El céfiro nórdico reciamente soplaba,
tañendo las notas más lúgubres en su laúd
puritano,
Orlando con un tintineo en un silente
terciopelo
una grácil, límpida y sutil obra poética, en
la popa.
Se divisa una ola intrépida que danza con el
infausto vorágine.
El halo de las velas encendidas armoniza una
melodía diurna,
para acompañar en su tierno idilio hasta que
el vórtice,
surque a otro piélago umbrío en su nave nocturna.
Que estrambótico acaecimiento el que estoy
contemplado.
Una mariposa lívida dormita en el dintel de mi
puerta,
ha pernoctado sin atavío avizorando al ébano;
sintiendo la tétrica noche cual casulla
discreta.
Todo ha permutado desde que tú te alejaste de
mi corazón.
Estoy aposentado frente al océano, necesito
una explicación.
El eco de las olas inhóspitas de la mar musita
mis oídos inocentes
es inasequible descodificar sus tan pomposos
mensajes.
Lo ajena lamparilla que te zozobras en medio
del mar,
irradia las triviales olas que sienten tanto
desamor;
crea junto al sonido del vendaval, una poesía,
sé buen escritor
para que este pusilánime corazón deje de estar
en altamar.
Mariposa remota, que ya no aleteas en mi
lecho;
te añoro tanto, me duele mi huraño pecho.
Mi aposento está obscuro necesito tu iluminación
mas ya es tarde, debo aprender a vivir sin tu
corazón.
He despertado desesperado, queriendo estar a
tu lado,
este sentimiento loco acelera mi corazón
fulminado.
Te cortejé tanto que no puedo estar ni un
segundo más sin ti.
Qué tonto, te pienso sabiendo que jamás
volverás a mí.
Sé que te voy a suprimir de mis pensamientos,
sé que te voy a exiliar de este cuerpo
apasionado.
Qué más me puede pasar, si he sufrido y he
llorado
por este capricho, que se aferra tantos años.
En este papel esculpiré toda mi ternura que te
di ayer;
versificaré cada renglón con mucha
inspiración,
compondré una poesía que germine del dolorido
corazón,
luego dibujaré un barquito que la mar va a
deshacer.
Vete aprisa oh barquito de papel, lleva este
sentimiento,
déjalo en lo más gutural del piélago.
Nunca más sentiré a mi alma adolorida;
solo te pido, apresúrate, navega heraldo, es
la única salida.
Ahora comprendo por qué ese profuso
acaecimiento,
desperté confundido, sintiendo un amor
distante;
Quizá aún mi cama evoca su apacible cuerpo
o tal vez solo fue un atípico sentimiento que
está presente.
Oh afable mar, llevaste todo contigo a donde
yace el amor,
solo te pido: limpia mi alma, exhume mi dolor;
deshace ese barquito de papel donde envié este
afecto extraño
y transmuta el estío dantesco en un lozano
otoño.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.