Se aproxima el otoño amor,
El verano ha empacado sus cristales,
Su grave acento de polvo y fuego.
La alta fronda va mudando su piel reseca
Y al girar sus páginas el grimorio de los tiempos;
Estalla la diáspora verdina
Junto prodigio de los pájaros.
Amo el otoño
Y su gregario vuelo de espesura
Como amo las primicias recogidas
En nuestras manos …
Esta lluvia ligera
Como un suave péndulo de alturas;
Cigarras de ámbar,
Eslabones de cuarzo,
Cascaritas de nácar.
Tus ojos en sepia
Sostienen un mundo a media voz,
De hondos suspiros.
El tiempo ha callado su vocablo
Y nos conmueve en un abrazo silencioso,
Y mis manos van creciendo de sosiegos,
Como tiernos cabellos se diluyen en tus pómulos
Se apoderan de tu boca
Para que no se escape mi nombre.
El vino se ha llenado de copas
Hecho de desnudez y de amor
Acelera el pulso de la tarde.
¡Este es nuestro balcón bajo el cielo amor mío!
Enredado en sus caireles
El viento arremolina
Las estrellas del sauco
Al fondo del jardín.
En el viejo columpio
Se mesen las trenzas de la soledad,
Y en su vaivén impávido van cegando el cielo,
Ya maduros los frutos de las nubes
Licenciosos descienden a la tierra.
El jazmín en un pacto con la lluvia
Nos brinda la promesa
De alcanzarnos un mañana
Con su milagrosa sonrisa
De dedales blancos,
Y es que yo te esperaba
Desde antes de estas cosas amor,
Tus besos nómadas se disuelven en mis mejillas,
Y siempre vuelven tus pasos
En el traqueteo de la lluvia.
Las alondras del peral
De han dormido en la corteza de su abrigo,
Y tú tan mía de nuevo,
Transitas en las cuerdas de la ausencia
Por los hilos del agua …
Dejas al borde de mi copa los signos ocultos de un beso.
¡Es que eres tan mía!
Como estás lúdicas semillas
Que vienen nuevamente
A nidar entre las hojas
Como el bendito sueño de las hadas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri