Bebiendo de la vida,
nace el humano.
Preñado de fluidos,
de sangre ungido.
Del ser que se debate,
a un cordón unido.
Un vínculo de sangre,
del amor concebido.
Naciendo ausente,
va creciendo en el seno,
del fructífero vientre.
La voz es muda,
que rompe cuando emerge,
mágica criatura.
Sus rasgos beben,
del ser que le defiende.
Ignorando el futuro,
crece y se embebe,
del instante que vive.
Feliz en brazos,
de su entregada amante.
La voz quebrada,
de la amorosa madre.
Un suspiro que llega,
una luz titilante.
El camino se cierne,
sobre el sutil aliento.
La ráfaga de viento,
que crece y crece.
Un pecho descubierto,
de su interior emana,
manantial de alimento.
Un beso que derrama,
de pureza cubierto.
Demuda y cambia,
su frágil esqueleto.
Crece la carne ausente,
de su febril encierro.
Rueda fuerte la lágrima,
que al rostro ofrece,
una brillante pátina,
de amor y leche.
Amante verdadero,
que sufre y mama,
de la entraña que sueña,
con amores y juegos.
No hay luces más brillantes,
que en el amor se granan.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri