penumbra,

y en la mágica sombra, una luciérnaga.

Quisiera ser la vida, no la tumba.

 

Quisiera ser el sueño en sus efluvios,

en bellas sinfonías su cadencia,

quiera ser de la risa lo que anuncia,

de tiempos venideros sin diluvios.

 

Quisiera ser aquel leve suspiro,

unido a la mirada que cautiva,

la libertad quisiera ser, vestida,

con el lienzo de una nueva y limpia vida.

 

Quisiera ser la tierra sin la grietas,

sin la agresión que sobre ella se prodiga,

quiera ser la ínfima semilla,

que fértil crezca jugosa, agradecida.

 

Quisiera ser aliento, un latido de amor,

y enredado en un cálido beso,

la máxima expresión de aquel recuerdo,

quisiera ser del amor, esclavo y dueño.

 

Quisiera ser el verso y ser la rima,

una ardiente y cómplice pupila,

quisiera ser el tiempo que te obliga,

para poder ser alas, no ser brida.

 

Quisiera al fin, ser pitanza y comida,

ser calor, caricia y ser consuelo,

quisiera ser la lucidez sin duelo,

quisiera ser, del ser vivo, lo que viva.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

TEMORES EN EL ZURRÓN.

Enemigos de la Tierra,

que por llenar las alforjas,

la vida no les importa,

salvo que sea la propia.

Llena el rico su despensa,

el pobre busca y no encuentra,

calmar su necesidad,

y así, no vale la ciencia,

tan solo, la humanidad.

 

Temor que anida en el hueco,

entre sombras al acecho,

un ladrón en la penumbra,

un halcón que desde el cielo,

busca su próxima presa.               

Tan solo el conocimiento,

atenúa la sorpresa,

y sin temor, frena el miedo,

a lo ignoto, a lo que atenta.

 

El canalla induce al miedo,

que inocula sin sospechas,

y va dejando una huella,

imperceptible y auténtica,

si el corazón no está atento,

así, parasita el nervio,

y va sometiendo al necio,

atravesando la vida,

deja al distraído, indefenso.

 

Temores de pesadilla,

que irrumpe como aguacero,

que apresa a lo que palpita,

que altera el plácido sueño,

o que reduce la vida,

a una tormenta maldita.

No camina el ser, patina,

en una pista de hielo,

donde no es dueño, es señuelo.

 

Entre el amor y el respeto,

queda flotando la vida,

que atesora en cada instante,

lo que nace, lo que vive,

lo que crece y lo que asciende,

solo quien anclado queda,

vive en la bruma inconsciente.

El amor salta fronteras,

que pretenden achicar,

lo que más grande se engendra.

 

Temores en el zurrón,

de los terrenos baldíos,

donde no llega ni el Sol,

mente y huesos ateridos,

mientras se quedan vacíos,

sentidos y corazón.

Solo si arrecia el amor,

se va allanando el camino,

y la inocencia del niño,

salva lo bello y lo vivo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

VIENTRES VACÍOS Y LLENOS.

Vientres llenos y vacíos,

son vasos comunicantes,

mientras unos se enriquecen,

otros caen en el olvido,

secas sus bocas de hambre,

hay quien rebosa de bienes,

y quienes la hambruna sienten,

en sus mentes y en sus carnes.

                                       

De la vida y sus placeres,

de la verdad y la mentira,

de la razón de vivir,

preso o libre, sin las bridas,

de las mentes sometidas,

inclinando la cerviz,

tan inmerso en los quehaceres,

que junto a él, pasa la vida.

 

Cruzó la línea sin miedo,

más allá de sus desvelos,

y fue ensayando sus sueños,

mezclados con los recuerdos,

trazó en la noche un bosquejo,

y en la mañana un camino,

y plasmó con cada aliento,

la verdad al mismo ritmo.

 

Hierbas malignas que matan,

en huertas, preciosas dádivas,

furia que el dolor desata,

entre fructíferas mentes,

dormido pensó en mañana,

quedándose entre dos aguas,

dejó la fértil simiente,

en el huerto de su alma.

 

Arcas repletas sin fondo,

vacías lagunas sin agua,

versos henchidos de rabia,

buscan la verdad sin pausa,

y desafiando al tiempo,

canta libre contra el viento,

mientras se repite el eco,

en el fuego y en las brasas.

 

La vida, al cantar, ha vuelto,

de la sombra de sus dudas,

de sus profundos adentros,

y va jalonando rutas,

marcando nuevos senderos.

En el mundo de los sueños,

rema la vida sin remos,

y entre fantasías bailando,

va recitando deseos.

 

Vientres vacíos y llenos,

amor libre y sin secretos,

barrigas agradecidas,

renunciando a sus derechos.

Amor que habite en las mentes,

que dibuje sobre el cuerpo,

talle figuras de amores,

en corazones sinceros.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri