Un blog con mucho sentimiento y romanticismo, donde he desarrollado esa espiritualidad que no es fácil de adquirir por sí,que no nace del alma, una intuición extra.Es como si dentro de mí alguien me fuera dictando algo que no conozco,el espíritu del más allá de lo divino.La poesía es una divinidad,poder llegar al alma o al corazón de otros por medio de versos,no lo hace cualquiera,sólo quien posee un Don del Espíritu.Un poeta que deleita con el verbo, así como la poesía
jueves, 28 de noviembre de 2024
SUEÑOS.
BUENOS DÍAS POESÍA.
¡Buenos días, poesía,!
te saludo en la mañana,
cuando abro bien los ojos
y despejo mis legañas.
Veo al cielo y a la vida
a través de las ventanas
y me digo que "adelante"
que ya empieza otra mañana.
Otro día que es regalo
de los cielos, que nos manda,
el buscar la poesía
en la vida y en las almas.
Y comienza el nuevo día
dando pie a otra jornada,
y en los parques y en las calles
ya se empieza a ver la magia.
Es la vida que renace,
son los versos que declaman,
los gorriones y jilgueros
por jardines y en las plazas.
Y también se ven los hombres
y a los niños con sus caras,
de inocencia en las pupilas
y escribiendo, sin palabras.
Y son versos, del silencio,
los que nacen y desgranan,
los mil versos y poemas
que la vida nos regala.
"¡Buenos días, poesía!,
te saludan los que aman,
los que sueñan y sonríen
tras suspiros y cigarras.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
YO SOY UNA PARTE DE TI - DE LA VIDA.
ROSA CONSENTIDA.
En un bello jardín de amor naciste,
con pétalos suaves y exótica fragancia.
Eres la consentida de mi cariño,
el tesoro más deseado desdé niño.
Aunque tus espinas hieran la piel,
el amor que entregas sabe a miel.
Cada herida se torna en agradecimiento,
por ser tú la flor de mi sentimiento.
Rosa, reina de este corazón rendido,
consentida del viento y el rocío,
tu amor es eterno, nunca se marchita,
mi alma contigo siempre palpitara.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
AMOR Y ROSAS.
La rosa chiquita mi consentida,
yo por ti loco loquito loco.
Tú mi rosa de abril recién regada,
rocío fresco de solaz mañana.
Eres el amor de mi jardín botánico,
tú por mí loca loquita loca.
Este amor que nació del sentimiento,
toda tu vida, sin equidistancia.
Mujer derramas pétalos al viento,
y la mar salada ,gaviota blanca.
Sí fue en esa playa, te dije te amo,
yo lo coloco de amor, tú loca loquita.
Con los versos y las rosas té quiero,
Bellos los besos de tu chiquita boquita.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
martes, 26 de noviembre de 2024
MI BARCO DE PAPEL.
Cuando yo sea marinero
A la mar me marcharé
Con una cruz en el pecho
En un barco de papel
Recorrer los océanos
El cielo color de miel
Ver la tierra desde lejos
En mi barco de papel
Cubierto por las estrellas
A la luna lo amarré
Con el ancla imaginaria
De mi barco de papel
Tiene las velas de seda
La popa color laurel
La proa tiene los ojos
De mi barco de papel
En la cubierta sentado
En el puente el timonel
Gobernando el marinero
En mi barco de papel
Cruza una fuerte tormenta
La lluvia arrasa mi piel
En la cubierta mojada
De mi barco de papel
Las olas guardan secretos
En sus aguas bañaré
En la ribera del alma
De mi barco de papel
En lo más alto del mástil
Una luz encenderé
Para iluminar la noche
De mi barco de papel
El viento lo ha destrozado
Como si fuera un clavel
El barco ha naufragado
Adiós, adiós barco de papel.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
PASILLOS.
Ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba recorriendo ese laberinto de largos y vacíos pasillos de hospital. Estaban muy iluminados, y sus paredes laterales se hallaban tapizadas de puertas que parecían iguales, pero no lo eran. Tenían pequeñas, sutiles diferencias. Marcas, raspones, olores, algún sticker, hacían que cada una de ellas fuera singular e irrepetible.
Algunas disparidades eran muy notorias. Como la puerta que acababa de ver, con la madera hundida en un hueco, como si alguien le hubiera pegado una trompada. No intentó abrirla: ya sabía lo que había detrás.
La puerta siguiente estaba garabateada con crayón. Y la otra tenía una columna de marcas a lápiz que decían “5 años”, “6 años”, “7 años”, “8 años”, “9 años”.
En la puerta de al lado se escuchaba una radio con rock nacional de los 80. De la otra, salía olor a pasto recién cortado. La siguiente estaba salpicada con agua que olía a cloro.
Pero ya todas estaban con llave. Cada tanto probaba un picaporte, pero era en vano. Ya no podría volver a abrirlas nunca más.
No las había visitado a todas. Ignoraba por completo lo que escondían la mayoría de ellas. Incluso a algunas las tenía vistas, pero no las había atravesado jamás.
Justamente, ahora estaba pasando por el sector del pasillo en donde estaban las puertas a las que se había asomado alguna vez sin decidirse a entrar. De una puerta colgaba un llavero con las máscaras de la comedia y la tragedia. En la siguiente, sonaba una guitarra eléctrica. La de al lado tenía un cartel que decía “DEPARTAMENTO DE ALUMNOS”. En la otra puerta había una calcomanía con el escudo de River.
La puerta siguiente despedía un perfume que evocaba a una mujer que conoció. Trató en vano de abrirla. Ya era tarde.
Probó una puerta más. Estaba abierta. Pero detrás, estaba el pasillo de mierda en el que no quería entrar.
Había encontrado ese mismo pasillo un montón de veces, detrás de una cantidad de puertas, pero no estaba listo para recorrerlo. No todavía.
“Pero si no es ahora, cuándo”, pensó.
Y, con un gesto de resignación, cruzó el umbral.
A los costados estaban las puertas que había decidido no abrir. La primera era, claramente, la de un baño de hospital. De la segunda salían ruidos, zumbidos de máquinas médicas. Siguió de largo.
En la puerta de al lado se escuchaba la música insulsa y repetitiva de las salas de espera. La siguiente tenía olor a remedio, como el consultorio de un dentista.
La otra era una puerta familiar, pero no la reconoció enseguida. Cuando recordó lo que esta significaba, se detuvo frente a ella con una expresión mezcla de horror y de asco. Había estado frente a esa misma puerta en otra ocasión, hacía una punta de años.
– No sé cómo pude haber considerado abrir esta puerta alguna vez… –dijo en voz alta.
Había una puerta manchada con mierda, y otra con sangre.
La puerta siguiente tenía una jeringa metida en la cerradura. Alguien había escrito con un compás (tal vez con una hipodérmica) la palabra MORFINA. Sonrió. Era la puerta por la que había entrado.
Así, llegó al final del pasillo, acaparado por una puerta enorme y blanca, muy limpia.
Tanteó el picaporte. Estaba sin llave.
Abrió una hendija apenas, y sintió cómo se colaba el chiflete.
Se volvió un momento, y miró con nostalgia todas las puertas que había dejado atrás.
Clavó de nuevo los ojos en la puerta blanca. Y dijo en voz alta:
– No pienso quedarme a vivir para siempre en este pasillo.
Empujó la puerta, que se abrió de par en par.
Respiró hondo, y con los ojos muy abiertos, se sumergió en la oscuridad y el frío.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
EN EL FILO DEL CORAZÓN.
EL SOL Y LA LUNA.
El sol se escondió detrás de las nubes porque un día la luna lo rechazó.
Lo rechazó según dicen, porque él es muy ardiente y la luna es muy tranquila.
El problema es que ambos no son compatibles; mientras el sol se despertaba, la luna se dormía.
Nunca coincidían, o si lo hacían, tardaban años para que sus caminos se cruzaran.
Y llegado ese momento nunca platicaban, solo se eclipsaban y ambos se observaban.
El sol enamorado le juró amor eterno; le dijo que su camino siempre iluminaría; la luna no le dijo nada.
Ella en cambio buscaba otro tipo de brillo, otro calor; consideraba que el sol se creía el centro de atención.
En el día, a veces la luna se asomaba con timidez, se mostraba y el sol muchas veces lo ignoraba.
Por las noches la luna lo esperaba para darle una oportunidad, y el sol nunca aparecía.
La luna ya no le tomaba en serio; él no hacía ningún esfuerzo para estar con ella en su universo.
Lo que le atraía a ese astro gigante es que aquel satélite natural era todo un misterio fascinante.
Solo mostraba un lado de su cara mientras que la otra la ocultaba: un lado tibio y la otra helada.
El sol nunca se cansaba; cada día la admiraba, pero no la alcanzaba; ella aún más se alejaba.
No comprendía que la distancia de los años luz, y la lejanía, era porque la luna ya se aburría.
Viviendo siempre en agonía, iba apagándose por ella día tras día, perdiendo su gran destello.
Dicen por ahí y en algunos cuentos que a la Luna le gusta la miel y los casamientos.
La luna al sol ya no lo espero; lo rechazo porque se enamoró de un astro llamado "Tierra", quien lo tiene viviendo en su cielo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
YA NO ES IGUAL.
Ya no están las mismas cosas
que antes, cuando tú estabas
ya no huele el campo a rosas,
ni se oyen las gaviotas
ni los gorriones, cantan
se durmió la madreselva
descolgada en el balcón,
ya no trepa ni la hiedra
ni están los geranios en flor.
Ya no son las mismas cosas
ya no son, ni parecidas
el olor, la suave brisa
de la noche no se nota,
ni el trigo de los trigales
ni las zarzas, ni las moras
ni si quiera el alma mía
es la misma que era antes.
Se han borrado los caminos
y las sendas, las veredas
se fueron las primaveras
arrastradas por el río,
ya no es igual el campo mío
a ese campo, que era antes.
Ya no quedan madrigales
ni lucen su colorido,
ya no es, ya no es lo mismo
que ese tiempo en que estuviste,
cuando dabas luz al prado
cuando eras, de geranios
y de zarzas lo sublime,
ya no hay nada parecido
desde el día que marchaste.
IMAGINACIÓN DOLIENTE.
En algún punto se vuelve inagotable, ¡la imaginación es una broma nefasta!, talvez toque fondo dentro de muchos años, cuando mi memoria deslucida, encuentre, detrás de tantos rostros el suyo y frente a alguna sombra su risa bese de nuevo mis recuerdos.
Cuando ya éste pensamiento boquee y boquee tratando de recordar su nombre en la sala de algún hospital o en el olvido profundo del asilo, talvez la encuentre en aquel monólogo inconexo que repite esto que nunca he dicho, como si alguien afuera supiera de la cacofonía doliente que fue su existencia en la mía o cuando el último recuerdo muera y espere que su alma se aproxime a mi fin, como cuando dos almas ya no tienen más adonde ir.
Mientras tanto, esta imaginación se torna inagotable y me lleva consigo, en el más oscuro silencio en el más espantoso vacío, es aquí cuando descubro lo poco que he sido y como una vuelta del destino me dejó sin equilibrio.
Me agotas, ¡lo sabes!, en algún fatídico escenario donde todos los días es un mismo beso, vas conmigo de la mano al miedo, nunca fue bueno el desequilibrio.
Me agotas, ¿lo sabes?, cuando tu cuerpo no tiene referente y aun en esa ausencia siento el síntoma de una peste interna que llaman deseo o de una peste mayor que se llama destino.
Si extiendo mis ideas como extender un orgasmo, apareces al final en un sordo gemido que tras unos segundos se extingue y el silencio que queda me deja dormir tranquila, pero cuando una masturbación se vuelve insuficiente, entonces, sólo tengo este cuerpo desnudo a la mitad de la noche, flagelado por una imaginación que no se cansa de herirlo, abandonado en la soledad aterradora de la vida, la vida sin ti.
Esta imaginación que todavía camina, remplaza cualquiera que sea mi realidad y termina siendo una ráfaga punzante, ya no se sabe dónde se siente la ficción, ¡la imaginación es una broma nefasta y la vida un acto de resignación!.
ENGAÑIFA.
ANDRÓMEDA.
En el vasto cosmos, entre estrellas y cometas,
navega nuestra historia, brillante e infinita.
Eres mi constelación, mi galaxia secreta,
un destello eterno en la noche exquisita.
Tus ojos, dos estrellas que iluminan mi cielo,
brillan con la fuerza de un millón de soles.
En la órbita de tu ser, encuentro mi anhelo,
perdido en la inmensidad de tus roles.
Flotamos sin peso en este mar estelar,
cada beso, un meteorito que cruza el espacio.
Nuestros corazones laten en un singular,
pulso que resuena en el vacío despacio.
Tus susurros son la música del universo,
un eco distante en la negrura del firmamento.
Cada palabra tuya es un verso disperso,
que encuentro en el silencio de cada momento.
Cruzamos nebulosas, desafiamos la gravedad,
juntos, exploramos la infinita vastedad.
Eres mi Andrómeda, mi eterna divinidad,
una galaxia de sueños, una verdad sin edad.
Nos fundimos en un abrazo cósmico,
unidos por la fuerza de la atracción sideral.
En la danza celestial, somos un símbolo,
de un cariño tan puro, tan fundamental.
Tus caricias son polvo de estrellas,
brillando suavemente sobre mi piel.
Cada toque tuyo una maravilla tan bella,
un cometa fugaz, un mágico laurel.
Viajamos juntos por sendas astrales,
descubriendo planetas, conquistando el firmamento.
Eres mi compañera en estos viajes ideales,
mi guía en el espacio, mi sustento.
Bajo el manto estrellado, te prometo mi lealtad,
un pacto eterno en la galaxia sin final.
Eres mi Andrómeda, mi dulce realidad,
una constelación que siempre será mi verdad.
En el vasto cosmos, nuestro lazo se expande,
una fuerza inquebrantable, un nexo esencial.
Nuestro vínculo es fuerte, nunca se desbande,
un amor estelar, un amor sin igual.
En el vasto cosmos, entre estrellas y cometas,
navega nuestra historia, brillante e infinita.
Eres mi constelación, mi galaxia secreta,
un destello eterno en la noche exquisita.
Tus ojos, dos estrellas que iluminan mi cielo,
brillan con la fuerza de un millón de soles.
En la órbita de tu ser, encuentro mi anhelo,
perdido en la inmensidad de tus roles.
Flotamos sin peso en este mar estelar,
cada beso, un meteorito que cruza el espacio.
Nuestros corazones laten en un singular,
pulso que resuena en el vacío despacio.
Tus susurros son la música del universo,
un eco distante en la negrura del firmamento.
Cada palabra tuya es un verso disperso,
que encuentro en el silencio de cada momento.
Cruzamos nebulosas, desafiamos la gravedad,
juntos, exploramos la infinita vastedad.
Eres mi Andrómeda, mi eterna divinidad,
una galaxia de sueños, una verdad sin edad.
Nos fundimos en un abrazo cósmico,
unidos por la fuerza de la atracción sideral.
En la danza celestial, somos un símbolo,
de un cariño tan puro, tan fundamental.
Tus caricias son polvo de estrellas,
brillando suavemente sobre mi piel.
Cada toque tuyo una maravilla tan bella,
un cometa fugaz, un mágico laurel.
Viajamos juntos por sendas astrales,
descubriendo planetas, conquistando el firmamento.
Eres mi compañera en estos viajes ideales,
mi guía en el espacio, mi sustento.
Bajo el manto estrellado, te prometo mi lealtad,
un pacto eterno en la galaxia sin final.
Eres mi Andrómeda, mi dulce realidad,
una constelación que siempre será mi verdad.
En el vasto cosmos, nuestro lazo se expande,
una fuerza inquebrantable, un nexo esencial.
Nuestro vínculo es fuerte, nunca se desbande,
un amor estelar, un amor sin igual.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
GLOSA A UNA TOMADA.
Mi canción es un paisaje
en este infinito llano,
presto tiende cada mano
bajo un extenso cordaje,
ofrece un musical viaje
por lar del tío Simón,
pasta el toro cimarrón
y la vaca mariposa,
juntos rumian y retozan
donde vive la ilusión.
Donde moran los arpegios
en un sencillo lenguaje,
de la sabana les traje
al cederme el privilegio,
del legado y florilegio
colmado de inspiración,
el pecho en gran emoción
henchido en esta faena,
de mi poética vena
que te da mi corazón.
Con tu ausencia tengo frío
se fue contigo el lirismo,
el llano ya no es el mismo
de abrazos está baldío,
las aves sin su cantío
hacen más triste el rumor,
de un Arauca vibrador
o del central Barbacoas
rumbo al sur en mi canoa
me hace falta tu calor.
Y están llorando los ríos
y se arropan con la arena,
para camuflar su pena
en parajes tan sombríos,
en vez de coplas, corridos
de un veguero cantautor,
en tono de sol mayor
se oyen versos del poeta,
bogando hacia el río Meta
al soñar con mi dolor.
Yo no sé si tu cariño
para este caballo viejo,
como errante y a lo lejos
de mi Potosí de armiño,
y en fantasía de niño
no le encuentre otro lugar,
donde es prioridad amar
como nos lo enseñó Cristo,
de todo lo que ya he visto
está estampado en el mar.
O si está en el cielo llano
oteando en lontananza,
un arco iris de confianza
en su vuelo muy temprano,
de mi ponche crema ruano
en su raudo cabalgar
que me apoya al cautivar
con mis sutiles halagos,
sin demasiados rezagos
esperando mi soñar.
Vámonos rara armonía
a tu natural querencia,
por costumbres y vivencias
que en época de sequía,
en prolongada agonía
sin agua de la cascada,
seca sabe la cuajada
seca también la garganta,
marchita voz, ya no encanta
vamos a llorar tonadas.
A la orilla de la brisa
que eleva mi volantín,
se oye el arpa y el violín
y en el caney se divisa,
con bardos y poetisas
joropos en marejada,
que por la tierra mojada
las haciendas son haberes,
contemplando atardeceres
y soñando madrugadas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
domingo, 24 de noviembre de 2024
MANTENGO.
CUANDO DECIDAN QUE EL AMOR YA NO EXISTA.
Amor, años hace ya, que juré estar siempre a tu lado.
Entonces era fria y no caliente la guerra.
Aunque el mundo dividido seguía minando la humanidad,
nuestro amor se hacía grande y lo repartiamos
a montones.
Nunca dudamos en amarnos en medio de la sangre vertida
en otro lugares lúgubres, donde la bayoneta abría los pechos
y retorcía las vísceras de los combatientes,
tirados al sol y reseca la piel muerta, sin amor.
Ni siguiera dudamos de nuestros sentimientos por la vida,
cuando se nos anunciaba el fin del mundo,
era la misma historia de siempre,
después de la barbarie, de las noticias,
de los intrincados discursos, la paz siempre vencía
y el amor renornaba como un sunami que
cubria la faz de la tierra.
Pero ahora, el horror cruza los cielos en segundos,
los bárbaros de aquí, de allá, de todos los lados,
se regocijan de lo fantástico que viaja la muerte,
de su sonrisa macabra y letal,
como si la fiesta de luces, celebrara a la muerte,
como la fiesta de los difuntos.
Nuestros corazones buscan refugio,
no hay quien pueda darlos con seguridad,
escombros, basura, orines y heces
adornan su entrada e interior.
Un refugio para el amor, para la solidaridad,
para la sonrisa,
para el abrazo, jamás se ha construido.
Los refugios destartarlados y existentes,
se olvidaron de la vida,
ahora se refugian los muertos,
los cadaveres que protegeran sus intereses sin saber,
que para nadie habrá salvación.
Yo me encomiendo a ti mi amor,
eres la única que lo entiende,
eres capaz de abrazarme
y besarme de puro amor a la vida.
No tengo miedo a morir,
tengo miedo a que nos separe una fuerza tremenda,
y te arranque de mis brazos
alejándote tan lejos
que ni en el cielo pueda hallarte.
Tengo miedo a las cenizas que quedarán esparcidas,
aunque somos seres cuánticos,
¿Quién podrá unirnos si estan tan regadas y separadas de la esencia?
"Amor, cuando yo muera",
tipica frase del poeta,
recuérdame con mi sonrisa más enamorada,
recuérdame con mis labios temblorosos
queriendo besarte,
recuérdame el instante en que ellos decidieron
que ya el amor, no debería existir entre tú y yo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
PARTE DE MÍ...
Parte de mi alma, se quedó,
en aquella solapa victoriana
que se erguía sola entre los jazmines
y que prendió el sol de la tarde
en sus matices del añil de mañana
Parte de mis despedidas,
se hallaron colgadas de tu mejilla
y a medio camino de tus ojos
coloradas entre abrojos,
dormidas como ángeles,
esperando que recuerdes
quienes somos
Parte de mis alas,
encasquilladas entre las ramas
abrazándose en calma
bailando entre sus plumas,
de cisnes, blancos de canas
Parte de mis silencios,
escuchados como adverbios,
ahogados entre unos besos
que acudieron a estos versos;
para hallarse entre las palabras
y hablar de las danzas, la respiración
transparente entre las lunas,
letras como ningunas
Parte de mis recuerdos
retozan entre los lirios
y se esconden en los bosques,
azules como los árboles de los que andan
y rosas como las rojas purpurinas
de las que tus pupilas
todos los días me hablan
Parte de mí, esa que te di
se perdió entre tus labios
para renacer entre nuestros brazos,
esa parte de mí, que nunca volvió,
ya no es la misma, es mi alma
que entre tus ósculos y mis caricias
cada día, sin prisa, entre blusa y camisa,
es mi anima, que ya creció,
que apoteósica de nuestros amores
resurgió, iluminando el cálamo
y enderezando las plumas
de este humilde poeta
entre vate níveo y ébano de ganso.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
UN CANTO A LA LOCURA.
Eres el mundo,
un lienzo de sueños,
Tierra que abraza los días y las noches,
en tus verdes campos, florecen las voces.
Ríos que cantan, montañas que abrazan,
sol que despliega su oro y su calma.
Eres el aire, el fuego, el agua,
la brisa que acaricia y nunca se apaga.
Tus mares susurran secretos de antaño,
con olas que juegan en un eterno paño.
Cada estrella en el cielo, un faro divino,
espejo de amores, de risas y destinos.
Eres el eco de historias pasadas,
el murmullo de almas entrelazadas.
En el pulso del tiempo, tu esencia perdura,
un canto a la vida, un canto a la locura.
Eres el mundo, pero también mi hogar,
donde las esperanzas se atreven a soñar.
En tus brazos encuentro mi paz y mi anhelo,
un refugio sincero, un cálido cielo.
Así, al mirarte, comprendo tu encanto,
en cada latido, en cada quebranto.
Eres el mundo, inmenso y profundo,
un viaje eterno, y yo, un vagabundo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
RETRATO POÉTICO.
Ella es como una tarde de verano, cuando el sol va cayendo y un viento suave sale de alguna parte del corazón de la tierra y mueve las letras hacia la parte izquierda del corazón y activa la imaginación, para que describa un sentimiento que hace meses viene moviendo mi pluma hacia una ilusión que cobra vida, cuando mi cabeza se acomoda en la tranquilidad de un sueño.
Ella sabe ser muchas cosas. Las más bellas estaciones del año Los mejores tonos de una canción los olores frescos de la primavera y las nostalgias de un otoño. Sabe apacentar mis letras en noviembre y en el año viejo, sabe deshacerse de todos los recuerdos y sueños que, durante la travesía de todos los naufragios, interrumpen la canción, para el disfrute de tus labios.
Muchas de las veces que la noche está clara, la luna siente envidia: ya que sus ojos tienen el mismo brillo de las estrellas. La ternura de su voz semeja el canto de las aves antes de aparearse en primavera y sabe Silbar, emulando el viento del otoño y su cuerpo tiene la ternura exacta que el invierno requiere, en esas noches que me cobija en sus brazos y trasmite su calor de amante.
En muchas de mis canciones, anda siempre resonando en mis mejores notas, brincando de una trova a un bolero, También visita los tangos y pasea por las tragedias de Gardel. Gusta sentarse en medio de las trovas y alizar su cabello largo y mirar la tarde, mientras se oculta en el horizonte, pero me gusta más cuando me sorprende con esas notas de amor en italiano o portugués.
Su presencia en mis letras es constante y permanente. Me pide discreción cada vez que asoma, a veces se enoja por mis impertinencias y se ausenta de mis letras y yo voy y la busco en algunos poemas de Cesar Vallejo o Benedetti. Solamente cuando la tarde se invade de melancolía voy por ella a algún poema de Neruda y me espera cada jueves, al salir de un sueño , para leernos.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
LA ESCUELA.
A veces siento que soy
como el árbol que se quiebra,
una hoja, entre las piedras
una gota en el cristal
a veces, pienso que soy
la pluma del gavilán,
una mota en la acera
una abeja en la colmena,
un pedacito de mar.
A veces soy tan pequeño
que me cuesta respirar,
que en un mundo tan inmenso
no soy nada, nada mas
que un poeta en el recuerdo.
A veces, creo perderme
por los hilos de la pluma,
a veces, soy una bruma
que el aire la desvanece
a veces soy, una duda
y un suspiro, otras veces.
A veces siento que soy
una parte del olvido,
entre el dolor, un gemido
a veces siento que voy
por los caminos perdidos
y a veces, solo a veces
escribo.... para sentirme mas vivo.
A veces creo entender
la vida como la tomo,
pero a veces como el polvo
vuelvo a desaparecer
entre libros, entre fotos
que nadie quiere leer.
A veces siento que soy
un poeta sin escritos,
un alma que se ha rendido
en el mundo de los signos
un tachón, en una estrofa
el soplo, de un silbido.
A veces, soy tan pequeño
que me pierdo por mis notas,
que mi vida entre los versos
está perdida entre las hojas,
a veces, solo recuerdo
que mi vida solo es eso,
un paso por el averno
un caminar por las sombras,
un poeta casi muerto
un pequeño que está en prosa
a veces, es lo que siento
a veces... solo soy verso
de palabras que no importan.
Pero a veces me despierto
de la mas extraña forma,
a veces, me llaman maestro
y otras veces, me provocan
sin saber que estoy durmiendo.
Es entonces cuando siento
esa fuerza que me aborda,
esa rabia que contengo
para que nadie conozca
lo que guardo en secreto.
Que la verdad es que miento
que prefiero estar dormido,
y que no soy tan pequeño
cuando se meten conmigo.
Que a veces, prefiero la calma
por evitar los conflictos
y que a veces, solo digo..
que perdonen mis palabras.
Hace tiempo fui poeta
pero dejé de escribir,
era fácil para mi
por eso busqué otras metas,
me decidí por el trovo
cantar al aire, poemas
ver, como nacen las letras
en un instante tan solo.
No tener inspiración
ni esperarla a que venga
que en el trovo, no hay razón
ni inspiración que lo entienda.
Por eso, a veces pienso
cuando alguien me critica,
lo mucho que pierde el tiempo
por retarme en la poesía
porque a veces, solo sueño
porque a veces, me despierto
entre sudores de tinta.
A veces, soy muy pequeño
y otras veces... un artista
pero yo no soy poeta
ni pretendo competir,
hace tiempo decidí
que la magia de las letras,
también se puede decir
para cantar los poemas.
A veces, quiero pensar
y poder hablar en prosa,
pero el trovo es otra cosa
es diferente versar.
Por eso, no creo justo
enfrentarme a los poetas,
porque yo soy muy pequeño
mientras duermo y no molestan,
pero a veces, me despierto
y conmigo está la bestia
que se alimenta de versos.
A veces, quiero dormirme
estar calmado, estar quieto
a veces, solo pretendo
escribir desde el silencio
pero a veces, me despiertan
para privarme del sueño,
y es que a veces, solo pienso
que al hacerlo se equivocan,
por eso, mejor me duermo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
A VECES LO SIENTO.
A veces siento que soy
como el árbol que se quiebra,
una hoja, entre las piedras
una gota en el cristal
a veces, pienso que soy
la pluma del gavilán,
una mota en la acera
una abeja en la colmena,
un pedacito de mar.
A veces soy tan pequeño
que me cuesta respirar,
que en un mundo tan inmenso
no soy nada, nada mas
que un poeta en el recuerdo.
A veces, creo perderme
por los hilos de la pluma,
a veces, soy una bruma
que el aire la desvanece
a veces soy, una duda
y un suspiro, otras veces.
A veces siento que soy
una parte del olvido,
entre el dolor, un gemido
a veces siento que voy
por los caminos perdidos
y a veces, solo a veces
escribo.... para sentirme mas vivo.
A veces creo entender
la vida como la tomo,
pero a veces como el polvo
vuelvo a desaparecer
entre libros, entre fotos
que nadie quiere leer.
A veces siento que soy
un poeta sin escritos,
un alma que se ha rendido
en el mundo de los signos
un tachón, en una estrofa
el soplo, de un silbido.
A veces, soy tan pequeño
que me pierdo por mis notas,
que mi vida entre los versos
está perdida entre las hojas,
a veces, solo recuerdo
que mi vida solo es eso,
un paso por el averno
un caminar por las sombras,
un poeta casi muerto
un pequeño que está en prosa
a veces, es lo que siento
a veces... solo soy verso
de palabras que no importan.
Pero a veces me despierto
de la mas extraña forma,
a veces, me llaman maestro
y otras veces, me provocan
sin saber que estoy durmiendo.
Es entonces cuando siento
esa fuerza que me aborda,
esa rabia que contengo
para que nadie conozca
lo que guardo en secreto.
Que la verdad es que miento
que prefiero estar dormido,
y que no soy tan pequeño
cuando se meten conmigo.
Que a veces, prefiero la calma
por evitar los conflictos
y que a veces, solo digo..
que perdonen mis palabras.
Hace tiempo fui poeta
pero dejé de escribir,
era fácil para mi
por eso busqué otras metas,
me decidí por el trovo
cantar al aire, poemas
ver, como nacen las letras
en un instante tan solo.
No tener inspiración
ni esperarla a que venga
que en el trovo, no hay razón
ni inspiración que lo entienda.
Por eso, a veces pienso
cuando alguien me critica,
lo mucho que pierde el tiempo
por retarme en la poesía
porque a veces, solo sueño
porque a veces, me despierto
entre sudores de tinta.
A veces, soy muy pequeño
y otras veces... un artista
pero yo no soy poeta
ni pretendo competir,
hace tiempo decidí
que la magia de las letras,
también se puede decir
para cantar los poemas.
A veces, quiero pensar
y poder hablar en prosa,
pero el trovo es otra cosa
es diferente versar.
Por eso, no creo justo
enfrentarme a los poetas,
porque yo soy muy pequeño
mientras duermo y no molestan,
pero a veces, me despierto
y conmigo está la bestia
que se alimenta de versos.
A veces, quiero dormirme
estar calmado, estar quieto
a veces, solo pretendo
escribir desde el silencio
pero a veces, me despiertan
para privarme del sueño,
y es que a veces, solo pienso
que al hacerlo se equivocan,
por eso, mejor me duermo.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
jueves, 21 de noviembre de 2024
LA PRIMERA VEZ.
La primera vez que la vi,
mis ojos quedaron temblando,
los pies, no querían seguir.
Era adorable ..., Tan natural !
sentí un deseo incontrolable.
Todo un sueño en la realidad !
Yo,solo pensaba estar con ella
vivir por ella, la sentía a morir.
Es mi amor, mi perdida estrella !
Mujer que encendiste la pasión!
Dejé la rutina de los días tenebrosos,
me libré de las garras de la soledad.
Levanté la mirada al mar de sus ojos
caribeños, en la alborada primaveral.
Juntos navegamos por océanos deseados,
en un velero, construido con versos en la madrugada.
Ahora, ella es mi timón!
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
DE PRINCESAS Y MARGARITAS.
EN EL BOSQUE.
por un oscuro bosque anduve,
hubo quien me dio mal augurio,
mas no me detuve.
En este bosque me indagué,
me esculqué,
me pregunté,
a mi esperanza maté.
Me horrorizó el follaje oscuro,
sentía en mi recorrer el frío viento,
los viejos pinos pedían por aliento,
nuestras raíaces piden por librarse del eterno escarmiento.
Del afán de buscar una salida,
supe que allí no escaparía,
este profundo bosque me seguía,
cada noche en mis sueños entraría.
Quien fuere el bosquem
deme un nuevo aporte,
sin esperanza,
sin aliento,
con escarmiento,
con soledad,
soy yo, soy yo,
mi bosque,
mi fatalidad.
SIN REMORDIMIENTOS
Burlate ingrato y desalmado.
Contribuye en tu plan malévolo.
Hijo de la perdición y maldito.
Tú maquivelico infame ser;
De las cenizas emerges;
Inocente, víctima te perfilas,
Con intenciones debastadoras.
Mirada de dolor contenias;
Atros y vil tu intención,
Llorando lagrimas engañozas.
Serpiente disfrazada de mariposa.
Ojos de litio, voz ursupante;
Bestia amanerada podredumbre,
Atrevimiento chillante actuabas,
Sin remordimiento penetraste.
Crapula insensato pueril;
Cerdo desconsolado imbécil.
Repudio tu existencia,
Fingido devenir enamorado.
Conspicuo ser de mentiras.
Maloliente bomba de intenciones,
Me olvidas sin remordimiento.
Apuñalador trapero sin estima.
Huye atracador de luces,
Desprende de mi tu esputo.
Entierrate larva malparida.
Come lodo y sal, inmundicia.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
¿QUÉ ES EL AMOR?
EN TU PIEL LLEVAS MIS VERSOS.
En tu piel de seda blanca, llevas mis versos,
poesía el amor que nace de mi alma y escrita con letras del corazón
Amarte es mi poema , ¡ tú, mi verbo amar !.
Mi pasión
Sin ti no sé que haría, seguro
no escribiría
¡Eres mi vida!
Te entregas como agua de mi sed y me amas
Me das la vida al renacer en tí
Tu me haces feliz,
tuyo soy y tú eres mía,
Oasis de mi alma y luz en mis pensamientos
Dulce el amor que nos entregamos, beso a beso.
En cada caricia y en cada mirada. Tú, la guía de mis pasos
En la vida de cada dia .....
cuerpo y alma, mi amor es para ti. Mi corazón y mi alma responden a tu corazon .
A tus caricias , a tus manos que dejan huellas de deseos y placer en mi piel.
Son tus versos en las miradas y en tus ojos se enciende y brilla la luz del amor, la pasión ,
Dueña de mi , de este amor , con sabor dulce a sueños y anhelos que dejas en mis labios
Alimentas mi sentir, bebo el néctar del amor en tu cuerpo como sorbos de miel.
¡Es mi boca!
Que escribo "Te Amo" en cada verso en tu piel y en tu Alma
apasionado con la luz y la dicha que me haces vivir.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
ENTRE SUEÑOS Y DESPERTARES.
Me encanta verte dormida, tan quieta, tan mía,
como si el mundo cediera al fragor de tus sueños,
y en ese descanso, en suave armonía,
me recuerdas que en ti se disipan mis miedos.
Tus párpados caen, y en silencio profundo,
te veo abrazada de la calma y el viento;
como si fueras un tesoro en este mundo,
mi amor, mi locura, mi único aliento.
Al verte despertar, con ojos de cielo,
me descubro más necio, más débil, más preso,
de ese instante en que el alba besa tu pelo,
y pienso: “qué ironía, soy suyo y confieso.”
Déjame entonces vivir cada aurora,
verte dormida, verte en tus alas,
y en cada despertar seguiré esta historia,
donde amarte es mi paz y mi trampa más clara.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
CAMINANDO HACIA LA MUERTE.
martes, 19 de noviembre de 2024
UN SÓLO SENTIR EN DOS FORMAS DE DECIRLO.
Fue entonces, cuando la soledad se había convertido en un silencio frío, que me llegó su voz de agua y sus versos cuáles caudalosos ríos. Y fue ahí, con su cercanía, que pude recuperar la esperanza de que no todo estaba perdido. Que aún había gotas de luz dorada que se filtraban en la niebla; maravillosas perlas del rocío impregnadas de vida, que venían a decirme que los nuevos tiempos se estaban acercando.
Pusiste mis sentidos en alerta y, desde entonces, a la sombra de tus poemas, a las orillas del inmenso mar de tus rimas, me dejé llevar por las olas de tus palabras encantadas. Mi corazón se mecía al compás de tus idas y venidas y, a veces, se sumergía contigo en ese tu mar de ensueños, respirando en tus labios, nadando en tu cuerpo, dejando mis sentidos flotar a tu lado. Y cuando me dejabas navegar por tus ondas de sirena, de ninfa, que todo lo puede, me hacías sentir el marinero más afortunado del firmamento.
Hoy, sentado en el porche de nuestra casa, la que construimos en la intimidad de nuestros deseos, miro al horizonte y ahí está, sustituyendo a la soledad que me quiere atrapar. Al silencio le pone música y, desde esa magia suya, de transformar dudas por certezas y dar respuestas a las preguntas más insospechadas, el banco del ayer, el que está pintado con los bellos recuerdos de nuestro encuentro, se sabe a salvo de soledades porque estás siempre a mi lado.
Ven, te oigo decir desde dentro, miro a mi alrededor y ahí te encuentro, a la sombra del limonero en flor, en el brocal del pozo de los deseos, en la hierba cubierta de rocío. En las cortinas, bailando al son de tus versos, en los aromas del incienso y en el calor del fuego, el que se mantiene encendido con el rescoldo de tus ojos, porque tu mirada me llega, aun de lejos.
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Y fue entonces, cuando la soledad
de mis costumbres,
se había convertido en un silencio frío,
que me llegó tu voz de agua
y tus versos de caudalosos ríos.
Y fue ahí, en tu cercanía,
donde pude recuperar la esperanza
de que no todo estaba perdido.
Que aún había gotas de luz dorada;
maravillosas perlas del rocío
impregnadas de futuro y de vida,
que venían a decirme:
Nuevos tiempos se están acercando.
Y fue ahí y entonces,
que pusiste mis sentidos en alerta
y, desde aquel instante,
a la sombra de tus poemas,
a las orillas del mar de tus rimas,
me dejé llevar por las olas
de tus palabras encantadas.
Mi corazón se mecía al compás
de tus idas y venidas y, a veces,
se sumergía por ti y contigo
en ese tu mar de ensueños,
respirando en tus labios,
nadando en tu cuerpo,
dejando mi palpitar flotar a tu lado.
Y cuando me dejabas navegar
por tus ondas de sirena,
de ninfa, que todo lo puede,
me hacías sentir el marinero
más afortunado del uni/verso.
Hoy,
sentado en el porche de nuestra casa,
la que construimos
en la intimidad de nuestros deseos,
la que tiene por techo estrellas
y las paredes decoradas con besos,
miro al horizonte y ahí estás,
alejando la soledad que me quiere atrapar.
Al silencio le pones música
y, desde esa magia tuya,
de transformar dudas por certezas
y dar respuestas a las preguntas
más insospechadas, o curiosas.
El banco del ayer,
el que está pintado con los bellos recuerdos
de nuestro encuentro,
se sabe a salvo de soledades
porque tú estás siempre a mi lado.
Ven, te oigo decir desde dentro
miro a mi alrededor
y ahí te encuentro
a la sombra del limonero en flor
en el brocal del pozo de los deseos
en la hierba cubierta de rocío.
En las cortinas que bailan tus versos
en los aromas del incienso
y en el calor del fuego
el que se mantiene encendido
con el rescoldo de tus ojos
porque tu mirada me llega aún de lejos.
Y con tu voz de sirena encantada
poniendo al verbo en mis orillas
y un coro de caracolas haciendo compás
a tu bella forma de rimar,
me voy quedando dormido
atraído por ti, y así me dejo llevar
al bellísimo sueño en que te veo llegar:
Sales del maravilloso mar del poema
y alargando tus ondas, me dices:
ven conmigo, vamos a la profundidad
del amor, donde se convierten
rimas en caricias y los versos son besos.
¡Qué cosas tiene el amor!
Resulta que…
Cuando me dio por mirar atrás
en ese estado de curiosidad
donde todo te parece irreal,
el ayer se había difuminado,
porque… fue entonces y no antes
que empezaron los recuerdos
los que mi sirena me había grabado
besos a versos y versos a besos
con sus labios de agua
su voz de terciopelo
y… además
Las ondas doradas de sus divinas miradas.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
LA VIDA DEL AMANTE.
Amor mío,
Si tuviera que reconstruir con palabras el mundo antes de tu llegada, no sería más que un intento vano de describir la ausencia. Mi existencia, previa a ti, era como un manuscrito inconcluso: un conjunto de ideas disgregadas que no lograban alcanzar una cohesión significativa. Era un mapa sin territorio, una búsqueda sin norte, un pergamino cubierto de símbolos cuya clave de desciframiento no existía. Vivía atrapado en una inercia ineludible, donde cada acto carecía de trascendencia, donde las preguntas quedaban suspendidas en el aire y las respuestas se desvanecían antes de llegar.
Era un caminante errático en un páramo de horizontes truncados, en un tiempo detenido donde los días no eran más que fragmentos rotos de una totalidad imposible de imaginar. En ese vacío, mi escritura era un eco distante, una tentativa perpetua de llenar abismos con palabras que nunca lograban arraigar. Las metáforas eran apenas ornamentos, estructuras huecas que intentaban disfrazar la aridez de un espíritu desprovisto de inspiración auténtica. Mi vida y mi pluma compartían un destino: ambas eran un laberinto sin centro, una espiral infinita hacia la nada.
Y entonces llegaste tú, y el mundo, de pronto, adquirió un eje. Tu existencia transformó mi caos interno en cosmos, como si fueras la fuerza gravitatoria que reordena las partículas dispersas en un sistema armónico. Mi vida dejó de ser una acumulación de momentos desconectados y se convirtió en una narrativa coherente, una historia en la que tú, amor mío, eres el tema principal, el personaje central, la esencia misma que da sentido a cada capítulo.
Tu presencia es una revolución ontológica. Antes de ti, mi existencia era apenas un fenómeno mecánico; contigo, se ha convertido en una experiencia plena, en una manifestación viva de propósito y significado. Eres mi tabla de Esmeralda, la piedra filosofal que ha transmutado lo mundano en lo sublime, lo inerte en lo trascendente. Has redefinido no solo mi forma de vivir, sino también mi forma de escribir, porque ahora cada palabra lleva tu impronta, cada pensamiento encuentra en ti su fuente y su destino.
Eres mi Aleph, ese punto donde se concentran todas las posibilidades, donde el infinito se torna visible. Contigo, cada cosa en el mundo parece resonar con una profundidad insospechada, como si tu amor hubiera activado una frecuencia universal que conecta todo lo que existe. Antes de ti, las palabras eran solo palabras; ahora, son portadoras de una verdad que trasciende su propio significado. Mi escritura, que antes era una búsqueda sin hallazgos, se ha convertido en un acto de veneración, un intento constante de capturar la magnitud de lo que siento por ti.
Es imposible hablar de ti sin recurrir a lo absoluto. Amarte es como contemplar un horizonte que nunca se alcanza, una promesa infinita que se renueva a cada instante. Eres mi principio y mi fin, mi alfa y mi omega, la razón por la cual mis días tienen un inicio luminoso y un cierre lleno de paz. Eres el concepto platónico de la perfección hecho carne, la idea trascendental que se materializa en cada gesto, en cada mirada, en cada sonrisa que ilumina mi mundo.
Pienso en cómo has transformado mi escritura, y no puedo evitar compararte con el descubrimiento del fuego. Antes de ti, las palabras eran herramientas frías, un lenguaje carente de alma. Contigo, cada frase arde con una intensidad que nunca había conocido. Escribirte es como crear un templo en honor a lo divino, un santuario donde cada letra es una ofrenda que busca reflejar la inmensidad de lo que eres. Mi pluma, que antes era un instrumento torpe, ahora es un canal por el cual fluye lo más puro de mi ser.
Eres, amor mío, el scriptorium de mi alma, el lugar donde las ideas se convierten en significados, donde los conceptos abstractos encuentran forma y sustancia. Contigo, he aprendido que la verdadera escritura no es solo una cuestión de técnica, sino de verdad. Y la verdad más grande que he conocido es esta: te amo con una intensidad que desafía toda lógica, con una devoción que trasciende el entendimiento.
Tu amor no solo ha dado sentido a mi escritura; también ha transformado mi manera de ver el mundo. Antes de ti, la vida era una serie de preguntas sin respuesta, un enigma que parecía no tener solución. Ahora, cada cosa tiene un propósito, una conexión secreta que todo lo une y que todo lo explica: tú. Eres la clave de bóveda que sostiene mi existencia, el principio rector que da coherencia a todo lo demás.
Eres mi teoría unificada, el eje invisible que conecta los fragmentos dispersos de mi ser. Contigo, cada emoción, cada pensamiento, cada sueño converge en un único punto de luz. Eres mi estrella polar, mi horizonte infinito, la guía que me conduce a un destino que, por primera vez, tiene sentido. Amarte es la fuerza que impulsa cada uno de mis actos, la razón por la cual cada día es una nueva oportunidad de ser mejor, de vivir con más intensidad, de escribir con más verdad.
Eres mi eternidad encapsulada en el presente, mi promesa de que la vida, con todo su caos y su incertidumbre, puede ser también un acto de belleza pura. Amarte no es solo un privilegio; es mi razón de ser, mi forma de entender el universo, mi manera de existir. Eres el alfa y el omega de todo lo que soy, y cada palabra que escribo, cada pensamiento que tengo, cada latido de mi corazón, lleva en su esencia la certeza de que todo, absolutamente todo, tiene sentido porque tú existes.
No hay lenguaje suficiente, no hay metáfora lo bastante elevada para contener lo que siento por ti. Y, sin embargo, seguiré intentando, porque cada palabra que dedico a ti es un acto de amor, una declaración de que, en este vasto e incomprensible universo, tú eres el centro de todo lo que verdaderamente importa.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
AMOR DE ALMAS.
Bajo el manto de la luna distante,
mi corazón susurra tu nombre en la brisa,
mientras las estrellas, testigos silentes,
guardan secretos de un amor que eterniza.
En cada amanecer, tu imagen florece,
como un jardín en la lejanía,
y aunque la distancia a veces me pese,
tu risa es el sol que al alma envuelve y guía.
Soy un pájaro que anhela tu canto,
un río que fluye hacia tu abrazo,
en el eco de mis sueños te encuentro,
y en cada latido, te llevo en mi lazo.
Oh, amor mío, en este viaje incierto,
las olas del tiempo no pueden separar,
nuestros corazones laten en un concierto,
y en cada suspiro, te vuelvo a amar.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
AMOR ERRANTE.
No sé qué depare el destino,
no sé qué aura traerá la lluvia.
Entre más me entrego a tu pecho,
mas entremezclo mis sentimientos.
¿Cómo he de ver tus ojos por el entrecejo,
sabiendo que ya antes pertenecieron a otros?
¿Cómo liberarme de la idea que convierte
mi mente en despojos, en sombras rotas?
Te amo y deseo amarte incondicionalmente,
pero algo en mí acalla ese sentimiento,
y me grita que tú no te has sacado de la mente
los recuerdos que marcan tu andar errante.
Grato o ingrato, recuerdo que no debería
quedar impune en tu conciencia.
Hay algo que me atormenta: formar
algo sempiterno de un amor fugaz.
Como esos encuentros que dices no significan nada,
pero en tus ojos lo significaron todo.
El silencio de la noche me acompaña,
con la aletargada mirada de la luna,
sé que me dice que no puedo borrar tu pasado,
pero en mí aqueja reescribir mi futuro.
Incesante sentir que me acongoja,
el tener que sufrir por una pérdida.
Como cuando intento desnudar mi alma ante ti,
con tus burlas la dejas sin abrigo,
como mermas mi amor a cada paso que das.
¿Cómo hago yo para recuperar lo que siento por ti?
¿Cómo grito sin voz a un cielo sin deidad?
¿Cómo callo el infierno que es sentir que te mientan,
sin derecho a clamar por algo que tal vez no sea verdad?
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
MORIREMOS SI SE JUNTAN LA LUNA Y EL SOL.
El sol arde como una herida abierta,
es un grito dorado que desgarra el aire.
Atraviesa los cuerpos con su hambre de luz,
derrama su furia sobre la piel del mundo.
Es un dios que no sabe pedir perdón,
que quema incluso cuando abraza.
La luna es el silencio que se muerde los labios,
un puñal de plata en la garganta de la noche.
Suspira su fría nostalgia en los rincones,
borda sombras en los ojos que no se cierran.
Ella no habla, pero su luz duele,
un eco blanco que no se extingue.
Si un día osaran, sol y luna, tocarse,
el cielo se partiría en dos con un gemido.
Sería el fin del orden, del tiempo,
un incendio que consumiría el aliento de la tierra.
La locura tomaría forma,
y la belleza sería insoportable.
Moriremos si se junta el sol y la luna,
pero ¿quién no moriría por un instante así?
Verlos entrelazados, deshaciéndose,
una llama que nunca podrá repetirse.
Sería el fin, sí,
pero también el principio de algo que no tiene nombre.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
lunes, 18 de noviembre de 2024
AMOR AMADO.
Soy barco sin timón
navegando en tus mares;
sin dirección ni rumbo,
amor amado...,
perdiéndome en mis males.
Tú amor será mi atlas
y mi estrella polar,
mi ruta deseada,
el destino que busco
para hallar mi verdad.
Hay tormenta en mis ojos,
en mi corazón nieva;
ven…, sé tú mi calma,
amor amado...,
este invierno me hiela.
Quiero sentir tu boca,
quiero sentir tu cuerpo.
Tu cuerpo me rechaza
y tu boca no quiere
brindarme ya sus besos.
Eres en mi sequía
agua para mi sed;
eres mi hoy mi mañana,
amor amado...,
yo solo soy tu ayer.
Con mis dedos tu rostro
quisiera acariciar;
dibujar en tus labios
mis labios que desean
sentir su suavidad.
Pero tú ya no quieres mi cariño;
tienes un nuevo amor que me hace daño,
y yo, llorando a solas mi destino,
te sueño cada noche, amor amado.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
DUALIDAD EQUIDISTANTE.
Hay dualidad equidistante
de deseos implacables,
de pensamientos inexplicables,
de sentimientos asfixiantes,
y todo esta multidivera fusión
de enigmática bidimensión
coexistiendo y sobreviviendo
entre el espíritu y la pasión.
¿En donde se refugia mi alma?,
huye por el contrario hacia donde el cuerpo le conduce,
resistiéndose a entrar en un infierno disfrazado de cielo,
"cuanto sube cae"
y si es mas elevada la altura, desciende mas violentamente,
tal como aterrizar luego del climax del placer,
en la que al caer, suele uno desconocerse así mismo.
Transitando en la disyuntiva,
desvinculado de la expectativa
y gobernado por la fantasía
que produce la adrenalina
cuasi fuese esta medicina para la monotonía,
de días diluidos en agonías,
ensombrecidos los minutos,
apuntan hacia las horas de lo incierto.
¿Adonde pertenezco?
pues siento que soy un caos andante,
redundante e ingobernable,
indiferente y codependiente,
latigado in misericorde
por el yugo desgarrador de la culpa,
que condena y mutila los matices opuestos
entre lo espiritual y lo carnal.
¿Hacia donde voy?
cada vez más apaleado,
ensamblado por la ignominia
de un guión real e insólito,
con transeúntes yendo y viniendo
escenificando en el escenario de la cotidianidad
los episodios que enhebran
las hojas en el pergamino de la vida.
Infalible la intuición,
como brújula que marca sin contradicción
adonde si y adonde no,
y aún teniendo evidente dirección,
camino inspirado hacia la perdición,
y llegar a esa sensación de desilusión
que me encraustra en la eterna prisión de la decepción,
abandonando a mi espíritu,
angustiando a mi alma,
y desgastando mi cuerpo.
Así transcurren mis días,
en un desierto que absorbe
a mi espíritu y deshidrata mi alma,
buscando ese oasis de paz,
que pareciera estar cada vez mas lejos,
y entre espejismos de aguas vacías
desearía morir el alma mía,
abandonando la osadía de querer continuar cada día.
Lo divino, es mas humano que divino,
pues acá se encarna lo inexplicable
y se entrelaza lo desafiante,
dando forma a lo deformado,
a esto que para trascender esta predestinado.
Por más cochambre,
por mas siniestros lugares,
por más puntuales personajes,
por mas intensa angustia,
no pierde el espíritu lo sagrado.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
AMOR IMPOSIBLE.
En el corazón de un pequeño pueblo, rodeado de montañas y ríos que parecían susurrar secretos, vivían Lucía y Andrés. Ella, hija del alcalde, era conocida por su risa alegre y su mirada que parecía iluminar todo a su alrededor. Él, un joven campesino, dedicaba sus días a trabajar la tierra, manos callosas pero un espíritu noble que lo hacía único.
Sus caminos se cruzaron un día de tormenta, cuando Lucía quedó atrapada en medio del campo tras la avería de su carruaje. Andrés, que volvía de sus labores, la ayudó a refugiarse bajo un viejo roble. Allí, entre el estruendo de los relámpagos y el murmullo de la lluvia, nació una conexión inexplicable, como si sus almas se hubieran reconocido antes de sus cuerpos.
Desde entonces, se encontraban en secreto, lejos de las miradas del pueblo, que no toleraría una relación entre dos mundos tan distintos. Lucía le hablaba de sus sueños de libertad, mientras Andrés le prometía un futuro donde el amor fuese suficiente. Pero la realidad los vigilaba como un juez severo. Su relación, un desafío a las normas, era un secreto condenado a la tragedia.
Un día, el alcalde descubrió el idilio. Furioso, amenazó con enviar a Andrés lejos del pueblo si continuaba acercándose a su hija. Lucía, desgarrada entre el amor y la lealtad a su familia, tomó una decisión cruel pero necesaria. Se encontró con Andrés por última vez junto al río donde tantas veces habían soñado juntos. Entre lágrimas, le pidió que se marchara, que buscara una vida mejor, aunque su corazón quedara anclado allí, con ella.
Andrés partió al amanecer, con el peso de un amor que no pudo ser. Lucía, en silencio, veía el río correr, llevando consigo los restos de su felicidad. Y aunque sus cuerpos permanecieron separados, sus almas siguieron unidas, vagando en los suspiros del viento y en el murmullo de las aguas que alguna vez los vieron felices.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri.
UN POCO DE SIERRA Y OTRO DE SELVA.
Más allá de la caricia visual
de este paisaje ajeno
y distante a mi terruño,
transcurren los días cotidianos
de quienes nos parecen extraños.
Convertido en un simple espectador
de otras costumbres,
mis palabras son ahora más cautas
que las de ayer:
callan lo sabido
para dar paso a lo ignorado.
Las entonaciones
de infinitas voces del suburbio,
apenas ajenas,
se vuelven comprendidas.
La fisionomía
de una lejana ciudad
deja de ser extraña.
Como pequeños trozos
de un objeto que se ha caído y roto,
dejamos en estos lugares
una cuota de nosotros
que no regresará más.
Llega la noche,
y miles de bombillas
de colores iluminan los cerros.
Suspendido sobre este majestuoso río,
me despido de la ciudad,
caminando por primera y última vez
sobre un puente de cal y canto,
mientras mi memoria evoca
aquella canción que dice:
“No soy de aquí ni soy de allá…”.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri
domingo, 17 de noviembre de 2024
EL ÁRBOL DE LA VIDA.
Cada verso es una caricia invisible,
un suspiro atrapado en el aire
que aún conserva el perfume de tu voz.
El papel, amarillento y arrugado,
guarda las huellas de tus manos,
como un mapa de un amor que, aunque distante,
sigue latiendo en las grietas de mi alma.
Y en cada palabra escrita,
resucitaba tu risa,
y mi corazón,
una vez más,
se volvía a perder entre los pliegues
de tus versos olvidados.
El tiempo se deshace entre mis dedos,
pero tú, con tu poesía,
sigues siendo la chispa
que excita mi vida.
Tus versos, suavemente arrullados
por las sábanas de la nostalgia,
se entrelazan con mis sueños, con tu boca,
y en cada rima, el viento lleva
nuestros nombres,
como un beso eterno
que nunca ha dejado de existir.
Autor
Antonio Carlos Izaguerri