En despachos de caoba,
donde solo valen cifras,
las vidas son solo números,
algoritmos que desfilan,
de la voluntad se apropian,
marcando tendencia y moda.
Casi nadie se incomoda,
bailan sin pensar su danza,
en sus manos como peonzas.
Inmerso en la pesadilla,
por la espesura camino,
sin ver lo que se avecina,
de la vorágine reo.
Se palpa la incertidumbre,
los poderes se concitan,
pendientes de sus ombligos,
y se va enquistando el hambre,
en estómagos vacíos.
En sus cómodas poltronas,
se afanan legos y expertos,
retorciendo los decretos,
para cuidar sus prebendas,
mientras los derechos marchan,
como caracoles ciegos.
Preocupados por su panza,
ponen a la herida vendas,
para ocultar lo que sangra.
Inmerso en la pesadilla,
por la hojarasca camino,
voy sorteando las trampas,
que entre los grises espían,
en espera del tropiezo,
de la inminente caída,
y en el filo del cuchillo,
voy guardando el equilibrio,
pisando a tientas el filo.
La vertiginosa noria,
sobre el mismo punto gira,
eterno bucle sin tiempo,
ruido de óxido en sus giros,
y la fuerza que la impele,
ha perdido la memoria,
no aprendió de lo vivido,
y en espera la esperanza,
gira en el mismo sentido.
Amores en el zaguán,
esperando su destino.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri