Sonámbulos deambulando,
soslayando las miradas,
con lo recelosos ojos,
el miedo que envuelve el aura,
cubierta la faz con máscaras,
medida y pausada andada.
Flota el misterio en el éter,
la incertidumbre que embebe,
espesa niebla en el ánima.
Lugares que transitar,
donde el aire se retuerce,
como remolinos gira,
envolviendo a quien respira,
boca abierta a la muralla,
dando aliento a las pupilas,
socavando las entrañas,
de suspiros de fatiga,
la boca abierta a la vida.
Se entrecruzan pensamientos,
y el intelecto se esfuerza,
el amanecer cautiva,
con pócimas de esperanza,
caminos en las esquinas,
esperando que la fuerza,
de las pisadas sea cauta.
La voz se ha vuelto matiz,
con el gesto que la tapa.
Cancionero de emociones,
notas que adornan senderos,
tonadas que hacen feliz,
a quien la verdad aguanta.
Prisioneros en la cara,
justicia en el caminar,
desentrañando las penas,
que marcan cada pisada,
más allá de las miradas.
Así, el amor se examina,
se auto completa o se acaba,
se refuerza o desvanece,
se hace fuerte o se desgasta.
En el horizonte el Sol,
que brilla cada mañana,
mirando a su alrededor,
con la aquiescencia que habla,
en su esplendorosa cara.
Sonámbulos que deambulan,
como plumíferas alas,
aleteando en el corazón.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri