martes, 18 de enero de 2022

POR CUATRO RAZONES.

Nuevas las costumbres,

viejas las fronteras,

más la sangre es roja,

sea la piel que sea.

Nuevas son las ropas,

viejas las leyendas,

más la sangre es roja,

sea cual sea la lengua.

 

Por cuatro razones,

se agosta el planeta,

una por el miedo,

que el valor aquieta,

otra la codicia,

que liba riquezas,

otra la estulticia,

que niega la ciencia,

y la cuarta el odio,

que pudre la esencia.

 

Arrastrando el fardo,

cuyo peso aumenta,

camina el humano,

dejando una estela.

Sueños inconexos,

vacilantes verbos,

palabras sin dueño,

y el miedo latente,

grabado en los huesos.

 

Nuevas las palabras,

que suenan a hueco,

viejas añoranzas,

que traen nuevos sueños,

y la voz profunda,

que emana de dentro,

de tonos amargos,

de matiz sincero.

Una alegoría,

que viaja en el tiempo.

 

Ha cambiado el viento,

gira la veleta,

siguiendo su acento,

se nublan las luces,

del sutil talento,

y en los arrabales,

donde queda el resto,

la vida se cruza,

entre los escombros,

con amores nuevos.

 

La senda es angosta,

seco es el desierto,

abisal la angustia,

que ahoga el cerebro,

y en los ancestrales,

recodos del tiempo,

se esconde lo auténtico,

se oculta el abismo,

donde medra el miedo.

 

Nuevas las costumbres,

viejos los recuerdos,

como marionetas,

bailan en los cedros,

luciérnagas locas,

que alumbran lo bello,

y sobre la Luna,

da un giro la vida,

para ver lo nuevo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

domingo, 16 de enero de 2022

ALEGRÍAS EN LOS TE QUIERO.

Ama la vida quien la siente,

y las lágrimas a la emoción acuden,

como gotas de rocío nítidas,

en la piel vegetal que las asiste.

Aliento de las brisas caprichosas,

que en el amor sucumben.

Un sinvivir que renaciendo vive,

en los más recónditos lugares,

donde la vida sin querer resiste.

 

Vive la verdad en la corriente,

que arrastra las penurias y alegrías,

y acude sin dudar hasta la mente,

enamorada está de la cordura.

En un amanecer de fantasías,

se cuela la verdad viva y latente,

surcando el pensamiento que la mira,

con ojos cristalinos que no mienten.

 

Amor en los rescoldos y cenizas,

del fuego extinguido que no olvida,

absorto entre los cirros de la vida,

se queda entre los sueños,

en un duermevela incomprendido,

flotando como un corcho a la deriva.

El tiempo va ganando la partida,

y no cede ni un ápice al destino.

 

Verdes hojas, grises ramas,

cantoras aves se posan,

bailantes cruzan las notas,

la etérea y lúcida atmósfera,

y en la eterna sinfonía,

de la vida que palpita,

tornan penas y alegrías,

con el amor que transforma.

 

Veredas tiene el sendero,

ocultas entre los árboles,

donde no llegan las luces,

donde lo oscuro es el dueño,

en encrucijadas múltiples,

fundidas en blanco y negro,

la voz no llega a sus márgenes,

queda presa entre los sueños.

 

Amor entre las colinas,

y verdad entre los cerros,

en la mar la nave olvida,

y en la pradera el silencio.

Amores entre las luces,

que a las sombras ponen frenos,

amor entre las desdichas,

y alegrías en los, te quiero.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

JAZMINES EN EL BALCÓN.

Amor, que siendo dolor,

enamora cada célula,

vibra cada sentimiento,

y cada nervio se excita.

Pliega sus alas la vida,

sobre el interior que grita,

y el corazón ya palpita,

al ritmo de sus talentos.

 

La fragua del sentimiento,

donde se templa el amor,

a golpes se doma el hierro,

para lograr el diseño,

que en las brasas se fundió,

un chispeante resplandor,

que va alumbrando la vida,

que a la carne da calor.

 

Lecciones de amor que olvidan,

amores que no se olvidan,

y unos besos que cuajaron,

en el fondo de la sima,

donde se oculta la voz,

de los que el amor cautiva.

En una tierna sonrisa,

cabe un mundo de pasión.

 

Jazmines en el balcón,

de los sueños olvidados,

que adornan el corazón,

de quienes viven amando,

como la hiedra trepando,

que nace en el interior,

para en los ojos mirando,

vean la vida que pasó.

 

Se va acercando a los labios,

desde la boca que anhela,

y en esa cálida mueca,

que siembra de amor el ánimo,

va dejando en cada muesca,

de la piel enamorada,

una señal indeleble,

que alumbra cada mañana.

 

Besos que en el aire flotan,

ligeras volutas mágicas,

que rebotan como notas,

en el cristal de la vida,

y en un torrente desbordan,

las ánforas de los días,

el pecho henchido que llora,

y en otros besos terminan.

 

Vuelven los nítidos ojos,

a mirar entre las hojas,

de la frondosa esperanza,

y van dejando una pátina,

que brilla como las lágrimas,

que resbalan por el rostro,

dejando sendas de vida,

como estrellas que se abrazan.

 

Perlas entre los almendros,

y amores entre los dedos,

diamantes que son los ojos,

que con el amor se avivan,

como en el fuego las brasas,

un devenir de sollozos,

y un manantial de alegrías,

que llenan los negros pozos.

 

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

CON LAS CARNES ABIERTAS.

El corazón saltando en su habitáculo,

con cada emoción ya se desboca,

como un equino alado vuela y sueña,

como si en vez de carne fuera goma,

grita sin voz ante el efímero espectáculo,

que a través de los ojos se acelera,

en un aluvión de sentimientos bota,

un acordeón que se estira o se acorta.

 

La conciencia es el cofre que se abre,

si la llave que se usa es la correcta,

y al abrirse se descubren las verdades,

que escondidas están entre las grietas,

y al ver el corazón con las entrañas,

se ve la realidad pura y auténtica.

Es amor lo que desborda el ánimo,

y es la pasión la que logra poseerla.

 

El necio vive al margen en su esbozo,

cubierto entre los pliegues de la capa,

la capa, que encubriendo lo mediocre,

parece a toda luces que es auténtica,

mostrando ante la gente otra careta,

y mientras su maestro en su vendetta,

arrebata la esencia que le queda.

De lujo va vistiendo la apariencia.

 

El temor va sumergido en la conciencia,

que activa los resortes que la integran,

y así nace el valor, que fluyendo sin voz,

va descubriendo de la vida sus esencias.

Se aleja cauteloso el poderoso,

cuando la cruda realidad se acerca,

con las armas de las verdades que le cercan,

y así vence al gigante, la piedra más pequeña.

 

Abre sus carnes, torturada la Tierra,

en sus entrañas late la tragedia,

una inmensa fragua trepida y reverbera,

gritando a quien se atreve a apuñalarla,

a despreciar su instinto maternal,

que abraza a todo ser y le alimenta.

Va perdiendo su cuerpo lozanía,

y las llagas del castigo ya se muestran.

 

El corazón temblando de alegría,

ha latido más fuerte solo al verla,

y siente que se ensancha, que palpita,

al ver que su presencia se hace más nítida.

Habla sin voz, porque el valor le grita.

 

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

AL RITMO DEL LATIDO.

No sabe el corazón de normativas,

ni sabe la razón de sentimientos,

la vida va bailando como el viento,

danza como las olas en el airado mar,

como una bailarina al ritmo de su cuerpo,

como un caudaloso río, que al azar,

golpea las orillas, como una pesadilla,

que atormenta sin piedad al soñar.

 

Amor entre comillas, que al dudar,

la esencia de su cuerpo se vacía,

los nudos que le unen se desatan,

ya el aliento no es apacible y cálido,

ni altera los latidos ni los pálpitos,

ya no escancia su mágica alegría,

ni voltea del revés las fantasías,

ni de su fuerza y energía es amo.

 

Como quema la sangre enardecida,

que fluye al corazón y allí bombea,

como palpita la verdad en la ceguera,

en los cerrados ojos que no piensan,

el lento parpadeo de la sonrisa,

ya no besa el aliento de la vida,

van ardiendo los leños en la hoguera,

y en los grises rescoldos aún queda vida.

 

Amor, que entre los restos grita,

que de las ruinas sin parar renace,

como de entre las piedras la flor nace,

un devenir de sombras y de ideas,

que afloran entre las luces cuáles sean,

y alumbran los senderos que se acercan,

siguen cantando con su voz cristalina,

ruiseñores y alondras con sus rimas.

 

El manto de la vida nos envuelve,

en un remolino de mociones,

y en los goznes girando sueña el Hombre,

en el violento vaivén de las desdichas,

y así, a veces, pierde el Norte,

y bailando otras danzas que cautivan,

en los abismos más profundos se sumerge,

en los rincones, donde la luz se esconde.

 

Amor de celofán que envuelve el alma,

amor de corazón que grita y salta,

al ritmo del latido que le abraza.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

EN LA DUDA, LA PALABRA CALLA.

Hice callar la pasión para no inquietar las distancias,

pero mi voz interior, en el silencio de la alcoba,

le busca y la encuentra desnuda de miedos y dudas.

 

Me miras con tus ojos de miel, ansiedad y ternura

y conviertes el silencio en el crepitar de las llamas,

entre ellas, su piel aterciopelada desnuda me llama.

 

Le pusiste sonido a mis deseos y a mis manos alas,

plumas que surcaron por tu cuerpo de seda y olas,

como nave por la inmensidad de una mar ondulada.

 

Ven a mi puerto, me dijeron sus manos alargadas

y sus piernas torneadas, y mis deseos fueron velas

desplegadas con el rugir de mi pasión contenida.

 

En ese silencio donde las miradas de pasión hablan,

entre las cálidas sábanas, dos cuerpos se solazaban,

se esparcían entre ellos como raíces de la higuera.

 

Brotaron las voces de la tierra con besos abonada,

se desbordaron todos los ríos, la lluvia se deslizaba

por colinas y ensenadas, fueron testigos las llamas.

 

Amor, dame tus labios abiertos, los míos te llaman,

deja que mis manos acaricien tus pechos de seda,

hazme sentir el rugir de tu pasión por mis espaldas.

 

En la duda, las palabras no callan, se preguntan:

Amor, cuánto me amas, y sin hablar, te atrapa

la miel de sus ojos y la fresa de sus labios grana.

 

La noche llega con deseos del cuerpo, se cierran mis ojos si duermo y mi pasión crece... y despierta en un sueño:

 

-Amor, dame tus labios abiertos que quiero llegar al centro de tu mundo

-Entra, amor ... no te demores un segundo.

Y mi pasión se abre camino entre velos de seda y el almíbar de su colmena.

-No pares, chiquilla... dedos arañan mis espaldas y se multiplican mis deseos por ella.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

¿QUIÉN SOY?

A veces me pregunto …

¿quién soy?

Soy ese ser

manso y tranquilo

que no busca conflictos,

Como mar en calma

como suave brisa

que no tiene prisa

que muestra su alma

cuando habla contigo,

O tal vez soy viento

Impetuoso, enérgico

fuerte y decidido

que enfrenta la vida

con gran valentía.

Quizás soy el fuego

que te da calor

que abraza y abriga

que a amar se dedica

como una misión,

O esa niña herida

que a veces se pierde

en viejas tristezas

que a veces se aleja

se encierra en sí misma

¿Y amar no se deja?

Puede que yo sea

Un poco de todas …

A veces gacela

A veces leona

según la ocasión

como camaleón

que a todo se adapta

Y así sobrevive.

 

¿Quién soy?

Así soy,

como lobo,

astuto,

calmado,

meditado,

como esperando.

Feroz a veces …

y otras sigiloso,

sensato,

y desconfiado.

De fino olfato ante el peligro,

y cauto.

Receloso de todo …

pero libre.

Soy así incalculable,

insostenible.

Con ratos de paciencia ...

e impaciencia también.

Indefinible,

Imperfecto …

pero auténtico.

Propio,

creativo y frágil ante el dolor.

Amigo de la soledad,

habitante de la ausencia.

Fiel a la quietud y al silencio …

como lobo …

ni blanco … ni negro … gris

 

¿Quién soy?

Soy fuego, soy fiera, soy niña también,

Soy sincera siempre.

Soy mujer indomable, sufrida, callada

Soy observadora y soy sigilosa.

Un águila a veces, en otra paloma.

Soy fiel y honesta, soy justa.

No soy vengativa, pero sí rencorosa.

Yo soy siempre libre.

Soy fuerte, de acero por fuera,

de lana por dentro.

No soy de llorar, no soy de entregarme

al dolor que siento.

Soy pasión y soy amorosa,

soy leal amiga si no me traicionan.

Soy alérgica grave a la hipocresía,

y la mentira no va en mi camino.

Soy yo, no soy otra

Como soy me amo.

 

Quien soy

Soy yo quien dice que soy,

o soy el que sin rumbo voy

en mi caminar incierto

o paseo con acierto

por la escena de un lamento

con la tristeza de un cuento

buscando la rosa azul

¿seguro que no eres tú?

Termino mi pareado

por haber sido invitado.

 

¿Quién soy? me hago esa pregunta todos los días,

No sé qué hago aquí, ¿por qué estoy aquí

En este planeta llamado tierra?

Nada me debe y nada le debo.

No nací para llorar y lloro sin cesar.

No nací para amar y no puedo dejar de amar.

No nací para abrazar y abrazo la vida todos los días.

Con sus pros y sus contras sigo viva.

Sigo amando, llorando y viviendo

Sin querer estar aquí!

 

Una pregunta que me lleva a meditar...

¿Quién soy? Una guerrera de la vida

vencedera de mil batallas sin pensar

aquella que aprendió que no hay medida

para enfrentar las pruebas y así luchar

con coraje pero nunca darme por vencida.

 

¿Quién soy me pregunto?

No sé quién seré

la vida es la fe

no hay fe en el asunto.

 

Soy el mar con su bravura

soy el viento acariciador

soy el pistilo de una flor

que regala su ternura.

 

Aceptaré el desafío,

al que “lacarmen” retó

con guante arrojadizo,

con astucia e intención,

pues ahora que lo pienso

no encontré la solución

a una pregunta tan simple:

¿quién demonios soy yo?

Pienso, y por más que lo pienso

respuesta no obtengo, ¡oh Dios!.

Me han invadido las dudas.

Tiembla el juicio y la razón,

por más que trato buscarla

no tengo respuesta. ¡No!

¿Será fruto de la amnesia, o,

del no querer decir yo?

ser cautivo de mi Carmén,

ser su fiel siervo, ¡Oh Dios!

Ni yo mismo lo sé, quizás

¿amante de la belleza?

quizás, ¿santo en corazón?.

Cuerpo, refugio de mi alma,

la guarida de mi voz.

De niño…¡un gran estúpido!,

siempre jugué a ser mayor

y ahora que en el me veo,

regresar es mi obsesión,

un deseo incontrolado,

aunque sé, va a ser que no.

¡cómo ves, un inocente!

a pesar de ser mayor,

un amante apasionado

de la vida y del amor.

¡Éste, éste sin duda alguna,

te aseguro, voy a ser yo!

 

¿Quién soy, quiénes somos?

La pregunta del millón

Y veo cómo responden

todos con reflexión

Y si ustedes no se oponen

Les diré quién soy yo

Soy tan solo una poeta

Romántica de corazón

Que busca crear belleza

Con la mejor intención

Sembrando con cada letra

Las semillas del amor.

 

Quién soy? soy una crossdresser enamorado de la vida,

del amor, de mi familia.

¿Quién soy? soy una señora que siente, vibra, ama y se entrega al amor, por amor.

¿Quien soy? ahora sé que me amo y me entiendo y me comunico conmigo misma.

Y veo dentro de mí y me gusta lo que veo, ahora soy feliz.

La vida me ha traído contentamiento y me abraza la felicidad de vivir.

Ahora sé quien soy porque dentro de mi alma hay paz.

Ahora puedo vivir amando sin culpa y sin pecado.

El amor es la puerta a la felicidad

y amar como sé amar me ha devuelto todo lo que había perdido.

Amar, abrazar y perdonar es perdonarte a ti misma,

y abrazar es abrazar la vida, la paz y la felicidad!

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

sábado, 15 de enero de 2022

VERANO, OTOÑO, INVIERNO.

Soledad que viene y va,

que vestida de verdad,

templa el alterado ego,

bucea en el interior,

navega en mares inciertos,

y en su solitario encierro,

vive sintiendo al compás,

de lo que bulle por dentro.

 

Se queda solo el momento,

queda en soledad la idea,

y en una sutil pirueta,

en un atrevido intento,

pugna siempre por salir,

de su solitario encierro,

en el juego de la vida,

solos se quedan por dentro.

 

Verdad, idea y sentimiento,

angustia, temor y miedo,

en una inhóspita celda,

solos sufren en silencio,

reos de la soledad,

que ensancha los pensamientos,

en su reducido encierro,

que ve mucho más allá.

 

Siempre vuelve en su disfraz,

en nuevos trajes envuelto,

vestido de soledad,

cruza la línea del tiempo,

para encontrar la verdad,

que pretendiendo alcanzar,

se diluye en cada intento,

como en la sombra la luz.

 

Como nieve en un alud,

crece la sabiduría sin retos,

y asomándose al talud,

de su solitario encierro,

en el fondo ve lo auténtico,

la buscada plenitud,

verdades que son la luz,

entre las sombras surgiendo.

 

Verano, otoño e invierno,

ayer, hoy y lo por venir,

lo que se fue ya no vuelve,

más disfrazado y sutil,

con diferente ropaje,

retorna el helado invierno,

en el fondo transparente,

pero el rostro enjuto y serio,

inhóspito, solo, siniestro.

 

La soledad vive arriba,

debajo vive yace el infierno,

y el amor entre los dos,

conservando sus secretos.

 

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

AVATARES Y ENVESTIDAS.

El Sol se oculta tras la Luna de plata,

y caminan más lentas las ideas,

y acuden más deprisa las nostalgias,

se van bordando de oro las estrellas,

y salen ya las sombras, antes dormidas,

tras las luces de las tardes que se acaban.

Y en ese devenir de luz y sombras,

se va forjando el cuerpo, se templa el alma.

 

Sueña el niño con la vida y el viejo vive sin sueños,

el amanecer palpita, para los dos sin saberlo,

mientras la vida camina paralela entre los dos,

dando a cada cual el sueño de la vida que soñó.

La aurora al niño vigila, junto al viejo que la abraza,

y la noche a ambos enlaza el sueño que se forjó.

La aurora acuna a ambos cuerpos sin dudar,

y el amor, ronda los lechos por igual.

 

Cabalga, siempre cabalga, el alazán de la vida,

y en su montura, a horcajadas con sus dudas,

el ser vacila en su lomo, como la veleta gira,

al capricho de los vientos que la obligan,

al albur de los vaivenes que da la cabalgadura.

Y como un funambulista vacilando en el alambre,

caminan, siempre caminan, la glotonería y el hambre,

unos con sus llenas tripas, otros vacíos y hambrientos

 

Perdida en las nebulosas de la frágil existencia,

vive anclada la conciencia esperando comprender,

mientras el amor comienza, en su sueño a despertar,

es la vida al caminar la que vuelve a renacer,

buscando a otras viejas vidas o a las nuevas por nacer.

El tiempo anuncia el camino en su eterno acontecer,

y son más ciertas las dudas y más clara la experiencia,

más profunda es la cordura, la locura es más ligera.

 

En los hombros va pesando con el paso de los días,

soportando entre los ojos avatares y embestidas,

como arietes empujando las puertas que la limitan,

y como pájaros locos deambulan entre las vidas,

sin mirar, que en los rastrojos se van quedando,

los restos y las partículas de la esencia de los años.

La voz, pausada o altiva, se eleva sobre los cerros,

para abrazar lo que venga o despedir lo que irrita.

 

El viento no tiene acento, ni color ni lengua alguna,

tanto azota como roza y a veces, hasta acaricia.

 

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri