Se refleja en la mirada,
en la imagen del espejo,
en la chispa que resalta,
del luminoso reflejo,
de la cara que se aclara.
El rostro vuelto se agita,
sin mirar vive hacia adentro.
Oscuridad en los gestos,
que pierden en la batalla,
escondidos tras el miedo.
Los matices en los ojos,
apelando a lo sincero.
Reflejos de los idilios,
en los reductos internos.
En las visiones fantásticas,
de lo mágico del verso,
danzan libres las palabras,
bailando entre los conceptos.
Sensaciones que se ensanchan,
mermando en los recovecos,
donde la memoria aguarda.
Ilusionantes las sílabas,
que se ordenan con respeto.
Se refleja en cada surco,
que va roturando el tiempo,
grabando con cicatrices,
su paso imperecedero.
Jalonando con amores,
de su existencia los huecos,
Marcando su voz a fuego,
en el crisol de los hechos.
En la sangre se condensa,
como el Sol en los neveros.
La tibia Luna se asoma,
pálida luz de los sueños.
La paciencia entre sus gestos,
de viva plata cubiertos.
Deja su impronta en la cuna,
el ámbar entre los besos.
Lunáticos que se duermen,
en argentarios reflejos.
Sobre las nubes se posa,
para acariciar el cielo.
En la frente se refleja,
en el corazón se aloja
y viviendo entre los flecos
de la pasión se desborda.
Amores que son reflejo,
del insoportable tiempo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri