Compartir la alegría que descifra la sonrisa,
la mía,
a veces silenciosa, calmada,
debida concentración implacable que por
necesidad surge.
Pero sé que el mundo no es perfecto,
la sonrisa predomina más en mí
que los malestares ajenos
que te pueden provocar hasta nauseas.
Pero no lo externo,
las vibras emocionales y grandes
se deben guardar por la gran contaminación en
las calles,
los aires sobretodo que expiden las voces
inconclusas de amor.
Mi jardín se ha sometido a nuevos riegos,
nuevas áreas verdes que han renacido
y a cada paso
brota nuevas flores.
Pero hay una especial,
una que mientras riego culmina su amor,
galopante en sus pétalos abre sus brazos
y me tira un beso.
Y yo se lo devuelvo,
pero uno de esos besos calladitos
para que las demás flores no se percaten
de la tanta efervescencia que produce en mí.
Y lo guardamos,
ya no tan secreto pero controlado,
controlado en sonrisas sin motivos, y miradas
desconocidas,
controlado como la noche que se viste de
silencio.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.