miércoles, 22 de julio de 2020

MELANCOLÍA, NOSTALGIAS.


Solo sabe del tiempo la nostalgia,
seductora y atávica.
Te apresa y te descalza,
nostalgia, como un aura,
circundando entre nieblas.
Febril y sentenciosa,
vaga en promesas, generosa,
como un beso que no cesa.

Su incondicional amor,
simula con destreza,
cambiando de color en cada estrofa.
Viste de gris, ya con pereza,
o coqueta viste de gala.
Su voz es cantarina
o evoca fluidamente la tristeza,
funeral o verbena.

No reconoce el tiempo,
si es de avatares o venganzas,
pero entra sin permiso,
sin llamar a la puerta,
tendiéndonos la mano,
o a trompicones entra.
No mide las distancias,
es fugaz su talento.

Añoranza, que vienes y vas,
a veces fugitiva, otras cercana.
Te alejas o te cercas,
según viaja en el ánimo,
primitiva o lozana.
Soñadora entre bálsamos
o ardiente y rara,
como el viento que abrasa.

Tu belleza es efímera,
oh perversa nostalgia.
Intrascendente o trágica,
como el tiempo que pasa.
Fugaz como la estrella,
con su estela de luz,
persistente o errática.
Violenta cual alud
o estruendosa cascada.

Nostalgia que me enseñas
o el momento arrebatas.
La sutil añoranza,
que en los huesos penetra,
cual afilada daga.
El amor que interrumpe,
con su elegante magia,
mermando las piruetas,
de su estrambótica danza.

Pero la terca vida,
de tormentas y auroras,
se apropia de lo propio
y lo ajeno lo alcanza.
La añoranza la exprime,
la nostalgia la borra,
con la potente brocha,
con que todo lo mancha.

El amor se hace el amo,
mientras el tiempo pasa.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

lunes, 20 de julio de 2020

NO SABE EL RUISEÑOR.


No sabe el ruiseñor,
que el aire límpido,
se alejó a cielo abierto,
pero siente el hedor,
del aire nuevo,
un olor rancio y acre,
que amenaza su tiempo,
que mancha su plumaje.

Ríos de tinta,
para ensalzar al necio,
anónimas heroínas,
en el recuerdo extintas.
Manantial de medallas,
sobre obras ficticias
y homenajes de lata,
a figuras sin vida.

Una fracción sublime,
se ha perdido en el tiempo,
una ráfaga de oro,
un fugaz bello beso,
enamorada nota,
de un atrevido verso
y unos ojos que hablan,
con matices sinceros.

No sabe la canción,
a quien redime,
pero todo lo impregna.
Ni a quien seduce sabe,
ni a quien deprime.
No sabe cada nota,
al corazón que llega,
ni sabe quién lo sabe.

Que merece el avaro,
que solo observa,
como su ego se ceba,
como su bolsa engorda.
Que sabe de nobleza,
quien solo medra,
quien en si se recrea,
volcándose en su credo.

Se rompen las costuras,
del elegante traje,
hecho a golpes de prisa,
de falsas sedas.
En sus frágiles hilos,
la esencia escapa,
se rompe la textura,
se deshace el coraje.

No sabe el ruiseñor,
lo que el humano rompe,
pero siente en su canto,
su trinos tristes.
De promesas no sabe,
que luego enferman,
pero del viento sabe,
el fuego que le quema.

Donde quedan los cantos,
de la belleza entera,
cuando en la primavera,
los amores cantaban.
Cuando vendrá la aurora,
con la verdad completa.
Donde duermen los besos,
que aún no se despertaban,
donde la voz se inquieta.

La pasión se lo lleva,
con su hercúlea insistencia.
Amor que te arrebata,
con su eterna influencia,
no abandones las mentes,
que intranquilas te esperan.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

CABALGANDO A CONTRALUZ.


En el reflejo del sol,
se esconde la ternura,
frágil criatura,
que vive entre los bálsamos,
que apaciguan y curan.

El tiempo cambió la forma,
el color y la textura
y retorció la materia,
para cambiar su estructura.
El tiempo borró las huellas,
del sendero en que se crean
y en sus pasos de gigante,
lo que forma lo recrea.

Bordó en la mirada el mundo,
con la esperanza en los ojos,
grabó en la pupila el Sol
y la Luna en la retina,
para en la luz y en la sombra,
entender lo que se mira.
Sembró la tierra de sueños
cambiando lo que se olvida.

En un átomo de luz,
se refugia la alegría,
que cabalga a contraluz,
que vive en la melodía.
Zurció con luz las tinieblas
y con la sombra la inquina.
Bañó de esplendor la faz,
para repintar la vida.

Estelas que van dejando,
los efluvios que terminan,
pero sobre ellas caminan,
nuevas esencias que pintan,
de nuevos tonos sus cuitas.
Surcos como cicatrices,
permanentemente rígidas.
Estelas son directrices,
para reordenar las vidas.

Jazmines en el jardín,
de los amores que brillan,
generoso Sol que mima,
agua que ama las semillas.
Así la luz acaricia,
regalando su energía.





Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

sábado, 18 de julio de 2020

SI PUEDES DAME.


Dame un lugar,
donde pensar sin ruido,
en la espesura,
de la soledad íntima.
Dame un lugar,
donde beber el líquido,
más nítido que mane,
del interior más límpido.

Sabor a corazón,
en su pureza auténtica.
Dame un lugar mejor,
donde soñar sin prisas
y así escrutar,
la pura intimidad,
en su belleza prístina,
beberla sin temor.

Un lugar en el tiempo,
donde comience el día,
un nuevo amanecer,
donde el saber sonría.
Dame un soplo de vida,
de vida cristalina,
donde nade el rencor,
sin rumbo hacia el ocaso.

Dame un cálido abrazo,
con la luz ambarina,
de la Luna mirando.
Una rosa entre espinas,
que embellezca mis ojos,
una pasión suicida,
que diluya los odios,
que disuelva la inquina.

Dame un rincón,
solo un resquicio ínfimo,
donde la verdad exista.
Dame la lucidez,
que el alma necesita.
Sensatez y locura,
para llenar el tiempo,
que me asignó la vida.

Un perfume que embriague,
una voz que cautive,
una mirada suave,
que apacigüe la ira.
Un aroma de versos,
que en el amor titilan,
como amantes posesos.
Una palabra límpida.

Dame un lugar,
donde no nade el lodo,
donde no enseñe el hambre,
sus vientres como globos.
Donde el miedo se guarde,
cual nefasta reliquia.
Un lugar donde exista,
la verdad para todos.

Dame un soplo de magia,
que descubra la esencia,
que en mi interior anida.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

A PESAR DEL HUMANO.


No germinó la semilla,
no crecieron las raíces,
no lograron ser felices,
quienes del fin se alejaron.
De la forma más sencilla,
la vida tendió la mano
y la verdad sin matices,
logró crecer entre el barro.

Caminante que sueña,
estremecidos pasos,
sobre el duro legado,
recio lastre heredado,
como un fardo pesado,
que al ánimo acuclilla.
Afilada cuchilla,
que amputa lo sagrado.

No creció la cosecha,
que la vida aprovecha,
para seguir soñando.
Estrafalarias hierbas,
ocultan lo pasado.
Más nuevos brotes nacen,
sobre oscuros presagios.
La savia nueva hecha,
de viejos nuevos sabios.

En rincones arcanos,
donde habita el pasado,
vive el sabio pensando,
sobre la duda, honrado.
La poderosa magia,
sobrevuela soñando,
con futuros de estrellas,
a la vida alumbrando
donde el saber sea el amo.

Se ha alocado la brújula,
entre sus giros mágicos,
volteando los sentidos,
que señalan lo humano,
sinfonía de sucesos,
sin control, desbocados
y cosechas girando,
sin saber lo sembrado.

Viajero entre la niebla,
sobre nublados pasos,
enarbolando sueños
y fantasías de barro.
Una luz matutina,
del alba que ha llegado,
orienta su partida,
se recrea entre sus pasos,
se acomoda a la vida,
que el destino ha guardado.

Ha crecido la rosa,
sobre su esbelto tallo,
demostrando a la nube,
lo hermoso de sus pétalos.
Ha germinado el trigo,
a pesar del humano.



Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

SE PLEGARON LAS HOJAS.


No se detiene el viento,
aunque falte el aliento.
Es viajero el talento,
que trasvasa los tiempos,
de momento a momento.
No es posible el reencuentro,
si la intención se pierde,
como se pierde el verso,
si no sufre y conmueve.

Se plegaron las hojas,
que escritas se quedaron,
olvidadas reliquias,
que el polvo las sustenta.
Del libro de los sueños,
solo queda la rima,
de olvidados recuerdos.
Un soplo de esperanza,
al fin sobrevenida.

No hay suspiro que brote,
sin que la sangre viva,
vibrante en los latidos,
la carne estremecida,
el galopar constante,
del corazón que gima,
con un nuevo retoño.
Una ardiente corriente,
eléctrica y cautiva.

Se quedaron sin nombre,
los reos y las ninfas,
presas en el alambre,
de la espesura misma.
Sobrecogido el ánimo,
sin sustancia exprimido,
en la apariencia mística.
Doloroso sentido,
que sin dudar se olvida.

No hay un norte sin luna,
ni una brasa sin humo.
Ni sabor que no sepa,
si es almíbar su jugo.
No hay frontera sin pena,
ni pesar entre rejas.
No hay amor sin condena,
en su hermosura eterna.

Se fueron como entraron,
con las bocas abiertas,
aspirando la vida,
a bocanadas llenas.
Emprendieron la huida,
los que odiaron sin pena
y una luz cristalina,
en la entreabierta puerta.

Amor de madrugada,
con sabor a canela.
En la bella alborada,
donde la vida cela.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

CUANDO Y EN QUÉ MOMENTO.


Detrás de las paredes,
se esconde el miedo,
en ínfimas fisuras,
donde anida al acecho.
Rostro sin boca y ojos,
oscuro cual la sima,
donde vive el secreto,
donde el temor se acuna.

Una helada corriente,
cual heladora bruma,
ha calado en los huesos,
como un puñal hiriente.
Se refugia en el miedo,
en el terror latente,
donde muere el deseo,
donde el frío se hiende.

Cuando mira la Luna,
adornada de estrellas,
sonríe ladinamente,
con la boca entreabierta.
De sus ojos de noche,
una luz se ha escapado,
en las cálidas sábanas,
donde quien sueña duerme.

Perdida entre los pliegues,
se ha quedado una estrella,
para alumbrar la vida,
que entre los sueños medra.
Ya se mira por dentro,
con la febril pericia,
de quien por dentro brilla,
entre el amor y el miedo.

Dolor que llega,
con el amor entero.
Abrazado a su cuerpo,
como un garfio al velero.
Unidos, siempre unidos
como el hambre al sustento.
Una densa amalgama,
de seda y arpillera.

Amores que seducen,
otros cuentan las cuentas,
del largo de su cuento.
Orates los amores,
que avasallan el cuerpo,
otros más sigilosos,
navegan mar adentro,
en las plácidas aguas,
de un tranquilo mar quieto.

Amor de primavera,
que alcanza hasta el invierno,
que supera los ciclos,
de los días inciertos.
Amor que sabe dónde,
cuando y en qué momento.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

AQUEL LÚCIDO SUEÑO.


Mis parpados comenzaron a oscilar
Cada segundo pesan un poco mas
Como olas contra arrecifes no paran de chocar
Y con un lugubre manto me han de acobijar.

A punto de desvanecer, nada que desear
Estoy solo con esta compañera soledad,
Sin encontrar un camino que sondear,
No creo que haya algo que buscar.

Oculto entre sueños
buscaba el mar
pero iba perdida
en la oscuridad.
Solo las estrellas
me han de acompañar
y quedo muy sola
con esta soledad.

Tus ojos jamás me habrán de mirar,
dentro del sueño donde quiero despertar.
Escucho el eterno lamento del mar,
deseando estar en cualquier otro lugar

Las olas con su vaivén derraman
lágrimas de dolor, y
cabalgo con el viento saciando
mi necesidad de volar.
Pero no sé, dónde voy, ni a dónde
quiero llegar; eso... El tiempo dirá.

Volando en este mundo surreal,
a negras alas mi vida eh de confiar.
Buscando aquello que siempre
he de desear,
eso que en el mundo real
se me hace imposible llegar.
Por eso al sueño tiempo le pido,
y el sueño espera condescendiente,
no tiene problema, es un buen amigo.
Sabe muy bien que muero por encontrarte,
Por tomar tu mano y bailar pegado contigo.






Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

martes, 14 de julio de 2020

BUSCO SIN PAUSA.


Me busco en la corriente,
del río que transcurre,
como quien busca el verso,
que a su sentir se ajuste.
Me busco entre las hojas,
del libro que trasluce,
pensamientos ajenos,
que en los míos sean luces.

Busco en el subconsciente,
que mis ojos eluden,
ese faro que guíe,
lo que en mi se traduce
y una mota de polvo,
se ha interpuesto en la mente,
subyugando la idea,
al color que seduce.

Compañero que aprieta,
los lazos que me oprimen,
esos recios grilletes,
que la vida consumen.
La sombra que me sigue,
inseparable y terca,
que la vida confunde.
Busco entre los rastrojos,
ese otro yo que huye.

Busco tras los cristales,
imágenes que fluyen,
lúcidas transparencias,
apariciones múltiples.
Pero una brisa efímera,
en el aire las funde,
como volutas de humo,
que el mismo Sol consume.

Ya se desdobla el verbo,
que en sí mismo influye,
con adornos y arañas,
que al auténtico tumben.
Un versión distinta,
desconocida asume,
que dos seres en uno,
se suman y consumen.

Sobre mí mismo vuelvo,
como el pródigo hijo,
entre aplausos a veces,
otras veces contrito
y en el sentido íntimo,
donde lo cierto vive,
se despejan las luces,
que en el vivir transcurren.

Busco sin pausa el núcleo,
donde lo bueno existe.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

LAS FLORES DEL CAMINO.


Mientras yo dibujaba tu cuerpo con mis manos, el destino se encargaba de pintar nuestro futuro. Se creaba el nuevo mundo de dos seres encantados por la dicha de sentirse libres, plenos y desnudos.
Se podía observar el porvenir en tus pupilas, realzando los detalles de las flores del camino. Todo hermoso, azul, sereno, en tus ojos se veía, y es que todo era tan tuyo como lo sentía mío.
Nada. No había nada más hermoso que disfrutar lo no vivido, sabiendo que eran muchos los días para amarnos. Ser tocado por tus labios, recorriendo lo divino, era estar sobre una nube de cojines perfumados.
Amarte era mirarse con el alma entre los cielos y a la vez sentir los pies bien puestos en la tierra. No podía haber instante más sublime que el momento que a mí hacía vivirte contemplando tu belleza.
Y mientras yo dibujaba tu cuerpo con mis manos, el destino se encargaba de pintar nuestro mañana. Se creaba el nuevo mundo de dos seres encantados por la dicha de sentirse con las almas liberadas.




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.

MI CUERPO TE RECLAMA.


Mientras estoy en la terraza cierro, los ojos,
Me tiemblan las piernas y contraigo mi abdomen,
Escucho silencio y un suspiro cerca de mí.
Eres tú quien se acerca de pronto,
Tomas mi cabeza y me das un beso en la frente.
Un aroma de pasión me llega
Y es cuando tus brazos rodean mi cintura
Me estremezco en ellos, dejo mi cuello descubierto
Y aprovecho para pasar mi lengua por ella
Te hago dar unos pasos hacia atrás
Hasta llegar a la pared.
Bajo despacio y desabotono tu blusa
Hasta llegar al cierre de tu falda …
Ya no recordaba cómo eran tus labios,
Has estado tanto tiempo lejos
Que mi cuerpo proclamaba tu silueta
Abro los ojos y estás encima de mí,
Devorándome con la mirada.
Me alzas hasta estar piel con piel
Y te susurro que mi cuerpo te anhelaba.
Extrañaba esa espalda y esos labios
Que succionaban mi alma de amor.
Por un momento creí que no te volvería a ver.
De nuevo llegas a mí, entre sábanas
Me dices que no te volverás a ir,
Porque toda tú me perteneces,
Desde la primera carta que me entregaste
Hasta el día de hoy… 




Autor
Antonio Carlos Izaguerri.