Era tarde en la noche, descansaba en su cama, en su piel
desnuda sólo se veía una luz tenue de la luna, que entrometida se asomaba por
entre la cortina, un suave viento pasó por fuera dejando el vuelo de ésta
marcado en la pared.
Sus ojos cerrados en un descanso total, sus manos abiertas
contra la cama como si acariciara algo ... o a alguien.
Sus piernas se entreabrían como si su ser solitario se
estuviera amando a sí misma, como si estuviera con ese ser que ella anhelaba
ver llegar desde la noche anterior pero que no llegaba ni en la noche ... menos
en la mañana.
Sin notarlo siquiera una mano paso por sus pantorrillas,
subió suave y tiernamente conquistando cada poro de su piel, sintió como sus
sentidos despertaban poco a poco, abrió sus ojos y vio allí cerca, muy cerca,
suyo a ese hombre que esperaba, rió con un amor entrañable y su deseo salió a
borbotones de sus ojos ...
Desnudó sus sentidos, dejó que su amado la tocara como esa
guitarra que sonaba suave en algunas noches de nostalgia, se dejó de él,
conquistaba y tomaba cada centímetro de su cuerpo como el mar cuando entra en
la playa y se sumió en un éxtasis total cuando él la poseyó toda, la locura los
dominó y emanó de ambos tanto placer como podían, se entregaban cada minuto que
la noche se consumía y los besos eran marcas de deseo que culminaban en un te
amo suave y enamorado.
Las estrellas volaron al saber que en ese cuarto se perdían
las voluntades, las culpas, el pudor y dejaron su calor en la piel, en los
labios, los deseos y su noche , única y absoluta al ser una espléndida unión de
amantes en deseo.
La luz de la mañana los descubrió desnudos, unidos los
cuerpos y las mentes volando por sus mundos propios, las manos unidas como los
sentidos y su cama como testigo silencioso de la complacencia de sus ansias
mutuas.
"Seré tuyo mi amor, siempre y por siempre ante la luz o
la oscuridad, ante la realidad o la poesía, ante la realidad o los sueños ,
amante, siempre amante"
Autor
Antonio Carlos Izaguerri