Mi única salida a esta sociedad cautiva 
Es en la libertad que me regalan 
Los labios de aquellas damas, 
Mujeres perdidas, come hombres. 
Ellas llegan a mí a mostrar la puerta 
Que llevan siempre entre sus muslos, 
Ahí en ellas encuentro un cielo 
Con nubes de libertad. 
Aprovechan ellas a jugar 
Con el polvo de mis sentimientos, 
A comer el alma que llevo quebrada 
Y robarme los trozos de amor. 
El albedrío siempre me llama, 
Ellas esperan al encuentro astral 
Donde los silencios de sus gemidos 
Son la paz que tanto falta en mi soledad. 
Montañas mágicas en sus piernas, 
El viento me sopla cuando las escalo, 
El oxígeno que entra en los pulmones 
Purifica el alma 
antes de que sea robada. 
No recuerdo el nombre de ninguna, 
Simplemente encuentro la cultura 
De llegar a su cintura y hacer un festival, 
Un carnaval en honor a la propia voluntad. 
Sigo varado en esta difuminada sociedad 
Con máscaras de sentimientos que me rodean,
Me confundo cada vez más 
Y olvido las formas de la libertad. 
Estoy llorando por un instante de propia voluntad 
En la verdad que guarda la realidad de una mujer 
Que con sus sueños internos 
Me cura las conformidades y los cansancios  
Que guardo a causa del desconsuelo 
De vivir en la distopía de lo material. 
Muriendo llevo varios fragmentos del tiempo 
Esperando la mano santa que traslade 
Mi fiel alma al mundo donde las damas me consumen  
Y como recompensa consigo pan de libertad. 
Autor 
Antonio Carlos Izaguerri