Denudado el semblante,
ausente la mirada,
mira atento a la nada,
de vidrio son los ojos,
de agua las pupilas,
y ocultas entre líneas,
las razones más nítidas.
Volverán a su encuentro,
las mañanas más frescas.
Corazón que se agosta,
mente en el duermevela,
de trasnochadas horas,
en la tupida alfombra,
donde los pies se quedan,
un velo se desvela,
una verdad despierta.
Despiertas en las sombras,
se quedan a la espera.
Solitaria la alcoba,
si no vuela la idea,
si no emiten las ondas,
si el amor no se acerca,
con la emoción a cuestas.
Se ha creado una historia,
se entregan las ofrendas,
y en el dolor ausente,
la muesca siempre queda.
Cree el poderoso que el mundo,
pertenece a su caudal,
y en su burbuja feudal,
piensa que lo ajeno es suyo,
y quitando a los demás,
lo que tienen por derecho,
no hace ascos al oficio,
de apañar y de apañar,
hace de lo honrado un mito.
Denudado el semblante,
la duda aprieta,
flores son las luciérnagas,
de amor las penas,
y la corriente fluye,
como un torrente,
en las pacientes venas,
de sangre llenas,
que el verso no se acuesta.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri