domingo, 8 de noviembre de 2020

DE LA VIDA ...

Cerrar el vació que te llama,

beber de la conciencia que reclama,

sentir de la inocencia, fértil llama,

de los amores, digerir su esencia.

Así, seguir viviendo en la inocencia,

de la temprana vida que comienza.

Amar desde el valor, que impele,

la vida en su extensión, y su mirada.

 

Sentado en el pretil de la nostalgia,

soñar sin despertar en la espesura,

de penar, de amargura y de fragancia.

Volver sobre los pasos de la luna,

desaprender bebiendo de la cuna.

Una gota de luz, un torrente de magia,

un manantial de auroras y de albas.

El murmullo del agua que te cura,

una emoción sentida y espontánea.

 

La vida en su devenir, de por si extraña,

como una extensa y sutil telaraña,

entretejida de verdades y añagazas,

fiero volcán o apacible mañana.

De sortilegios cosida la esperanza,

zurcida de colores, variopinta, adornada.

Vergel o árido desierto ausente en nada,

una sombra fugaz, una profunda calma.

 

Partir por la mitad, unir las almas,

oler y respirar, de placer despertar,

sentir la brisa abrazando la cara,

aspirar con fruición tierra mojada.

Mirar la inmensidad del océano,

la Naturaleza dejarte sin palabras.

Así el atardecer será mañana,

la noche será, cada día más clara.

 

Doblar la esquina, donde vive el alma,

oír los manantiales, en su rumor retándola,

retando a la ignorancia y a la rabia.

Volver al corazón, ausente a veces,

amando cada instante en cada etapa,

de la vida que llega y la que marcha.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

COMO EL AGUA ...

Entre los recovecos se desliza,

agua servil que al hueco abraza,

corazón que se enlaza,

al latido mortal que le atenaza.

Se acuna en el rincón el viento,

besa la brisa enardecido anhelo,

un soplo que en el aire habita,

bailando el sentimiento.

 

Lento caminar que ama la tierra,

hollada a golpes de cordura,

ignorante y curiosa criatura,

bordada en los granos de la arena.

El sol abrasador ha sucumbido,

fuego de vida y de alimento,

un devenir de soledad sintiendo,

en la hoguera, la gélida locura.

 

Que no calle el cantor que vive dentro,

en los resquicios del amor inmerso,

que no silencien voces de deseo,

en las mazmorras de los sueños.

Amor mortal de carne y versos hecho,

que amordacen las entrañas,

que gritan silenciosas sin consuelo,

que no callen el hambre y sus derechos.

 

Caricia que se enrosca como el aire,

al sentido errático envolviendo,

fiera pasión que al sentir devora,

calando su furor hasta los huesos.

Entre las grietas vive el tiempo,

al socaire del deseo y al acecho,

burlón azar que es hoy u otrora,

y juega al escondite con el verbo.

 

Medrando entre las carnes el asfalto,

bofetada mortal que las desarma,

un huracán de voces y zarpazos,

en la vorágine fatal de su arrebato.

Amar la piedra de hiedra revestida,

amar entre las notas de un piano.

Un florecer de ideas que se cruzan,

volcadas del ayer y tan temprano.

 

Amor carnal de tierra y voces juntas,

amor de soledad y de tortura,

amor sin más, sintiendo la locura,

como el agua que se abraza,

a la tierra que inunda.

Amores de verdad, sin desmesura,

amor natal, de sangre la criatura.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

domingo, 1 de noviembre de 2020

DESDE LA QUIETUD.

Desde la quietud de un mar sereno

todo es más claro en el horizonte

pues toda paz que la noche esconde

le da vida a mi sentir más viejo.

 

Es llama que enciende lo que llevo

lo que me acompaña transparente

y al silencio del mar que me envuelve

me acorralan vivos los recuerdos.                

 

 Desde la quietud de un mundo en sueño

me estrecha sedosa la nostalgia

y al sentir sus brazos que me abrazan

en mares del pasado me duermo.

 

Es un mar recubierto de espejos

el que arrastra mi vida apagada,

figura de gloria iluminada

y me asalta su luz en reflejos.

 

Desde la quietud de los momentos

que nacen con el anochecer,

abro mi conciencia y toco a ver

cerca lo lejano y a él me entrego.

 

Todo deja marca en el recuerdo,

nada nos borra lo ya vivido,

como una estatua hecha de granito

es el pasado que vive eterno.

 

Vuelven los detalles del misterio

de lo que nada es pero lo fue,

 el hoy mañana será el ayer

 y yo lo escribiré desde la quietud del tiempo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

SOLEDAD QUE TE REQUIERE.

Soledad que te acompaña,

palomas que vuelan dentro,

vibran nobles sentimientos,

como lúcidos sonetos,

la voz interna te llama,

cargada de pensamientos,

y hasta se conmueve el alma,

al descubrir sus secretos.

 

Voz eterna de nobleza,

arrebatada a los sueños,

vertida en los viejos ríos,

de corrientes sin regreso.

Voz interna que te llama,

perlada de los defectos,

de verdades superpuestas,

de nuevos descubrimientos.

 

Un sentimiento colgado,

de las cuerdas del encierro,

sumido en las controversias,

entre fracasos y aciertos,

emociones que se cruzan,

con pasiones de otros tiempos,

y van dejando volutas,

disueltas como deseos.

                                               

La locura impreca al pálpito,

que vive de los recuerdos,

y alimentándose de ellos,

llena el interior de dudas,

en la soledad inmersos.

Canciones que acuden prestas,

como ágiles sortilegios,

para soñar el deseo.

 

Crespones blancos y negros,

guirnaldas multicolores,

brillantes luces titilan,

oscuras sombras que nublan,

fugaces y vivos sueños.

La vida entera que pasa,

en la soledad, sin freno,

amores y sentimientos.

 

Soledad que te acompaña,

vaivenes de las nostalgias,

que acuden como bandadas,

de febriles pensamientos,

voces que gritan solícitas,

reclamando sus derechos,

amores adormecidos,

matizados por el tiempo.

 

Soledad que te descubre,

soledades que te abducen,

en solitarias mansiones,

donde el amor no es secreto,

susurros entre las notas,

del dolor que vive dentro.

Versos cuajados de historias,

vividos y descubiertos.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

DE LOCURASIN NOMBRE.

El beso enamorado,

ya no vuela hacia el éter,

ingrávido se queja,

de sentir solo aire,

enamorado nace,

en sensaciones crece,

y se baña en la luces,

que alumbran el instante.

 

Beso que ama la boca,

de su sabor se embebe,

en la pasión se enrosca,

como un áspid envuelve,

ahíto de la carne,

en su jugo se aboca,

a morir en el trance,

en su canción se arropa.

 

Beso ardiente o efímero,

que se olvida o transciende,

que penetrar pretende,

en la profunda sima,

donde la vida siente.

Mariposa aleteando,

en su volátil vida,

un beso vuela siempre.

 

Amanecer de besos,

sobre el deseo torrentes,

de enamorados labios,

sedientos y turgentes,

no se cansa la boca,

no se rinde al rosario,

de gritos que se ahogan,

del secreto confeso,

del devenir constante.

 

Se ha sellado la puerta,

la canción ya se aleja,

de notas discordantes,

se ha llenado la boca,

despavorido huye,

resuelto entre las nubes,

de pasiones henchidas,

las ventanas abiertas.

 

Beso libre y errante,

viajero impenitente,

en su casa extranjero,

en las demás valiente,

libre verso que vuela,

entre la ausente gente,

una bailante vela,

una luz sugerente.

 

Queda vivo en el pálpito,

del deseo que se cierne,

cada latido suena,

en su cadencia hierve,

la carne del destino,

que en la boca se pierde,

realidad o espejismo,

fantasía o dilema.

 

Beso vívido y ágil,

devorador de sangre,

en vida consumido,

de pasiones versátil,

de estruendoso a silente,

una nítida ráfaga,

de vida que te absorbe,

de locura sin nombre.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

DE OTOÑO HECHO.

Se han vestido de ocre,

otoño enardecido,

al verde de la hoja, desteñido,

de ceniza pintada,

la enamorada aurora.

Más dulce sabe el beso,

en la inmensa variedad,

que embelesa y asombra.

 

La suave claridad,

mirando absorta,

liba de las pasiones,

entre vapores brota,

sorprendente y hermosa,

la vívida realidad,

que a bofetadas llora,

entre efluvios carnales.

 

La lágrima, a raudales,

para limpiar la vida,

servidumbre borrosa,

ensimismada y nítida,

una flor arrancada,

del vientre de la tierra,

deprimida y cansada,

en busca de verdades.

 

Unas cuerdas sollozan,

de los ágiles dedos,

cual versátil paloma,

entre arpegios se acuna,

sobre la rosa ama,

de su genio transforma,

a la vida enamora,

en el amor se asoma.

 

Cabellera de bronce,

brillando entre el follaje,

cascada de penumbras,

de plateado ropaje,

se viste y se desnuda,

sin recelo en el traje,

del otoño que vibra,

de la pasión que arde.

 

Vorágine fundida,

en gestos fantasmales,

confusa y atrevida,

se ha quedado la boca,

enfebrecida y sola.

El viento a coletazos,

airados vendavales,

amor a flor de piel,

caricias a retazos.

 

Se quedó entre suspiros,

el amor tiritando,

y comprendió la vida,

sueños y realidades,

el corazón en vilo,

viviendo apasionado,

de ecos ancestrales,

de infinitas señales.

 

De otoño hecho,

en hoja transformado,

quedó el amor,

entre la brisa amado.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

SÍ SABE EL CORAZÓN.

No sabe la locura de las penas,

envuelta en los vapores de la mente,

no sabe de conjuros quienes penan,

ni sabe de traiciones la inocente.

Sabe de complacencias el ausente,

que de lejos indolente solo mira.

No sabe lo que exhala quien respira,

ni el beso por sí mismo lo que siente.

 

Corren los tiempos,

veloces como efímeras estrellas,

caminos tachonados de querellas,

de prisa envueltos,

en furia empaquetados.

Una rosa perlada se abandona,

y ajada se conmueve,

y se despierta,

la voz apasionada que destella.

 

Con la luz necesaria,

entre las sombras medra,

un verso en primavera,

que progresa,

un amor suspendido,

la vida intransigente,

que se agrava.

El templo de la vida derruido,

piedra a piedra,

componiendo la falacia,

y piedra a piedra construido.

 

Verde oliva en las praderas,

vida y sangre preñadas,

auroras desarboladas,

entre la bula y la hambruna.

Tenor de tonos de altura,

que entre vidas van sonando,

las penas y las fortunas.

Mientras, quedan segregadas,

las miserias, una a una.

 

De traiciones no sabe el animal,

si de nobleza,

que no es noble quien bosteza,

mirando de reojo a quienes penan.

De rojo se ha vestido la pereza,

de rojo de vergüenza.

Más sabe más el sabio sin pensar,

que mil necios en la escuela.

 

No sabe el amor, tan solo ama,

sumergido en su existencia,

pasajeros del tiempo,

viajan los amores, en primera,

mientras quedan los odios,

en profundas trincheras.

Si sabe la vida que nos lleva,

del cuerpo que a sus hombros lleva.

 

Amar sin compasión,

y con pasión asceta,

que sabe el corazón de melodías,

y sabe de tristezas.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ASÍ SE ACUÑA EL AMOR.

Luna vieja, nueva luna,

plata sagrada que abruma,

pintada y soñada es,

criatura que se acuna,

amor que en su seno alumbra,

pasión bajo su mirada,

en una noche aceituna,

reflejos de pura nácar.

 

Se diluyen las promesas,

aire inútil que se esfuma,

pálpitos que se declaman,

simples palabras efímeras,

que vuelan como pavesas.

La fina línea se apura,

saltando al submundo priva,

en airadas controversias.

 

La bella aurora se espesa,

nubes de encendido néctar,

alboradas de caricias,

entre sábanas de estrellas.

La luna vieja se duerme,

brilla ardiente luna nueva,

un interruptor silente,

sortilegio que refleja.

 

Amor sin voz en la cara,

que se oculta tras la luna,

bailando entre sus reflejos,

luna nueva, vieja luna.

Sabor a plata bruñida,

líquidas voces que riman,

en la desbordada sombra,

sabia y cálida, ambarina.

 

Beso que nace sin prisa,

crece el ritmo en su partida,

latidos que se aceleran,

como palpita la luna,

mirando al ser se embelesa,

roza el rayo plateado,

el nacarado legado,

deja en el vientre la luna.

 

El sol se asoma a la luna,

para pedirle permiso,

fuego eterno brilla nítido,

de la mano van unidos.

Llama el amor a la puerta,

luna vieja, nueva cuna,

cuajado de albores vívidos,

se aleja la vieja luna.

 

El cariño se apodera,

de la luz, retando al sol,

y la luna nueva y fresca,

acompaña al resplandor.

El amor así se acuna,

nuevo sol y vieja luna.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

ENTRE LÁGRIMAS Y BESOS.

Nacen pasos de gigante,

emergen sueños pequeños,

grandes pesadillas son,

las fieras que lleva dentro.

No se convierte en amor,

un prolongado desprecio.

La verdad es un diapasón,

rítmicamente latente,

al unísono existiendo.

 

Amor que fluye en silencio,

magnetismo que te atrapa,

Al vaivén de los zarpazos,

la vida cruza los dedos,

la moneda surca el aire,

desafiando la gravedad,

y en una hipérbole mágica,

cambia el rumbo,

marca el tiempo,

la visión de la verdad.

 

Colgadas están del hilo,

majestuosa letanía,

balanceándose en el tiempo,

gráciles y bellas vidas,

remembranzas que se olvidan,

como luciérnagas frías,

destellantes y perdidas.

Inestables criaturas,

balbucientes melodías.

 

Melódicas son las noches,

bellas flor que se adivina,

la flor nocturna se eleva,

entre las sombras palpita,

la suavidad de sus pétalos,

carne apasionada y vida,

rompiendo el tiempo se agita,

vibrando al calor se aviva.

 

Las lágrimas se posan en la arena,

líquida esencia de quien siente,

una palabra en el silencio llega,

enjugando las lágrimas de siempre.

La vida se ha quedado entre tinieblas,

en un amanecer entre serpientes,

y van quedando las palabras hueras,

al sentir el amor vivo y latente.

La simple realidad se ha vuelto inmensa,

en un atardecer de fuego efervescente.

 

A bocados la vida te amamanta,

esencia de las mieles y las bocas,

abiertas como puentes, pura roca,

de sedas y algodones que te adornan.

Al sol tendidas las luces y las sombras,

cautivas entre el miedo y los temores.

La voz entre las fauces se prodiga,

evocando de la vida sus canciones.

A dentelladas naciendo de su vientre,

su pertinaz búsqueda se aviva.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri

EN EL INTERIOR HABITA.

El monstruo camina dentro,

sigilosamente habla,

con voz airada reclama,

se agita inquieto en su calma,

poder que al nervio transciende,

que domina y arrebata,

señor del reino interior,

que puede abrazar o mata.

 

El tiempo borró las huellas,

nebulosa que se alarga,

sombra grisácea y opaca,

pasión de arrebol pintada,

amor entre las tinieblas,

versátil cual goma elástica.

Pisadas que se diluyen,

como el agua derramada.

 

Poeta que se desnuda,

carne abierta a las miradas,

la voz interior llamando,

a la otra voz que le habla,

la sangre besando el órgano,

que la emoción le demuda,

bañado en néctar soñando,

entre las musas que bailan.

 

Alarga la mano el viento,

para alcanzar la mañana,

y se deshacen los grumos,

de las mentes aniñadas.

La nube busca a la luna,

para poder abrazarla,

y se van quedando solas,

las lágrimas derramadas.

 

Amor de efluvios y mimos,

ágil mente enamorada,

dolor y placer ocultos,

verso al borde se desata.

Enarboladas pasiones,

al viento preñando saltan,

innumerables los ecos,

de innumerables palabras.

 

Monstruo que dentro palpita,

cohabitando con el alma,

afiladas son las garras,

abiertas fauces que braman.

De sus múltiples heridas,

la humanidad se desangra,

voraces son sus maneras,

son crueles sus dentelladas.

 

La mano extendida quiere,

alcanzar lo que le falta,

y no escatima en caricias,

mano alargada que ama.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri