A las orillas de puerto,
bajo la luna y sobre el camino de estrellas va,
remembranza y lamento del pobre amante
que por la vida arrastra su humanidad maltrecha
al recordar su felicidad pretenciosa e inocente
y creerte suya para siempre,
dueño de su cabello largo y negro de sus ojos,
de su sexo, tomando sus pechos de seda
y el tiempo pasar despojándola de todo,
cada prenda cae sobre sus pies descalzos,
un abrazo y rodear aquellas nalgas blancas bellas, grandes,
únicas de gozo divino,
llama que crece sin límite,
suspiro inmenso de lo que se tuvo y ya no se tiene,
Se escucha el silencio y su andar pausado
buscando un motivo para sonreír,
sonrisa apagada con besos tiernos,
con sabor a olvido,
con aromas confundido,
cierra los ojos
y el calor que envuelve al sentimiento se apodera de su cuerpo,
lo atrapa el mar.
pasión arrogante, al verse al espejo eterno,
grandeza y gloria,
éxtasis y lujuria, amor temeroso,
anhelante, soñador.
juventud que se bebe,
belleza que se sirve desnuda
ante las miradas presas del deseo,
momento sublime e inolvidable
cuando sus manos recorren las formas del pecado
para después entre las piernas olvidarse entero,
volviéndose esclavo de las caricias de esa coreografía
ensayada, caliente y colmada de placer,
Cada punto en que se toca el cielo,
cada gesto, piel ardiente,
dulce savia, nada importa, nada pasa,
vaivén carnal, paraíso de cuatro paredes,
mil noches de gozar mil estrellas sobre el agua,
notas de la música del mundo,
tormentosa perdida que ha de extrañar,
cuando cansado reposaba sus fuerzas contemplando sus caderas,
sintiéndose pleno, grande.
Aliviado de pensar.
Las redes del amor te han alcanzado
y has muerto en brevedad,
al jugar un juego frágil y con final,
ya despeja esa imagen cuando te entregaba, sus secretos,
cuando en segundos llegabas a puerto,
pobre, amante olvidado
y pensar que te creyeron fuerte y malvado,
resultaste víctima,
infame traidor de ti mismo.
hoy pagas con llanto la suma de tus noches
vagando en soledad,
rumiando su aroma repitiendo su nombre sabor a sal,
mientras ella quizá,
repita el cuento, la historia
y otro amante mañana camine junto a ti,
buscándole entre sus recuerdos,
lamiendo de sus dedos,
de sus manos lo que se les ha escapado,
escurriéndose como el agua
para jamás volver,
pues de su manantial sacian su sed los hombres,
que bajo su canto atrae
encanto de sirena mortal, sabor a mar.
Patasalada,
pero un día tu mirar se opacará
y tu belleza se habrá ido con las olas,
Solo en los corazones rotos que dejaste al pasar,
de tus amantes necios que no te pudieron olvidar.
Vivirás…
y el pobre amante
seguirá recorriendo el mundo
tratando de encontrar quien ocupe ese lugar,
que quizá nunca pueda llenar preguntándose
si eso es amar, regresando una vez más
a cada instante que pasó ya,
insana manía de sufrir,
y seguir sufriendo por una mujer que se ha marchado,
buscando culpas y quizás perdonándolo todo
mientras caminando
va a las orillas juntando conchas y coral,
con la luna tras de él,
y su nombre en la boca
como queriendo gritar
vuelve caminando sobre la arena,
suave y tibia de la playa de aquel lugar,
tú sabes cuál.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri