El corazón se retuerce,
cuando la pena es muy honda,
y es sentida cada nota,
que en cada latido brota,
sentir firme la condena,
del dolor que vive y crece,
y que en la sombra fenece,
cuando la vida se llena.
Sentir el viento en el rostro,
sentir la brisa en los ojos,
despiertan y se reavivan,
las palabras en los labios,
bebiendo del verso avivan,
el corazón y los órganos,
y fluyen como las lágrimas,
de pura emoción y gozo.
La ira, golpea el pecho,
la pasión, sacude el ánimo,
y agrandando el corazón,
el coraje salta dentro,
como un gorrión enjaulado.
La pena, vence al latido,
triste latir de desánimo,
conmoviendo a la razón.
Corazón que se detiene,
con admiración al verlo,
y los sentidos despiertan,
y se altera el sentimiento,
siente que el tiempo se para.
Siente, que es brisa ya el viento,
y el magnífico momento,
llena de belleza el día.
Temblores del corazón,
cuando es cautivo y se libra,
de los cepos que le embridan,
la verdad y la libertad,
así, deshacen las bridas,
que someten la razón.
No existe mayor valor,
que quien arriesga su vida,
para salvar otras vidas.
El verso, está en un rincón,
esperando la partida,
y es el amor quien da vida,
al verso que despertó.
La sangre, es el corredor,
por donde el verso transita,
de la mano del amor,
canción que une a los dos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri