domingo, 31 de mayo de 2020

TENGO EL HÁBITO DE QUERERTE.


Tengo el hábito de quererte.
Te quiero como te vivo,
te quiero aún sin tenerte
como un ángel de la suerte
que descansa al lado mío.

Tengo el hábito de quererte.
Ya no pienso en lo sufrido,
te quiero desde hace siempre
y espero junto a la muerte
quererte hasta el infinito.

Tengo el hábito de quererte.
Te tengo guardado un sitio
y te llevo transparente
por la calle entre la gente
sintiendo que estás conmigo.

Tengo el hábito de quererte.
Cada mañana respiro
el aire que a ti te envuelve,
el aire te pertenece
y lo respiro tranquilo.

Tengo el hábito de quererte
a pesar de estar vencido,
mi corazón no comprende
que el sentimiento no duerme
en la cama del olvido.

Tengo el hábito de quererte.
Y por sentir siento frío,
te espero y estás ausente
más dejo volar mi mente,
cojo la pluma y escribo.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri

DESEO DECIRTE ALGO.


Solo quiero decirte algo:
Te quiero a pesar de
La distancia que nos separa
El tiempo que nos aleja
Las dudas que nos aturde
Las emociones que se apagan

Quisiera decirte todo lo que siento
Pero no me caben las palabras
Hay mucho que decir
Pero poco como expresarlo

Aveces el tiempo es muy versátil
Que se nos lleva las emociones
Que sentíamos aquel momento
que queda como solo un recuerdo

Nada de esto es fácil,
Cada día es más frágil,
Cada minuto más eterno
Pero digamos que ameno

Escrito estos días los versos
Más tristes como bellos
Has sido tú la causante
De cada uno de ellos

Tal vez siempre te lo diga
Y te tengo en mente cada día
Como si fueras el holocausto
de todo lo que causas en mi cada día

Al despliegue de todo lo sucedido
Debe haber algo más que acontecido
Este amor que llevas muy adentro
Es causante de todos el despliegue
Que llevas dentro de mi mente

Espero que todo lo que acontecido
Sea algo bien merecido
Para valorar cada día
Ese cariño que Ha crecido.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri

CON PÉTALOS DE CRISTAL.


Si lo simple, para ti, ha dejado de ser importante
y sumido en afanes de repente despertaste
dejaste tu mundo solo, por un eterno instante
y sin querer dejarla, finalmente la soltaste

Y si la flor dejo finalmente de importar
quien cuidara su esplendor aquí en mi mundo?
Ya ni siquiera me atrevo, a las estrellas voltear
pues se apodero de mi un miedo muy profundo
                                       
Allá, en mi mundo, la flor decidió emigrar
y termino en las fauces de un rumiante
Y yo desde aquí, desesperado por regresar
pues se vino sobre mí un vacío aplastante

Cuando por fin logre a mi mundo regresar
llorando por mi flor todas las noches pasaba
cuando de repente una semilla logro germinar
una, que había sembrado en mis lunas pasada

Una, que al amarla brilla tan intensamente!
su corazón se ilumina con una luz muy bella
cuando la amo, la veo, emocionadamente
pues sus pétalos son, de cristal de estrella

Aun no la he tocado, pues un cristal nos separa
y veo cada mañana como aumenta su brillo
Cuando medito sobre lo que el futuro nos depara
mi canto se escucha feliz, como se oye el de un grillo

La flor emigrante a mi jardín desea retornar
pues después al final la escupió su fiel rumiante
Y yo estoy tan enamorado del bello brillo estelar
con el que mi flor ilumina mi corazón cantante

Aunque mi mundo este solo, aparentemente
No quise acarrear las piedras de todos los rencores
Me deshice de lo malo, tan metódicamente
Que mi corazón hoy brilla, como el de la estrella de mis amores.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri

LUZ Y SOMBRA.


En el lado oscuro,
va creciendo el odio,
se acuesta el desprecio,
en un sueño errático
y en los más profundo,
del lado más negro,
se asoma la parca,
con su aspecto tétrico,
sin rostro embozada.
                             
En la zona clara,
cristalina y diáfana,
flotan la ideas,
que buscan frenéticas,
salvar la mitad,
que le queda al alma.
Conjugadas voces,
que impulsan y aclaman.

Arduo es el camino,
que plomizo cansa,
pasos indecisos,
que pisan sin ganas.
Una fuerza ignota,
surge de la nada,
empujando el ánimo,
como una palanca
y el camino viste,
de luz y esperanza.

Se atreve el gorrión,
con la voz que llama,
a romper fronteras,
que cercan y atrapan.
Canto que libera,
de grilletes y anclas.
Su trino es la vida,
que a vivir nos llama.

Negritud que envuelve,
oscura amenaza,
que invita al encono,
que seduce y mata.
En sus negras llamas,
la violencia abrasa.
Más oscuro nace,
el odio que desgarra.

Belleza que alumbra,
claridad que ama,
destellos geniales,
que en las luces sanan,
con flecos de rosas,
perfumando el karma.
El amor se acuna,
en la luz que emanan,

Blanco y negro viven
jamás se separan,
aunque en sus orígenes,
su esencia era blanca.
El verbo era libre,
la pasión de nácar
y la voz sublime,
de quien nace y habla.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

SOÑANDO UN SUEÑO.


Si acaso fuera yo un genio
de los que cumplen deseos
yo les daba libertad
porque de eso carecemos.
Porque desde que nacemos
nos hacen cargar pecados,
aquellos que cometieron
dizque los antepasados.
               
Pues cuando hay revoluciones
a los pobres a luchar
para que cambien de dueños
los que venden libertad.
La vida no es inmortal
ni es la esclavitud eterna,
quienes son dueños del mundo
al morir nada se llevan.

Entonces yo me pregunto
¿Quiénes tienen libertad?
Sin la abeja que es obrera
no existiría el panal.
Y por tal a quien me pida
libertad como deseo,
le diré que es utopía
incluso para los genios.

Pero yo soy un poeta
que los puede complacer,
puedo escribir en mis versos
que si la pueden tener.
Y aunque me ponga a gritar
denunciando a la injusticia,
la palabra de, equidad
siempre me será ficticia.

Si tú sabes de un poeta
que sí haya cambiado al mundo
muchos iremos tras de él
para corregir el rumbo.
Si se me aparece un genio
y me ofreciera un deseo,
si le pido libertad...
me la daba…  ¡Pero en sueños!




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

VIVIR.


Aprendemos a caminar con ideas de lo permitido y lo prohibido, creamos barreras que navegan en nuestra mente que son como hilos tan fuertes si estás acostumbrado a ellos, o tan débiles si existe dentro de ti una batalla, pero ciertamente muchos hilos nos protegen de nosotros mismos, otros, de personas que no tengan nada que los conduzcan a algún lugar, que caminan sin sentido y sin norte.

Vamos creciendo y vamos desatando algunos, según nuestra madurez, porque vamos respirando más lento, y muchas cosas te parecen no tan malas, permitidas con cierto límite y cumpliendo circunstancias específicas, otros serán por siempre los que no se debe desatar.

Mientras vivamos iremos formando más hilos, algunos a los que pondremos nombre y apellido, porque aunque no lo creas, algunos serán hilos de amor, a los que por nada quisieras desatar y jamás desechar, quizá serán los más finos, pero los más fuertes porque no solo están limitando tu pensamiento arcaico, están conectados a tu corazón.

Mientras tu piel cambia y te formas como un ser humano tan distinto, maduro, analítico, pero también  vamos cerrando espacios, no permitimos nuevas experiencias, no queremos sentir la adrenalina de lo desconocido, no salimos de la comodidad que te dá  lo que puedes controlar.

Podría asegurarte que te miras en un espejo y sientes que ese cuerpo no es tuyo, pero lo ves más seguido y aprendes que el tiempo ha pasado por cada célula y que no es tan malo, solo necesita otro cuidado, si nos tomamos un tiempo para hacer un detallado análisis de nuestros pensamientos y actitudes nos damos cuenta que por aquí también hemos cambiado, pero todo sucede para bien, concluyes que llegó el momento de soltar todo, de respirar y sentir el aire frío de la mañana, los cálidos rayos de sol al empezar del día, caminar descalza y sentir, sólo sentir, sólo vivir, sólo reír, solo soñar.

Sentarte a mirar el ocaso y sentir en tu piel que poco a poco vamos tomando su forma, con la esperanza que al siguiente dia distrutaremos de la aurora hipnotizable, libre de esos hilos.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

AQUEL ESCRITOR RECELOSO DEL POETA.


A plena luz del día,
al escritor
le anocheció de pronto.
No tomó aliento.
No visitó esa Tierra
de los pasos hacia lo posible,
y sintió cansancio al correr del viaje.

No vio el sol.
No escuchó llover.
No rasgó sus manos
con las estrellas o las rosas.
Dentro de su burbuja
dejó a la soledad
venderse a él,
empujarle y cerrar la puerta.

Escribiendo
se repetía en su concupiscencia
con ella
lo efímero de soñar,
lo ilusorio de querer,
lo irreal de vivir,
y se creía esclavo.

Mientras él
y su intrusa melindrosa
se enredaban
en las sábanas
del orgullo,
el poeta
sabiéndose libre
tomó su pasión;
surcó los mares
llegando a la orilla
que le aguarda ansiosa,
siempre que le busca.

Con su ritmo
sin espera
quebró los silencios
de la espuma
de la consciencia;
la colmó de susurros
y un te quiero
sin obligación
ni cuentas.
Le hizo suya
en regalos de nácar;
de caracolas;
de brisa que ardía
en volcanes
de palabras al oído.
Se fundió libre
en los deseos escondidos
y todas las horas
se desvanecieron
para terminarse amor,
en el cuerpo de uno.
La duda de aquel
se les perdió
en el rumor del aire;
en la sal de sus pieles
y la miel
de sus labios,
que no vacilaron
el 'te amo'
en la dimensión
del idilio claudicado
bajo la absurda reserva.

El escritor
buscó placer
en saciarse de quimeras.
El poeta
asido de sus ilusiones
se volvió pócima
y placenteramente
las encarnó
en la musa fiel de sus verdades.

El escritor
le llamó 'kilómetros infinitos'
a la distancia boca a boca,
mas el poeta de los océanos
luchaba conmigo
sin pretensión
de banderas blancas
o laureles,
y por mis dedos
resbalaban sus cabellos
mientras escribió prosas
sobre mi cuerpo
de donde
nacen sus versos
y guía los míos.
El escritor
receloso del poeta,
entró airado
a hurtadillas
la noche de los tiempos.
Arribó ufano
hasta la misma alcoba
mirando
la única silueta
tendida en el lecho
de mi recuerdo
y su ausencia;
se vio absorto
en el reflejo de mis ojos
y al descubrirse, calló.

Aquí en el silencio,
habló el gemir de mi suspiro.
Sí, sólo me escuchó
pronunciar su nombre.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

HILOS DE UNA VIDA.


Aquella tarde, mientras el sol fluía sus rayos sobre las copisas ramas de los árboles y los pájaros reinaban sobre el cielo azul del parque; en un banco detrás de la pileta, frente a una casona que hoy abre sus puertas para deleitarse de una amena y buena conversación con los libros que gratamente esperan de una visita. A pocos más del medio día cuando, en una hora propicia para darse una siestecita, me senté en unos de los pocos bancos desocupados a tomar el sol, cuando de pronto una persona de historia y sabelotodo, digo sabelotodo porque a esa edad son unos sabios, se sentó a la otra esquina del banco, a medio metro de distancia, y sin apuro me lanzó una pregunta: ¿joven si el genio te concediera un deseo en este momento, qué le pedirías?. En ese momento, a la edad que uno tiene, tal vez, pediría tener mucho dinero, o estar con la mujer del que me enamoré, o tener buena salud, o mejor aún una casa grande con dos autos modernos y un trabajo estable u otras vanidades que se me podría ocurrir. La verdad solo sé que respondí con unas de estas opciones y el viejo que aún permanecía inmóvil con la mirada profunda solo atinó a decirme, ¿estás seguro de ello?, ¿por qué no lo piensas un poco más y me dices lo que realmente te gustaría pedir y que se cumpliera ese deseo?. La verdad, me tomé un tiempo más y volví a responderle algo parecido a lo que había respondido la primera vez.

Después de unos segundos, finamente silenciosos, el viejo me dijo, si yo tendría que pedir un deseo a estas alturas de mi vida sería nunca llegar a viejo. No es bueno ser viejo, todos te descuidan, dejas de ser imprescindible, el amor y el cariño ya no lo sientes, todo ello te son ajenos, la familia te quiere, pero no como antes, los hijos solo cumplen la obligación de alcanzarte algo, porque sienten que es su obligación. Unas décadas atrás eras el amo y señor y podías hacer lo que te  plazca; ahora te arriman a un espacio reducido de tu propia casa y toman decisiones por ti, y es triste estar así, saber que todo lo que habías conseguido, ganado y construido ya no son tuyos, lo único tuyo que tienes, y eso también hay que dudarlo de alguna manera es un nicho. Ojalá nunca llegues a viejo, me dijo con su languecina voz. Vive todo lo que puedas vivir y disfruta de cada segundo, pero vívelo ya, no esperes más. Finalmente dijo, sabes: ves ese nido de aquel árbol, ahora son tres integrantes, desde ayer no lo veo a aquél pajarraco, celoso y bullero que por más de una semana, a estas mismas horas, hacía guarda. ¿Será que se habrá ido? o ¿tal vez murió?. Es raro que ahora no esté aquí, es curioso porque no son humanos y nunca se abandonan como nosotros.

Después de una prolongada y profunda conversación, me despedí del sabio y aún hoy... sus palabras suenan en mi cabeza.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

UN DESCANSO PARA UNA CARTA.


Quiero que guardes silencio
para que escuches mi voz
diciendo que voy sintiendo
lo que te estoy escribiendo
al ritmo del corazón.

Lee despacio este llanto,
desnuda de condición,
abierta, libre, escuchando
el sentir que va manando
de este pobre corazón.

Yo estaré lejos, muy lejos,
quizás donde el horizonte,
donde el sol es el reflejo
que le acompaña en cortejo
al sonido de tu nombre.

Quizás nos separe un mundo,
quizás el tiempo y el aire,
un mar de interior profundo,
un navío sin su rumbo,
el mismo sol de la tarde.

Quiero decirte que siento,
tanto como siento el frío,
no poder darte el momento
de fabricar un reencuentro
que se quedará en vacío.

Es tan grande tu recuerdo
que en mi memoria no cabe,
y por ello a veces pierdo
detalles que fueron ciertos
pero que olvido un instante.

Las manos llevo vacías
de tu piel ya postergada,
sobresaltadas y esquivas
por no darte las caricias
que por ti van dedicadas.

Mis pasos son peregrinos
por sendas de caminantes,
caminan sin ser camino
por un mundo sin destino
al que voy para buscarte.

La lluvia moja mi frente,
las lágrimas mis mejillas,
pero mi ánimo es valiente
aunque en el río me encuentre
de los males de la vida.

¿Dónde estás? Que no te encuentro,
dónde descansa tu voz,
dónde he de llegar primero
para ganarme un te quiero
dicho por tu corazón.

A la luna que me mira
por la noche le prometo
que no pasarán los días
que no pretenda, alma mía,
encontrarte en los espejos.

Me he parado en esta orilla
a descansar un momento
y he llenado mis pupilas
con la luz de una sonrisa
que me dedicó tu cielo.

Aquí dejaré lo escrito
para quien venga después,
que sepa que no te olvido,
que te quiero y te he querido
y por siempre te querré.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.  

sábado, 30 de mayo de 2020

COMO AMANTE ME OFREZCO.


A tu poesía en el texto
por el deleite agradezco,
sin salirme del contexto
le contesto con todo esto:

Como amante me ofrezco
para dejarte en mis versos,
mis décimas y mis sonetos
y por añadidura mis besos.

No lo tomaré como un reto
tu solicitud en concreto,
tampoco veo sea exceso
un interactuar tan honesto.

Como amante me ofrezco
y sin hacer algún receso,
tampoco sentirme preso
con talante algo inquieto.

Mi poema tal vez obsoleto
es contestatario panfleto,
es regio y erótico libreto
y que vibres del embeleso.

Como amante me ofrezco
para pintarte arabescos,
en tu piel y en tus senos
con mi arte muy discreto.

Pasearé por el alfabeto
y escribiré en tu cuerpo,
en mi afán juglaresco
mis más tiernos afectos.

Como amante me ofrezco
y que actuemos en dueto,
en cóncavo y en convexo
por intensa fusión y nexo.

Que sea tu torso coqueto
mi inspiración y amuleto,
de un amante completo
y no te ofrece sólo sexo.

Como amante me ofrezco
en confidencia lo nuestro,
no se trata de un aprieto
y por ello hecho el resto.

Seré tu suave café expreso
como gourmet con aderezo,
apetito sensual y magneto
en tan íntimo supuesto.

Como amante me ofrezco
a correr cualquier riesgo,
a tu lado creo saldré ileso
o tal vez en el esqueleto.

Y no intentaré un retroceso
tampoco faltarte el respeto,
con mis letras como parapeto
cumplo tus deseos inconfesos.

Como amante me ofrezco
luego de la faena repuesto,
donde seré tu can sabueso
busco quién robó tu queso.

En mi quehacer detectivesco
sin un porte Donjuanesco,
 al requerimiento estoy presto
para entregarte mis arrestos.

Como amante me ofrezco
después de tantos cuartetos,
a derrumbar el burlesco
mito de príncipes azulejos.

Amante de carne y hueso
soy sin ser muy dantesco,
en su lugar algo romanesco
y bandido muy quijotesco.

Como amante me ofrezco
en muy furtivos encuentros,
seré tu bandido travieso,
amante algo deshonesto.

Pues robaré sin protesto
tus gemidos picarescos,
de tu éxtasis pintoresco
por orgasmos gigantescos.

Como amante me ofrezco
sin tratarte como objeto,
en esto que manifiesto
demuestro ser modesto.

Que aceptes mi buen gesto
y sin ser ateo ex profeso,
por todo lo anterior rezo
Dios bendiga tal suceso.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.