En las luces de los ojos,
se adivina la nobleza,
fiel entrega en su mirada,
una dádiva sin reglas,
una entrega sin barreras,
ojos que brillan atentos,
sin esperar recompensa,
nobleza pura y auténtica.
El viento rozó la vida,
para expresar la existencia,
marcó en el gesto la duda,
con su infinita destreza
y acarició o flageló,
la vida en su coyuntura.
Así, vive la cordura,
reflejada en la conciencia.
Tenues reflejos de Luna,
en los vivarachos ojos,
en las afiladas sombras,
de la curtida mirada.
Planean sobre la hambruna,
recalcitrantes despojos.
Una luz en la ensenada,
atrapada entre la arena.
El agua mojó los párpados,
que como lágrimas ruedan,
como delicados pétalos,
que en el rocío se bañan.
De guedejas blancas pueblan,
las cejas de la nostalgia
y luciérnagas sin habla,
miran curiosas los gestos.
En las manos la ternura,
fuertes y recios tentáculos,
que aferran con amargura
o agradecen apretando.
Como sarmientos los dedos,
palpan la verdad buscando
y rozan la piel madura,
en los atrevidos tálamos.
El Sol bañó de esperanza,
la sombra tétrica y dura,
resplandor en las pupilas,
tornasolando las marcas,
de la vívida criatura.
La fuente en calidoscopio,
convirtió la luz en vida,
entre sus destellos mágicos.
Amor, que vas o te quedas,
llamando a la estrecha puerta,
cruzando el umbral penetras
o de soslayo te alejas.
Al socaire el corazón,
misteriosa vestimenta,
que arropa su indecisión.
P.D. NO
SOY LO QUE ESCRIBO...SOY, LO QUE TÚ SIENTES AL LEERME
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.