Revélame las palabras que en el silencio el corazón te
mande,
Como el canto de un ave trinando amor en la fresca mañana;
Como estalla el río que corre libre a través del exuberante
valle,
Como susurra el viento entre las hojas, lo que la
naturaleza sueña;
Derrama sobre mi piel lo que el volcán apasionado destila,
Trasmíteme el silencio que grita la grandeza del universo;
Fecúndame de vida, como lo hace la esperada lluvia en
tierra árida,
Enséñame el misterio de la vida y su creador, encapsulado
en un verso;
Declárame en un dulce beso lo que brilla en tu mirada.
Alcánzame la estrella que nos une a través del cielo,
Sumérgeme en una lágrima al fondo azulado de un mar en tu
retina;
Mientras mis manos enredo en el ébano ondulado de tu pelo,
Consume el néctar de mi colorida rosa, cual colibrí
calmando el ansia;
Báñame la piel con suaves caricias igual que la constante
ola a la arena de la playa,
Enamora mis sentidos como imagen sempiterna del perfecto
cosmos;
Y con el vigor de tus brazos envuelve cual atmósfera a la
tierra,
Sé como el ave que surca vigilante el nido, cuidando este
amor que yo te diera;
Guarda amoroso, cual tesoro preciado, este corazón bañado
en el oro del verdadero amor.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri