lunes, 13 de septiembre de 2021

EL AMOR EA LA VERDAD.

El espejo te devuelve,

la imagen que no querrías,

ni con afeites ni adornos,

el ojo más allá ve,

de los disfraces que mira,

la verdad está en la pupila,

que ve lo que no se mira.

 

Reflejos de las promesas,

repetidas sin cesar,

en una eterna partida,

siempre en aras de jugar.

La lucha es como un jaguar,

en tensión para saltar,

cuando la presa esté lista.

 

No ocultan las lentejuelas,

con su brillo y su apariencia,

lo que dentro vive y medra,

lo que en la mente se gesta,

el disfraz no quita penas,

ni la ambición la cercena,

ni a la ira remodela.

 

El espejo siempre es fiel,

a la cara que se mira,

no tiñe canas ni obliga,

en su real desnudez,

a dar una faz distinta,

a la misma que se ve.

No miente ni el ojo guiña.

 

Un espejismo es la vida,

cuando se mira sin ver,

si la vida es tiranía,

si solo se quiere ver,

lo que se desea que exista.

Una ilusión es la vida,

si se vela la película.

 

No por mucho perdonar,

queda la pena extinguida,

ni las deudas se terminan,

las deudas de las heridas,

que en cicatrices te miran,

ni se saldan las mentiras,

ni el dolor así culmina.

 

Tan solo el tiempo mitiga,

y lo que fue difumina,

pero la impronta escondida,

a su pesar sobrevive.

El amor es la verdad,

y en el arte se dirime,

el lastre que queda atrás.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

DE LO VIEJO Y LO NUEVO.

El recuerdo más reciente,

ocupa todo el espacio,

los más lejanos se esfuman,

o difuminan sus rasgos.

Las penas son de nosotros,

en nuestras cabezas presas,

y las rozaduras quedan,

en el corazón impresas.

 

Canción de cuna y de sangre,

sangre de cuna viajera,

de sus pulsos mensajera,

en sus latidos sincera,

nómada de sus sentidos,

de sus sentidos de fiera,

deja la Luna en la cuna,

sus argentarias maneras.

 

Entre lo viejo y lo nuevo,

se queda quien bien navega,

rema sin pausa y sin pena,

al mismo tiempo que piensa,

su andadura es su velero,

que las velas bien despliega,

con el empuje del viento,

rompe el amor con su fuerza.

 

Desborda al sueño el recuerdo,

que hace ojivas para verlo,

vigilante impenitente,

de suaves bordes de velo,

llama al tiempo para verle,

y en su alocado desvelo,

hace señas sin saberlo,

muescas que anuncian su celo.

 

La mar se ha dado la vuelta,

para mirarse por dentro,

líquido rostro convulso,

en sus airados cabellos,

mira al intruso que rompe,

las olas de sus secretos,

y del tifón se enamora,

anuncia a gritos su cuerpo.

 

Amores de contrabando,

mar agitado y sincero,

que no camuflen su ímpetu,

con abalorios ni enredos.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

EL AMOR NO SE ACUESTA.

Denudado el semblante,

ausente la mirada,

mira atento a la nada,

de vidrio son los ojos,

de agua las pupilas,

y ocultas entre líneas,

las razones más nítidas.

Volverán a su encuentro,

las mañanas más frescas.

 

Corazón que se agosta,

mente en el duermevela,

de trasnochadas horas,

en la tupida alfombra,

donde los pies se quedan,

un velo se desvela,

una verdad despierta.

Despiertas en las sombras,

se quedan a la espera.

 

Solitaria la alcoba,

si no vuela la idea,

si no emiten las ondas,

si el amor no se acerca,

con la emoción a cuestas.

Se ha creado una historia,

se entregan las ofrendas,

y en el dolor ausente,

la muesca siempre queda.

 

Cree el poderoso que el mundo,

pertenece a su caudal,

y en su burbuja feudal,

piensa que lo ajeno es suyo,

y quitando a los demás,

lo que tienen por derecho,

no hace ascos al oficio,

de apañar y de apañar,

hace de lo honrado un mito.

 

Denudado el semblante,

la duda aprieta,

flores son las luciérnagas,

de amor las penas,

y la corriente fluye,

como un torrente,

en las pacientes venas,

de sangre llenas,

que el verso no se acuesta.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

DEL AMOR A LA AUSENCIA.

De la vida que fluye y que mana,

a la sima profunda que llama,

en la luz de verdad irisada,

a la mano que noble se alarga.

Del amor que vislumbra y abduce,

al desprecio que ladino aguarda,

en las sombras se oculta el pequeño,

cuando el grande en la luz se hace el dueño.

                                       

De la flor que cortada se pudre,

a la sucia palabra que ofende,

de la idea que al fin se realiza,

a la rama que al crecer se tuerce,

no se salva quien vive de espaldas,

ni se rinde quien piensa y batalla.

Ya se abaten los muros que se alzan,

al pasar la verdad limpia y clara.

 

Siempre medra pisando conciencias,

quien ostenta su alma agrietada.

Hay quien busca honrar a la tierra,

y quien ama sin pedir audiencia.

La verdad se desliza sin pausa,

en los poros de la carne abierta,

de la sombra que el árbol alberga,

al amor que se va sin esencia.

 

Del dolor que se aferra a la mente,

al amor que permanece ausente,

al silente dolor del mendigo,

que en sus carnes se aferra el olvido.

De la pena que al alma se aferra,

a la risa que bebe deprisa,

a la ausencia total de condena,

en la auténtica vida que piensa.

 

Hay caminos que nunca terminan,

y deseos que al hablar fenecen,

del amor que de nuevo renace,

al olvido que al vivir transciende.

No termina la senda si es firme,

cuando el cuerpo y la mente se unen.

De la fuerza que al amor impele,

a la vil necedad que la pierde.

 

Que la vida, aunque sea breve,

esté llena de saber y amores.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

VERDADES COMO ROCAS.

En la cuna del tiempo,

la verdad estaba,

envuelta en los minutos,

de la añoranza,

nace entre ideas,

impregnada del eco,

de la esperanza.

 

La verdad ha nacido,

verde es el alma,

blanco son los claveles,

de su semblanza,

vive en el tiempo,

al pairo de los vientos,

de la bullanga.

 

Entre espinas se duerme,

despierta salva,

de mil atrocidades,

que la amenazan,

no desfallezcas,

verdad que estás despierta,

serás mañana.

 

Tiembla al oírte el necio,

se humilla el torpe,

y te abraza el honrado,

que bien te acoge,

siempre presente,

al fin nacerás libre,

entre las voces.

 

La verdad siempre asoma,

entre las trampas,

libre de las cadenas,

firme es su marcha,

nunca se rinde,

pues el tiempo la premia,

porque resiste.

 

Vendrán esos amores,

como las flores,

embelleciendo el mundo,

con sus olores,

y sus colores,

darán belleza al ojo,

con nuevos brotes.

 

Verdades como rocas,

mentiras flacas,

auténticas las notas,

palabras falsas,

siempre renace,

la verdad en la hojarasca,

libre y redonda.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

LA FUERZA DEL DESEO.

La hambruna amputa la idea,

y recupera el instinto,

para llenar el vacío,

de las mentes y los cuerpos,

y no hay un mayor deseo,

que vivir a cualquier precio,

sobreviviendo a la nada,

retando a los elementos.

 

Huera se queda la voz,

que se resume por dentro,

como un fallido altavoz,

que en silencio queda yerto,

a borbotones la sangre,

quiere salirse del pecho,

y el suspiro queda ausente,

reprimido en sus adentros.

 

Los ojos como luciérnagas,

ven que la vida se aleja,

la esperanza en las pupilas,

por el hambre estremecida,

aún así se ve el reflejo,

de la ansiedad que titila,

la mirada huye y se esconde,

mira en derredor con miedo.

 

El aire se torna espeso,

huele al sudor de los huesos,

a las carnes agrietadas,

a la piel, como de cuero,

y el viento en contra frenando,

acelerando el aliento.

Hay un temblor invisible,

de temor vivo y siniestro.

 

Los pies de plomo se han vuelto,

sobre los hombros el peso,

mitad tragedia y deseo,

el horizonte se aleja,

de los pasos descompuestos,

y una fuerza, como un torno,

remueve los sentimientos,

siente un gigante resuelto.

 

El aire se torna espeso,

huele al sudor de los huesos,

a las carnes agrietadas,

a la piel, como de cuero,

y el viento en contra frenando,

acelerando el aliento.

Hay un temblor invisible,

de temor vivo y siniestro.

 

Hay confianza en sus ojos,

incertidumbre en los gestos,

y una esperanza se gesta,

por la fuerza del deseo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

SIN NUBLAR A LO QUE BRILLA.

Creer que el tiempo no pasa,

creer que el cuerpo es eterno,

creer que el alma no enferma,

y pensar, que el mundo es nuestro.

Así, pensando y creyendo,

la vida parece un cuento.

 

Clamé al cielo y no se oyó,

ni un suspiro ni un eco,

en el éter se perdió,

la voz airada pidiendo,

que frene este desamor,

que la vida está pudriendo.

 

Cree el aprendiz que es maestro,

y el infeliz que es un sabio,

el retoño que es más grande,

que el tamaño de su cuerpo,

quien piensa que no es agravio,

detraer vida y derechos.

 

Saber que el tiempo es finito,

que caduca la materia,

que se queda en el olvido,

muchas veces la miseria,

que no siempre lo que digo,

es coherente o atiende a reglas.

 

Canta el sueño de los tiempos,

bebe el néctar de su esencia,

llena su saber de ciencia,

sin creer que se es el dueño,

de lo que crece y se engendra,

del respeto y la conciencia.

 

Pensar los pasos perdidos,

que no devuelve la tierra,

para aprender del sonido,

de su aventura andariega.

Creer que nada fenece,

que solo muta y transforma.

 

El tiempo sopló cantando,

tenue sonar de bonanza,

que adivina la esperanza,

que en lontananza está presa,

con manos y pies atados.

Libertad clama gritando.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

LA LIBERTAD CLAMA GRITANDO.

Creer que el tiempo no pasa,

creer que el cuerpo es eterno,

creer que el alma no enferma,

y pensar, que el mundo es nuestro.

Así, pensando y creyendo,

la vida parece un cuento.

 

Clamé al cielo y no se oyó,

ni un suspiro ni un eco,

en el éter se perdió,

la voz airada pidiendo,

que frene este desamor,

que la vida está pudriendo.

 

Cree el aprendiz que es maestro,

y el infeliz que es un sabio,

el retoño que es más grande,

que el tamaño de su cuerpo,

quien piensa que no es agravio,

detraer vida y derechos.

 

Saber que el tiempo es finito,

que caduca la materia,

que se queda en el olvido,

muchas veces la miseria,

que no siempre lo que digo,

es coherente o atiende a reglas.

 

Canta el sueño de los tiempos,

bebe el néctar de su esencia,

llena su saber de ciencia,

sin creer que se es el dueño,

de lo que crece y se engendra,

del respeto y la conciencia.

 

Pensar los pasos perdidos,

que no devuelve la tierra,

para aprender del sonido,

de su aventura andariega.

Creer que nada fenece,

que solo muta y transforma.

 

El tiempo sopló cantando,

tenue sonar de bonanza,

que adivina la esperanza,

que en lontananza está presa,

con manos y pies atados.

Libertad clama gritando.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

EL AMOR NUNCA ESTÁ SÓLO.

Bebe el amor del vacío,

liba el deseo de lo lleno,

de posesión son los besos,

que se nutren del anhelo,

y de olores son los lazos,

que unen y que seducen,

de los entregados cuerpos,

de efluvios, que como ríos,

fuentes son de puro nervio.

 

Sola quedó la cordura,

anclada en la sinrazón,

enquistada en la mentira,

cercada por el horror,

la locura la absorbió,

por el rencor engullida,

y el respeto la salvó,

junto a la sabiduría.

 

Bebe el necio de otro necio,

liba el ladrón de lo ajeno,

de lo falso el embustero,

y de su ego el traicionero,

se nutre de odio el injusto,

y el sabio, de lo sincero,

así, pisa el poderoso,

la nuca del más auténtico.

 

Qué sola quedó la pena,

que solitario el hambriento,

que aislado quedo el momento,

en que la dicha era el centro.

La avaricia rompe el cerco,

que impone el sobrio respeto,

y se van quedando solos,

amores y sentimientos.

 

Rumores ente las hojas,

del libro que explica el tiempo,

y que, a veces, se deshoja,

seco de anunciar lo viejo.

Corrientes que arrastran mundos,

dentro de otros mundos nuevos,

a flor de piel los engaños,

en la sangre los secretos.

 

Qué sola quedó la aurora,

que solitarios los besos,

si de puntillas pasaron,

como emigrados vencejos,

qué sola queda la rosa,

arrancada con desprecio,

que solo el amor sucumbe,

si no es leal y auténtico.

 

La vida, a la vida ama,

porque ese es su privilegio,

y no hay huracán alguno,

que frene su nacimiento.

El amor es como el agua,

baña de vida otros cuerpos,

y nunca se queda solo,

si se lleva muy adentro.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

ENESE TREN SE VA MI AMOR.

Una extraña sensación

recorre todo mi cuerpo

al alejarme de ti

cuando dejamos de vernos.

 

Siento ganas de llorar

 con impotencia de hacerlo

quisiera volver atrás

y ese abrazo no perderlo.

 

El tren que se va alejando

me deja la soledad

tan pronto me siento solo

ya te comienzo a extrañar.

 

Sólo me queda pensarte

volver a la realidad

amar desde la distancia

sin olvidarte jamás.

 

Estas noches en la isla

vivimos con ilusión

a la luz de las estrellas

nuestro amor con gran pasión.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

martes, 31 de agosto de 2021

SOMBRA Y CUERPO.

La sombra viaja conmigo,

a donde quiera que voy,

pero no sufre, ni llora,

y no me hace reír,

pegada a mí se desliza,

de espaldas y de perfil,

siempre se mueve conmigo,

sin un gesto, ni un desliz.

 

Tierra mía que sustenta,

a mi sombra y a mi cuerpo,

acógeme entre tus brazos,

que quiero ser el terruño,

de tu vientre de respeto.

Sombra, que no me das sombra,

sígueme, que yo te quiero,

y el día que me abandones,

seré un soplo de los tiempos.

 

La sombra viaja conmigo,

como la sangre y el cuerpo,

al mismo ritmo camina,

que se mueve mi esqueleto,

y tozuda y persistente,

se pega a mí con esmero.

Negra sombra, que no arropa,

que ni abraza ni da besos.

 

Me acompaña cuando amo,

cuando río y cuando bostezo,

es la sombra de mis días,

de enérgicos movimientos,

que se queda agazapada,

cuando duermo, por respeto.

De grises a negros torna,

de diminuta a enorme,

si la luz cambia sus efectos.

 

La sombra viaja conmigo,

que siga por mucho tiempo,

persiguiendo los andares,

o a los sones de un bolero,

danza en todo los terrenos,

si brilla el Sol o un lucero,

baila el rock and roll o el tango,

según le ordene mi cuerpo.

 

Sombra, que vives conmigo,

sin pedir a cambio, ni esto,

ni un mal grito, ni un mal gesto,

a mis órdenes, callada,

siempre enlutada, en silencio.

Que vivas por muchos años,

que lo propio, hará mi cuerpo.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

MENTE Y CORAZÓN SE MIRAN.

El rostro vuelto a la senda,

los ojos al frente miran,

la mente abierta al sendero,

el corazón, que lo sienta,

y la mirada sincera,

a lo lejos y de cerca.

Sentimientos que se agolpan,

de puro sentir auténticos,

y el perfume de la tierra,

acompañando al viajero.

 

Semblante de finos rasgos,

piel dorada que enajena,

marfil que guarda la entrada,

rojo bermellón los labios,

como faros son los ojos,

de sedas abanicados,

la frente limpia y serena,

de finas sendas bordada,

y dos sinceras pupilas,

que observan y lo ven todo.

 

Mira atento el ruiseñor,

lo que acontece y abarca,

precisa, su vista alcanza,

lo más grande y lo menor,

y a pesar de ser pequeño,

ve al más mínimo insecto.

Otea, el halcón desde el aire,

a la más pequeña presa,

su experta mirada otea,

la pradera más extensa.

 

Hay quien mirando no ve,

hay quien observa y no mira,

hay quien tan solo se mira,

y lo que ve no analiza,

y no alcanza a comprender.

Se refleja en las pupilas,

en la mente se concentra,

y el corazón vibra y tiembla,

ante quien mira y si ve,

comprendiendo lo que mira.

 

Retratos en el amor,

de pasadas andaduras,

de antiguas voces cautivas,

de improntas que se quedaron,

en el recuerdo prendidas.

Miradas que se recuerdan,

con extraña nitidez,

y ojos que nunca se olvidan,

grabados hasta en la piel,

esculpidos con cincel.

 

Mente y corazón se miran,

tal vez, como dos extraños,

a veces, siguen caminos,

cada uno por su lado,

y en encrucijadas se unen,

para llegar a la cima,

donde el amor es más sabio.

El rebelde corazón,

no sigue los mismos pasos,

que la absoluta razón.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri 

AMOR Y VERSO SE ALÍAN.

El corazón se retuerce,

cuando la pena es muy honda,

y es sentida cada nota,

que en cada latido brota,

sentir firme la condena,

del dolor que vive y crece,

y que en la sombra fenece,

cuando la vida se llena.

 

Sentir el viento en el rostro,

sentir la brisa en los ojos,

despiertan y se reavivan,

las palabras en los labios,

bebiendo del verso avivan,

el corazón y los órganos,

y fluyen como las lágrimas,

de pura emoción y gozo.

 

La ira, golpea el pecho,

la pasión, sacude el ánimo,

y agrandando el corazón,

el coraje salta dentro,

como un gorrión enjaulado.

La pena, vence al latido,

triste latir de desánimo,

conmoviendo a la razón.

 

Corazón que se detiene,

con admiración al verlo,

y los sentidos despiertan,

y se altera el sentimiento,

siente que el tiempo se para.

Siente, que es brisa ya el viento,

y el magnífico momento,

llena de belleza el día.

 

Temblores del corazón,

cuando es cautivo y se libra,

de los cepos que le embridan,

la verdad y la libertad,

así, deshacen las bridas,

que someten la razón.

No existe mayor valor,

que quien arriesga su vida,

para salvar otras vidas.

 

El verso, está en un rincón,

esperando la partida,

y es el amor quien da vida,

al verso que despertó.

La sangre, es el corredor,

por donde el verso transita,

de la mano del amor,

canción que une a los dos.

 

 

 

 

Autor

Antonio Carlos Izaguerri