Como las gotas de lluvia,
resbalan sobre el cristal,
así vive y se desliza,
la inquietante realidad.
Regueros entre la piel,
como sinuosos senderos,
cauce que deja al pasar,
la vida que va naciendo.
Una lágrima infinita,
rodó desde el firmamento,
buscando un ojo sincero,
para verlo desde dentro.
En el líquido elemento,
un amor que no se olvida,
grabado a golpe de tiempo.
La lluvia mojó la cara,
de surcos de amor repleta,
en su devenir bañándola,
de sabiduría y talento.
La gota se posó inquieta,
en el latido del tiempo,
tan feliz sería su encuentro,
que en el fondo quedó quieta.
Como el viento que transporta,
las palabras y las notas,
así la vida transciende,
para renovar su obra.
Vientos que llevan las gotas,
que limpiarán los cerebros.
Surcando la vida el tiempo,
quedó presa en sus derrotas.
Por derroteros de sombras,
se va la luz extendiendo,
penetrando en las penumbras,
que van dejando los hechos.
La voz cascada en el pecho,
como un monte se derrumba,
sobre el inefable suelo.
Hollados al fin los pasos,
del incansable viajero.
Gota a gota, verso a verso,
van horadando las sendas,
que se quedan en recuerdos.
El amor se quedó solo,
pero henchido de argumentos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.