Suelo ser algo complicado con frecuencia,
y a decir verdad,
voy por ahí con uno que otro tornillo suelto.
Lloro por las noches cuando algo va mal
y grito fuertemente para desahogarme,
¡pobre almohada!
ya no sabe qué hacer con tanto que le cuento.
No vayas a enamorarte!
Por tu bien,
no te conviene,
pues soy algo inestable, ¡bastante diría yo!
Te cuento que, a veces,
puedo ser tan niño como hombre,
así como me gusta la leche, me gusta el café,
suelo ser algo celoso, despistado, cariñoso, sí,
pero también puedo llegar a ser tan frío como el hielo.
Si llegases a quererme lejos,
más cerca estaré.
Ahora que si me quieres cerca,
puede que salga corriendo,
pues me da miedo enamorarme
y que mi amor no sea bien correspondido.
No tienes ni idea del número de veces que me han roto,
y el trabajo que me ha costado arreglarme el corazón,
la muy necia ha salido tan lastimado que ya no se deja.
Y es que cuando el amor llega,
en ocasiones no sabes cómo reaccionar
y quieres salir huyendo...
a mí me ha pasado bastante seguido.
Yo te sugiero algo, no vayas a enamorarte de mí,
porque si lo haces,
tienes que prometer no dejar rastro de cicatriz.
Es decir...
si te enamoras,
no vas a mentir,
no vas a herir,
estarás dispuesta a quererme
siendo yo un total desastre.
Vas a dejarme quererte así,
bonito, con locura,
porque puede que te quiera incluso más que a mí mismo.
Ahora bien…
si te enamoras, promete quedarte,
que yo prometo amarte por el resto de mis días.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri