Cabellos grises, rincón de la vida
una casa blanca humilde y sencilla
enjalbegada con cal, lejos de lo vano
un huerto de hortelano, sembrar semilla
con las palmas de mis manos, sigue la vida
recordando, las risas de la infancia
parece que fue ayer, el tiempo pasa
incertidumbres viajeras del mañana
descanso y medito a la sombra del olivo,
mirando la aceituna verde y plata
el alma se convierte en remolino...
Hay poemas de amor llenos de aromas
de hermosos jardines y campos de amapolas
donde un beso, se repetía con el eco
recordado la amada juventud, a solas
hasta el grillo era poeta cuando cantaba
bajo el sublime techo de las estrellas
en el arroyo limpio que pasaba
de noche las ranas hacían una fiesta
el fresco sosegado del verano y la gente
que se sentaba en las puertas, criticando
los pecados de algún cristiano,
la luna de los poetas nos mira curiosa,
los poetas también tenemos luna,
por eso nos llaman lunáticos,
la buena gente lo hacen sin maldad aparente,
es un elogio vivir a la puerta de un manicomio,
pero sin entrar cantan como la cigarra en verano,
en invierno se van mejor miramos hacia un balcón,
donde un enamorado suspira lleno de dicha y amor
esperando que salga su amada trae una flor
y una canción mil veces ensayada,
y un viejo acordeón, ebrio de sueño e ilusión,
cuadro divino y eterno de la amada juventud...
Y todo eso cabe en el corazón, es un alago
encontrar una fuente, en un desierto salado
y beber del seno de la corriente, enamorado
destellos de nocturnas noches de verano...
Autor
Antonio Carlos Izaguerri .