De la raíz se nutre,
inmersa en el subsuelo,
nutrientes de la tierra,
que gratis amamanta,
la madre generosa,
que creando la savia,
sangre nace, que salva.
La generosa tierra,
al diminuto ser,
da vida de sus ubres,
de sus mamas terráqueas.
El centro de la Tierra,
se conmueve y se agita,
se convulsiona y grita,
por la herida causante.
Sangran sus carnes térreas,
como ríos silentes,
de la avaricia enferma,
del ataque constante,
a su terráquea vida,
a su nutriente esencia.
No respeta el humano,
ignorante que atenta,
sediento de riquezas,
despreciando a la Madre,
que su vida sustenta.
Pies de acero que aplastan,
sin pudor ni clemencia,
arrebata al más débil,
lo poco que le queda,
su dignidad maltrecha,
su pan y sus cosechas.
En su armadura imbuido,
va pisando cabezas,
bajo sus pies los cráneos,
que crujen de vergüenza,
y en la oscura mañana,
de cenizas cubierta,
el ocre olor a pólvora,
hasta el aliento agrieta.
Se ha quedado sin nombre,
como el árbol se queda,
sin su frágil corteza.
En el centro se cuece,
en la raíz se gesta,
y en el núcleo del alma,
ha crecido la idea.
Un rosario de olores,
febriles primaveras,
los sentidos atentos,
mudas palabras yertas,
y en los atardeceres,
cuando la luz se aleja,
ha llegado la ausencia,
ha venido el poeta.
No respira la Luna,
no se aquieta el planeta,
solo el amor la curte,
solo pensar la acoge,
solo llorar la baña,
de esperanza las lágrimas,
como curan las plantas,
como gime la tierra.
Un orquesta de gritos,
se ha unido a la protesta,
la dirige el poeta.
Amor con fundamento,
en la raíz profunda,
de su sentir sin tregua,
amalgama de sueños,
de verdades que enlazan,
de sentimiento urgente,
que acaricia el momento,
en la esencia se funda,
en la pasión despierta,
con los brazos abiertos,
para acoger lo nuevo,
abrazando a quien venga.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri